
Hace 11 meses que Maraca, taberna viajera abrió sus puertas. Tras el éxito de La Solana, Ale y Marina, decidieron ampliar en un nuevo local donde dar rienda suelta a la fusión de sabores de todo el globo terráqueo, concentradas en creaciones para compartir.
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Nada de esto surgió de la casualidad, tras más de 7 años tanto en DiverXO (Madrid) como en StreetXO (Londres) de Dabiz Muñoz, así como una intensa formación en la reputada Escuela Hofman de Barcelona, Ale Sosa y Marina Tudanca cruzaron el Atlántico para volver a la tierra de él, originario de Casa Pastortes en Gran Canaria, donde había crecido entre fogones, bajo la atenta mirada de sus padres, dueños del restaurante Estragón en Vecindario.
Justo antes de la pandemia, cuando nadie se esperaba nada de todo aquello que sucedió, abrieron, junto con los padres de Ale, La Solana, local de referencia gastronómica en nuestra capital con creaciones ya inolvidables como sus croquetas y cogollos a la brasa.
La Solana tomó velocidad crucero pero, Ale y Marina necesitaban de un nuevo espacio, una taberna como así la denominan, donde el ritmo del local y las elaboraciones son tan itinerantes como la imaginación de ambos, artistas que se complementan hasta multiplicarse y tanta genialidad se puede probar en la sorprendente carta de Maraca.
Tanto a Marina como a Ale se les aprecia, en ese lenguaje no verbal, que la inquietud forma parte del ADN de ambos.
Ale se esmera en explicarnos plato a plato, el porqué de cada ingrediente, sin pasar ni un solo detalle por alto.
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Mientras tanto, desde cocina, Marina no deja de dar remate a las elaboraciones que saldrán en segundos a la mesa, ultimando hasta conseguir la perfección que, en un diámetro de unos 30 centímetros, concentrará una fusión equilibrada y perfecta para el disfrute del comensal.
Tras leer el menú, sabrá que tendrá que volver porque a Maraca o se va con intenso apetito, o habrá que regresar tantas veces como sean necesarias, hasta probarlo todo. Y esa ansia incluso se acrecentará cuando Ale cante las elaboraciones dispuestas fuera de carta.
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Como la ensaladilla de gamba blanca con reducción de sus cabezas, untuosa e intensamente sabrosa, donde la gamba será la absoluta y única protagonista, estableciendo un monólogo con el paladar.
Sin salir del mar y también dentro de esas afortunadas propuestas fuera de carta, unas vieiras a la brasa con holandesa perfectamente emulsionada de parmesano y jalapeño dulce, donde viajará desde Galicia, hasta Tailandia, pasando por Francia e Italia. Porque estas cosas solo suceden en Maraca y, como ellos se denominan, son una taberna viajera.
Comprobamos como la intensidad no decae entre plato y plato y, para comprobar la altura de platos que forman la carta, nos decantamos por probar el perrito caliente de puntillas de calamar en su tinta y ketchup de tinta agripicante.
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No se esperen nada de lo que hasta ahora hayan probado en lo que a bocado de calamares se refiere. Las puntitas elaboradas en ese guiso tradicional, perfectamente ejecutado, tiernas e intensas. Envueltas en un brioche esponjoso y delicado y, regado por un ketchup poco convencional que, esta pareja debería pensarse seriamente en patentarlo.
Con el taco de oreja crujiente podrán volar hasta el mismísimo DF con el mole más intenso como pasaporte. El toque final en mesa que dará el propio Ale, rallando un tronquito de chocolate negro, hará de este plato un bocado sublime.
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A petición de Ale, no nos fuimos sin probar las albóndigas de ternera guisadas en yogurt tandori, pani puri y chutney de papaya. Introducir la albóndiga en el pan y probar en conjunto. Quiero advertir que no podrá comerse solo una.
Yo no abandonaría Maraca hasta que al menos prueben la paulova con lemon curd y la tarta de zanahoria hecha brazo de gitano donde gana esponjosidad. Irresistibles ambos.
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Y es que en Maraca cada plato tiene un lugar, cada ingrediente una historia, como la que esta deliciosa pareja sigue escribiendo para fortuna de los comensales, tanto aquí como en La Solana, donde Ale pasa los días a caballo entre uno y otro local.
Maraca viene de la fusión del nombre de Marina más la palabra canario, como así le denomina ella, a Ale. Además, les evoca a la abuela de Marina, natural de Tánger donde Baraka es una especie de bendición islámica. Así que nada que ver con el instrumento musical y todo que ver con sus raíces y sus sueños.
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Nos prometen variar la carta en breve y sabemos de sobra que lo harán. Habrá que darse prisa por probar lo que aún está vigente porque si algo nos ha quedado claro es que, Maraca, Marina y Ale nunca dejarán de sorprender.
Recetas de cualquier lugar del mundo, pensadas para compartir, en una preciosa sala de 12 mesas y con la visión y la mano de esta pareja excepcional.
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