Llevaba tiempo queriendo probar la pasta, sobre todo la carbonara de este local. Me lo había contado Patricia Daryanani en su entrevista y lo marcó como uno de sus locales favoritos a donde acude con frecuencia para disfrutar de un buen plato de pasta.
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El local es pequeño, dispone de unas pocas mesas y una barra, pero lo que ofrece dentro es absolutamente grandioso.
Aquí lo tienen muy claro, buena materia prima, correcta ejecución sin dejar que nada falle y una carta limitada pero exquisita. Y, además de todo esto, el local se acompasa a las horas del día ofreciendo deliciosas y variadas tostas en horario de mañana para disfrutar de un desayuno delicioso y acompañado de un creativo café.
A mediodía, los olores de la pasta, fresca por supuesto, y las salsas que las acompañan inundan la plazoleta entera y, si bien es tarea complicada hacerse con un rinconcito del local, en el Templo de Pandora funcionan fantásticamente bien los envíos de pasta a domicilio a través de plataforma. O si lo prefiere puede pasarse por allí y recoger el pedido para llevárselo a casa y así no se perderá a Renaldo, su maestría y su concentración a dos fuegos, puro espectáculo.
Y, si con todo no fuera suficiente, por la noche ofrecen coctelería de autor, con una puesta en escena fabulosa y un ambiente más que concurrido cada día.
Más de quince elaboraciones de pasta fresca, bien en espagueti o bien en «rigatoni» con tres versiones de pasta carbonara a cuál más apetitosa. Y sí, la salsa carbonara se elabora con huevo y no con nata, porque, como muchos dicen, no existe mejor salsa que la yema de huevo y, en el templo de Pandora esto lo saben y lo practican.
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La clásica carbonara llega generosa de guanciale, ese producto que recuerda al bacon pero que no tienen nada que ver ni en textura ni en potencia de sabor. Su salsa, elaborada al momento, con huevo y con emulsión del agua de la cocción de la pasta, por supuesto que fresca y no le falta el toque en equilibrio de auténtico queso pecorino y queso parmesano.
Y otras dos propuestas que debería probar, la carbonara trufada, con trufa italiana y como dato, precisamente esta la versión más vendida en este local y, si son amantes del pistacho, no se pierdan la carbonara con todos los detalles que lleva y un generoso toque de pistacho siciliano, por cierto, mucho más crujiente y carnoso.
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Si bien todos los que hablan de este «templo de la pasta» coinciden en que su carbonara no tiene rival, no por ello deben de dejar atrás el resto de sus creaciones.
El ragú, elaborado a fuego muy lento, solo con ternera. Sus pastas al pesto, desde el clásico genovés hasta el elaborado con pistachos a lo que le añaden salchicha italiana. Pastas más ligeras, como la pasta primavera con burrata, pesto clásico y tomates cherry y como punto fuerte, la auténtica amatriciana, con tomate san Marzano, cebolla, pecorino y guanciale.
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Y si le queda un huequito para el postre, su tiramisú o sus cruasanes, con Nutella o con pistacho. Pura golosina.
Acudir a el local no siempre le garantizará que tenga un espacio donde tomar asiento, pero, si como me sucedió a mí no puede esperar más tiempo a probar bocado, desde Glovo lo envían y como dato, llegan en perfecto estado, elaboradas al momento y sin sorpresas.
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Un envase bien cerrado y sellado que solo tendrá que destapar y disfrutar. Sin duda, todo un descubrimiento que siempre agradeceré a Patricia.
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