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En un local dispuesto como salón de juegos, encontramos un tesoro de carne y hueso. Ese tesoro es Lucero Serna, que hace dieciséis años decidió hacer las maletas para aterrizar en Gran Canaria.
Sus inicios en la hostelería arrancaron en San Mateo, pero un tiempo después pudo hacerse con dos locales de juegos y apuestas, uno en El Carrizal y otro en la Playa de Arinaga y sus correspondientes cafeterías.
Pues en estos insólitos rincones, las manos de Lucero elaboran a diario, la comida mexicana más auténtica, soberbia e inigualable que se puede disfrutar en Gran Canaria.
Lo primero que le recomendamos es que reserve si quiere vivir con intensidad esta experiencia, que, le advertimos, será inolvidable. Una vocecita dulce y cargada de acento mexicano organizará su visita y, tan pronto como llegue al local, la misma vocecita de Lucero se le hará reconocible tan pronto como le salude. El calor de México será la amabilidad y la cordialidad con la que le dará la bienvenida, porque en este local, todo es muy de verdad y Lucero estará encantada de saludarle, de acomodarle y de atenderle, en todo momento.
Y todo esto más dos tequilas, con su limón y la auténtica mezcla que lleva, porque no solo es sal lo que lo acompaña. Ella dedicará parte de su tiempo a explicarle el por qué es bueno recibir la comida mexicana con un buen tequila previo de agave reposado y procesado con técnicas ancestrales que llega embotellado desde la región de Guadalajara. Hágale caso porque sabe de lo que habla y lo defiende con auténtica pasión. Lo primero que le pedirá es que pida un deseo, lo segundo, que brinde y lo tercero, que se llene de todos los sorprendentes beneficios del tequila. Y si se lo sirviera en pepino o en zanahoria, sentirá que está aterrizando en el centro de D.F.
Cuando Lucero le explique cómo se elaboran y por qué las auténticas margaritas mexicanas, le recomendamos que la mire a los ojos porque cuando esta encantadora muchacha habla de su tierra, sus ojos brillan haciéndole honor a su nombre.
Fruta natural escarchada por ella misma para aligerar el tequila más auténtico y acompañarlo del azúcar y las especias mejicanas más genuinas que Lucero se ocupa de importar desde México o de concretar con agricultores de la zona, hasta conseguir el sabor más legítimo.
Si tiene la de fresa, porque dependerá de la temporada de fruta, no se la pierda.
Aprenderá también que este mundialmente reconocido cóctel nació para curar los efectos de una resaca, en pleno México de hace muchos años, porque una vez más, Lucero les contará orgullosa que «el tequila que no canta solo trae cosas buenas». Y el mezcal, también.
Así introduce Lucero el espectáculo que irá llenando su mesa desde que arranque la experiencia. Unos nachos con un guacamole que, a poco que levante la vista por encima de la barra, verá como esta encantadora mujer está moliendo el aguacate a mano, junto con auténtico chile habanero del que se habrá preocupado unos meses antes en hacer crecer, con la única intención de que los comensales prueben y abran sus papilas al «mero mero sabor mexicano». Y vaya que si lo consigue. No hay guacamole que siquiera se le acerque, en toda Gran Canaria.
Y si le convida a probar la ensalada de pepino y cebolla encurtida, típicamente mexicana, además curativa, sentirá que atraviesa, de punta a punta, la Península del Yucatán.
A medida que vaya probando platillos, Lucero le irá contando, llena de amor por su país, todos y cada uno de los detalles, ingredientes y guisos que la comida mexicana, Patrimonio de la Humanidad, lleva en cada elaboración y el orgullo de ser hijos del maíz, porque era lo que daba la tierra, base de la alimentación del pueblo mexicano desde tiempos remotos.
Solo ella será capaz de transmitirle la identidad, la cultura y la historia que encierra esta alegre, deliciosa, colorida e intensa comida. Y sin miedo al picante, porque como bien nos cuenta, «cuando el picantito es natural, no hace daño».
Y entre cuentos y leyendas seguro que le recomendará probar chile en nogada, un plato que elaboraron unas monjas del Estado de Puebla para dar la bienvenida a los soldados que lucharon en el frente por la liberación de México. Hoy, plato indispensable cada 13 de septiembre para acompañar al grito de la independencia y haciendo honores a los colores de la bandera mexicana.
Chile poblano, relleno de carne ternera y cerdo sazonados, mezclados con fruta y frutos secos, bañados con una salsa de nuez pecana y unas notas de granada natural. Sencillamente magnífico.
Lucero no le dejará irse hasta que no pruebe las exquisitas tortas de cochinita pibil, guisada con cítricos y frijoles negros y su correspondiente achiote, originarias de las tierras de Yucatán. Las tortas, como no puede ser de otra manera, las elabora ella, a mano, con maíz y harinas que ella misma se encarga de hacerla traer desde su México natal.
También le tomará de la mano para llevarle directo al corazón de México, con sus antojitos, como la empanada artesanal de maíz molido, rellena de ternera mexicana y una impresionante salsa de leche de vaca y queso fresco. Un flechazo rotundo. Y la textura de la masa de la empanadilla, inolvidable.
Y no podrá dar por terminado este encuentro con México, su gente, sus sabores y sus tesoros, sin probar unos auténticos tacos de nopal. Probablemente después de este bocado, comenzará a plantearse cambiar de residencia.
Según nos cuenta Lucero, no sentirá que la comida le explote, al contrario, gracias a ese chupito de tequila previo todo le sentará de maravilla, porque quizás nunca antes nadie le había contado que esta comida, cuando es genuina y auténtica, también hace feliz al comensal.
Y desde ese estado de absoluto bienestar, Lucero traerá a su mesa un bizcocho, de maíz, con canela y auténtica vainilla y le picará uno de sus preciosos ojos para que no dé por terminada la velada, sin un chupito de tequila chocolate.
La despedida se le hará complicada, este pintoresco e insólito local tiene efectos hipnóticos y no precisamente por culpa del tequila.
Es Lucero y las historias que cuenta, son sus manos y los fabulosos y magníficos platos que elabora, es un derroche de encanto, de cordialidad, de sentirte en casa, pero almorzando en cualquier distrito mexicano. Es hacer las cosas de verdad y como son, sin florituras. Es la pasión que Lucero transmite y el resto, la magia que esta internacional y reconocida comida obra en todo el que la disfruta.
Recomendamos que reserve, que se ponga en contacto con ella antes de ir a conocerla, lo puede hacer en estos teléfonos, 928508776 en el local de El Carrizal y el 610828162 en el local de Playa de Arinaga. Ella pondrá a su disposición el espacio y el tiempo que esta experiencia requiere y cuidará todo al detalle porque quien la conoce, también se lleva en cada bocado que elabora, un trocito del alma y del corazón de Lucero.
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Alicia Negre y Lidia Carvajal
Edurne Martínez y Sara I. Belled (gráficos)
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
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