Papas aliñadas mejoradas

Mi abuela Consuelo era la reina de los platos de rápidos, sabroso y frescos del verano. Ella cogía ideas de aquí y de allá y, rara era la vez, en que ella no mejoraba lo que fuera. Recuerdo un verano, porque todos los veranos de infancia y de mi adolescencia los pasé con ella y con mis primos, en que convirtió una ensaladilla rusa en un plato fastuoso, añadiéndole cangrejo de verdad.

Los niños de mi pandilla me acompañaban siempre hasta la puerta del bungalow, cual ratoncitos siguiendo la melodía del flautista, lo que en este caso los guiaba el olfato hasta la cocina americana de mi abuela en el sur, un rincón que solo ella era capaz de convertirlo en un santuario gastronómico.

Menudas panzadas y digestiones también, porque las dos horas de rigor no nos las quitaba nadie. Cual sargento, se sentaba bajo el flamboyán del jardín se echaba una siestecita con un ojo abierto y otro cerrado, porque de ahí, no salía nadir hasta que el reloj, solo el suyo, marcara las dos horas pasadas.

Pues una de aquellas versiones eran estas papas aliñadas, tan del sur de España, pero, según mi abuela, con producto canario era más rica, porque a papas, cebollas y cilantro, ningún lugar ganaba a Gran Canaria en bendiciones.

Dicho esto, ¿cómo se mejora un plato así?, pues con unos lomos de atún buenos, por supuesto en aceite de oliva y con unas piparras para los amantes del picante. En caso de no serlo, pues se le añaden unos pepinillos agridulces y ya tenemos plato único, sabroso, fresco y mejorado, al gusto de todos los comensales.

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