
Una ensalada de garbanzos para recibir la primavera
Las recetas que te cuento ·
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Las recetas que te cuento ·
Una receta fresca, sabrosa y equilibrada, se convierte en el plato ideal para esta temporada que comienzaCuando estoy de faena en la cocina, es inevitable que me asalten los recuerdos de las muchas veces que compartía espacio con mi abuela. La mayoría de las ocasiones a modo de pinche, pero mi abuela decía que, primero se aprende viendo y después de ver mucho, se termina de aprender haciendo.
Y en esas estaba yo mientras preparaba esta ensalada, enredada y absorta recordando sus míticas frases y los disparates que nos daban por hacer y probar, cuando de repente, fui a buscar la cebolla morada que lleva esta ensalada y no quedaba ni una en el carro de las verduras.
Situaciones así también se daban con mi abuela y ella resolvía mandándome a casa de la vecina a pedirle, por favor, lo que fuera que faltara. Claro que debía de tratarse de un ingrediente de despensa básica, como una cebolla, una cabeza de ajos, unos huevos o un paquete de leche. A mí, aquello, me daba muchísima vergüenza y mi abuela se enfadaba, me decía que era bobata y que cuando se pide un favor a una vecina es porque se puede hacer, se apunta en la nevera lo que se le pide y, tan pronto como se ponga un pie en la calle, se va al mercado a reponer el favor. ¡Ah! Y se le devuelve multiplicado, a ser posible por dos. Primero porque se repone lo pedido y, segundo, por generosidad con quien es generoso contigo.
Y toda esta retahíla antes de ir a pedir la cebolla o lo que fuera. Ante semejante argumento no me quedaba otra que tocar en casa de Elena, nuestra vecina, y a la vez que tocaba el timbre notaba con me iba sonrojando. Para cuando nuestra generosa y querida vecina abría la puerta, parecía que yo acababa de llegar de pasar el día en Maspalomas sin protección solar.
Volvía a casa con el recado perfectamente ejecutado y, tan pronto como la tienda abría, allí que iba Vanesita a reponer el favor, a tocar de nuevo el timbre entre sonrojos y a llevarme otra retahíla, esta vez de la vecina, porque no consentía que le devolviera ni la cebolla ni mucho menos el kilo y medio que mi abuela le devolvía.
Y así también aprendía, o eso me decía mi abuela, de la cocina y de la vida. Aunque, a decir verdad, cuando me percaté de que me faltaba la cebolla, salí a mi frutería la compré y preparé esta ensalada con una de mis debilidades que son los garbanzos, como ingrediente principal y de resto, todos esos productos que saben a explosión de primavera.
Tiempo de preparación
15 minutos
Tiempo de cocción
0
Tiempo total
20 minutos
Comensales
4
Calorías
Pocas
Categorías
Ensaladas
150 g de garbanzos ya cocidos
1 cebolla morada
20 tomates tipo Cherry
100 g de queso feta
1 yogur natural
El zumo de un limón
Unas hojas de cilantro
Unas hojas de hierba huerto
Unas hojas de perejil
Lo mejor es utilizar un tarro de garbanzos ya cocidos y, si la hemos previsto, tenerla en la nevera desde la noche anterior para que así la ensalada esté más fresquita. Antes de emplearlos en la ensalada, escurriremos bien el agua en la que vienen los garbanzos en el tarro y los enjaguaremos en un escurridor, bajo un chorro de agua fría.
Una vez bien escurridos, los dispondremos en una ensaladera. A continuación, lavaremos los tomates y los partiremos por la mitad. Los incorporaremos a la ensaladera junto con los garbanzos.
Añadiremos a la ensaladera, el queso feta cortado en taquitos.
Cortaremos la cebolla morada en plumas y la incorporaremos junto con el resto de los ingredientes.
Lavaremos bien las hojas de las tres hierbas, las secaremos y las colocaremos en un vaso. Esto nos ayudará a cortarlas de manera más cómoda, con ayuda de unas tijeras.
Una vez cortadas, las incorporaremos a la ensaladera.
Exprimiremos, puede ser a mano, el limón y regaremos sobre la ensalada.
Por último, añadiremos el yogur natural y mezclaremos muy bien hasta integrar. Si hemos tenido la precaución de enfriar los garbanzos, podremos disfrutarla sobre la marcha. En caso contrario, taparemos y dejaremos enfriar en la nevera, al menos una media horita, antes de llevarla a la mesa.
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