Bodegas El Níspero, con corazón de mujer

Un pasillo de veroles negros es la puerta de entrada a una de los templos del vino con mayor tradición en La Palma. Más de tres hectáreas de viñedos del que brotan 20.000 botellas de vino al año (la mitad blanco albillo y mitad tinto). Caldos que han recibido diferentes premios como el Zarcillo de Oro y el Baco de Plata a nivel nacional.

«Que una mujer y sus vinos reciban este tipo de reconocimientos sorprende a muchos porque este mundo siempre ha estado controlado por hombres», reconoce con una sonrisa de satisfacción, Eufrosina Rodríguez, propietaria de la bodega El Níspero en el municipio de Garafía. La idea, muy extendida en aquel entonces, era que las mujeres estropeaban el vino, algo que Eufrosina ha logrado contradecir con todas sus fuerzas y a base de mucho corazón.

«Las bodegas eran lugares para que sólo los padres de familia se reunieran e hicieran sus propias fiestas». El Amor por la tierra, mucho sacrificio y dedicación plena son las claves del éxito de la bodeguera palmera, que está en tránsito a la tercera generación después de más de dos décadas. «Mi hijo, que es enólogo, es parte de un proyecto, que ha superado las fronteras de Canarias y que sigue evolucionando. Soy una madre orgullosa que aprende del hijo«, asevera.

Este palacio del vino, con denominación de origen y una producción limitada, ha logrado colarse en el competitivo mercado peninsular, sobre todo en Madrid, donde trabajamos con varios restauradores. Esta incansable mujer, que también regenta un suculento restaurante en la propia Bodega, vive por y para su viñedo al que mima a cada segundo desde la década de los años 80.

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«Lo primero que se elaboró fue un vino de madera tea porque mi padre tenía unas pipas y solo usábamos esos envases, que sabían demasiado a tea. Después nos lanzamos a comprar un par de depósitos de acero inoxidable de mil litros que nos parecía un mundo».De poco más dos mil litros de capacidad se ha pasado, sin descuidar la calidad, a 50.000 litros que se maceran a más de 1.200 metros de altitud y con mucho espero. Una bodega que seguirá regando los paladares más exquisitos desde la humildad y el trabajo bien hecho.