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El entorno es fantástico, de eso no cabe duda. La plaza principal de este precioso barrio teldense, donde reina sin contempleaciones la iglesia de San Juan Bautista, es el epicentro de un recorrido peatonal donde el visitante debe disfrutar con la calma que requiere el espacio, desde las Casas Consistoriales hasta el edificio del Casino, pasando por el precioso jardín de Santa Rosalía, entre otras edificaciones de gran valor histórico, que guían al peatón por el bucólico casco histórico.
En una de estas calles peatonales (Dr. Chill, 10), y en una discreta esquina con privilegiada ubicación, se encuentra, impasible, uno de los negocios que ha conseguido convertirse en punto de encuentro de numerosos vecinos del importante municipio, con todo lo que ello conlleva. Allí nos recibe el joven Ronald Ramírez, tercera generación de hosteleros, que mantiene la tradición familiar y el vínculo teldense, para alegría del personal. «Empezamos como un humilde bar de copas que quería darle vida y revitalizar la zona, en este fantástico entorno en el que nos ubicamos. Con el paso de estos años, y gracias a la acogida de los clientes, Tasca Chica se ha convertido en un lugar donde mucha gente se encuentra, bien para el aperitivo, la sobremesa o la copa nocturna», apunta el propietario.
Una amplia terraza oxigena un negocio que, a pesar de su diminuto tamaño interior, presume sin complejos de ser una referencia de ocio en Telde, uno de los municipios más grandes de Canarias. Aquí la comida marida a la parte líquida, y no al revés, por lo que la oferta sólida de Tasca Chica, aunque humilde, supone un extra que el cliente valora. «Tenemos un menú pequeño, pero divertido. Rendimos tributo a otros históricos locales de Gran Canaria, como al Café Buenaventura, que marcó época aquí en San Gregorio. Lo hacemos con el montadito de vuelta, con limón y perejil, que era el único plato que allí ofrecían, junto con el montadito de pescado empanado», señala Ronald Ramírez, que es el nieto del fundador de ese café, Buenaventura Ramírez, cuya actividad inició allá por 1947, y que cesó en 2016, cuando el recordado y querido Ronald Ramírez padre, decidió cerrar sus puertas para convertir al bar en leyenda de Telde.
Y como esta tercera generación lleva el negocio y el oficio en la sangre, aunque sea periodista de formación y vocación, en la Tasca Chica las cosas funcionan bien. «El 90% del espacio del que disponemos en el negocio está destinado a los clientes, para que estén lo más cómodos posible. Nuestra cocina es muy pequeña, hace honor al nombre del local. De ahí que nuestra oferta culinaria sea un complemento, y no la seña de identidad, es algo que tampoco pretendemos», afirma Ramírez. La tarde en la que vamos a hablar con él, la terraza está a tope, el equipo al completo y el ambiente, contagiado por la felicidad que irradia el local, sinceramente festivo. «Otro de los platos que tenemos es el de papas fritas con berberecho, homenajeando al Bar Perola de Agaete. Es muy sencillo, pero no pierde la magia, y gusta mucho. A partir de ahí, algunas propuestas en formato picoteo para acompañar la cerveza, el vino, el vermú...».
Una de las cosas de las que más se enorgullece el joven emprendedor es de la de haber devuelto la vida a un municipio que «en cuanto a ocio, en el sector de hostelería, estaba muy dormido. Estamos poniendo un granito de arena para que Telde vuelva a presumir de lugares a los que acuda la gente de aquí, principalmente, que hasta hace no muchos años se tenían que ir a otros municipios para tomarse algo». Por otro lado, la clientela no tiene un rango de edad establecido, «tenemos todo tipo de público, aunque nuestra principal clientela está entre los 25 y los 40 años, por lo que nos alegra ver a la gente joven disfrutar de este barrio al que tanto cariño le tenemos». Nos despedimos al anochecer, cuando el sol se despide iluminando tímidamente la plaza de San Juan, con su iglesia brillando, para darle paso a la imponente luna, que transforma completamente el escenario. Desde esa esquina de la calle peatonal, las vistas son únicas, y la paz es total.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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