![¡Un cenicero, por favor!](https://s2.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2024/02/19/tabaco-k2tH-U2101573574758awD-1200x840@Canarias7.jpg)
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José Miguel Sánchez
Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 19 de febrero 2024, 11:36
Si Sara Montiel levantase cabeza no sé lo que pensaría de lo que se viene encima, pero me temom, y así espero, que pronto el «Plan Integral de prevención y control del Tabaquismo» entre en vigor. Y si es cuestión de esperar fumando que aprovechen ahora.
Allá por el 2005 montábamos el comedor del restaurante con un cenicero por mesa. A cada momento pasábamos por las mesas para vaciarlos de colillas y que no se amontonaran. Los comedores estaban impregnados de humo y el olor a nicotina se quedaba pegado en las paredes del local, dándole esa pátina amarillenta poco agradable.
Por supuesto ocurría lo mismo con el uniforme y nuestra piel olía a Winston nada más empezar la jornada. Uno deseaba llegar a casa para darse una buena ducha y eliminar el rastro del olor a cigarro, para eso y también por salir de esa atmósfera de humo que te producía garraspera después de unas ocho horas respirando cada uno de los tabacos que cada cliente que nos visitaba se encendía dentro de la sala. Un calvario para los que trabajábamos en el sector de la hostelería, tanto si fumabas como si no, era muy desagradable y poco recomendable.
Por otra parte, ya los clientes no salen tanto a la calle a fumar como al principio de la prohibición del tabaco en el interior de los restaurantes. Quizás la educación gastronómica, y el placer de los sentidos que estamos hoy en día desarrollando cuando nos sentamos en una mesa a disfrutar de una buena comida y unos buenos brebajes, hayan dejado poco a poco al tabaco en un segundo o tercer plano. Y esto es fantástico, no se entendería así, que todo el esmero de restauradores, cocineros y camareros, en servir y dar el mejor producto se viera enturbiado e interrumpido por un cigarro, «vaper», o similar.
En mi opinión, cualquiera de los espacios restaurativos, ya sean bares, restaurantes, cafeterías, etc. deberían ser espacios libres de la intoxicación olfativa que produce un «pucho», independientemente de que se esté dando bocanadas en una terraza. Y es que no me vale aquello de la libertad de cada uno. Puesto que, el fin principal de un espacio de restauración se centra en disfrutar de un café, una caña fresquita o un vino, y todo aquello que entorpezca ese disfrute es accesorio. Y sí, son incompatibles, porque siempre va a ver alguien a quien le moleste el humo del tabaco.
Son muchas veces que nos preguntan a los camareros durante el desarrollo de nuestro trabajo aquello de, ¿se puede fumar? Pues mire usted, poder se puede siempre y cuando no moleste a otro cliente. Y es que en la mayoría de ocasiones hay alguien sentado en la terraza que nos solicita para que le digamos al fumador si puede apagar su cigarrillo. Y de esta forma nos pasamos la jornada entera en la terraza como auténticos mediadores hasta que nos llevamos un zasca de alguno de los participantes.
Aquello de café, copa y cigarro va llegando a su fin, y por ello no se va a parar el mundo. Sin embargo, para nosotros los camareros supondrá un alivio, no tendremos que estar cambiando de mesas a los clientes que fuman con los que no fuman como en un tablero de damas, aguantando esas riñas entre ellos y mejor aún, no tendremos que estar aspirando los humos y recogiendo las colillas que muchos de los que fuman se empeñan en tirar al suelo aun habiendo ceniceros. Ensayo de un camarero.
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