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Nacida en el sur de Rusia, lugar en el que ya regentaba su propio restaurante. Las ganas de mejorar y de aprender impulsaron un viaje hasta Barcelona, concretamente a la Escuela de Hostelería Hofmann. Todos los anhelos del mundo venían en el equipaje de Marina, así como unas nociones del idioma pero, el peso de sus maletas fueron las ansias por profundizar en sus conocimientos y ampliar su carrera que había comenzado muchos años antes, en las cocinas de su abuela y de su madre, grandes cocineras ambas.
Se graduó en Cocina Profesional, «los estudios en Hofmann es lo que más valor le ha aportado a mi carrera». Bases, fondos, organización, historia y mucha práctica, en tres restaurantes de la propia escuela, contribuyeron a que Marina terminara de formarse de manera intensa y confirmara de una vez y para siempre, que la gastronomía fuera su profesión y su pasión.
Durante el tiempo que vivió en Barcelona, a Marina ya le encantaba organizar cenas en su casa con amigos. Su intención siempre era la de sorprenderles y, como pago, estudiar, ver y sentir de cerca sus reacciones. Generar esa cercanía, en ambientes acotados que llevan a que se establezca un diálogo directo entre el chef y el comensal.
A la par y, junto con un amigo, Marina también ejercía de chef en almuerzos y cenas privadas en barcos anclados en marinas deportivas de la ciudad condal. Entornos únicos que, junto con las creaciones de Marina, se convertían en todo un espectáculo gastronómico donde jugaban los cinco sentidos.
La idea primitiva de Marina siempre fue regresar a su Rusia natal, pero Cupido lanzó sus flechas y el amor cambió el trayecto y el destino. Siguiente parada: San Sebastián.
De su tiempo allí recuerda el extraordinario producto con el que apenas tenía que intervenir para conseguir sabores exquisitos. Y más práctica, esta vez en hoteles boutique trabajando tanto para el restaurante del propio hotel como para los eventos que allí se organizaban.
Pero, si algo le conmueve eran las escapadas a Francia con su chico, cuando el tiempo libre de ambos se lo permitía. «Era un auténtico lujo ir a desayunar al sur de Francia una baguette fresca para el desayuno».
El trabajo de su marido la trajo, por fin, hasta Gran Canaria, isla en la que no lleva ni un año y ya se considera una canaria más y en la que ha empezado a dejar de manifiesto su intensa carrera y profesionalidad.
Cambio de marcha porque, como la propia Marina nos cuenta, en Barcelona explotaba en creatividad y pura fusión, no así en San Sebastián, con una cocina más de producto y tradicional pero, «lo que más me cuesta en Gran Canaria es conseguir producto, pero poco a poco me he ido habituando e intento variar los menús y los adapto a la despensa canaria»
Así ya no le son ajenos productos como el gofio, el tuno indio, los quesos canarios o el hinojo.
Más de cincuenta platos completan el repertorio de Marina, quien lo primero que hace es escuchar al cliente y entre dos, ajustan, piensan, varían y adaptan hasta conseguir que, la experiencia sea todo un éxito.
Una semana de antelación, contactar directamente con Marina, a través de su página web o en su perfil de Instagram para crear una experiencia única e inolvidable, que del resto ya se encarga Marina.
Vajilla, cubertería, mantelería y todo lo esencial, como cuenta Marina, porque de nada le serviría hacer una obra de arte comestible si no acompaña el entorno y cada detalle. «Comemos con los ojos la mayoría de las veces, así que, la mesa es importante, el ambiente, los detalles, porque ayudan a estimular los sentidos del comensal y a que, de alguna manera, se entrene para el disfrute pleno de la experiencia gastronómica».
Un ambiente extraordinariamente cuidado será la antesala de la alta cocina de Marina como, unos canelones crujientes rellenos de queso de cabra y pistachos o el gazpacho de remolacha, cerezas, queso de cabra, chips de ajo y almendras ; seguir con unas gyozas de rabo de toro con su jugo, crema de chalota caramelizada y caviar de ajo negro o unas papas confitadas, mollejas de pato, huevo a baja temperatura y panceta Maldonado.
Reconoce que la alta cocina le lleva mucho tiempo y mucha dedicación. Las técnicas y todo lo aprendido es su máxima, así que se resiste a bajar el nivel, aunque también reconoce que no le cuesta adaptarse, en absoluto, a las necesidades del cliente y a los ambientes donde ejecutar sus siempre espectaculares puestas de escena.
Yates, casas, terrazas, en donde almuerzos o cenas y hasta insólitos y exquisitos brunch, ponen de manifiesto todo el potencial de esta chef que crece y sorprende y que, nos cuenta que lo más bonito que puede pasarle, ya le ha pasado: la valoración de uno de sus últimos clientes diciéndole que aquella, había sido la mejor comida de su vida.
Por lo pronto, la isla de Gran Canaria sabe mejor desde que Marina vive en ella y, aquí seguirá, por lo pronto, desarrollando lo que más le gusta hacer: seguir adquiriendo conocimientos, seguir sumando experiencias y poder seguir trabajando en lo que, para ella, es pura pasión.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
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