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Van quedando menos molinos tradicionales, a pesar de que acudir a ellos es hacerlo a un oficio que va mucho más allá del simple hecho de hacer gofio. Es tradición, nostalgia y desde luego respeto a un producto que se remonta a la época de los aborígenes, que ya lo utilizaban en su dieta.
«Los habitantes prehispánicos tostaban los cereales en recipientes de barro y lo molían con piedras basálticas. Tras el descubrimiento de América y los lazos comerciales que se crearon, llegó un nuevo cereal a Canarias, el millo o maíz, que enseguida acogieron en todas las islas. Fue un alimento muy socorrido en la época de guerra y postguerra civil española y producto indispensable para los largos viajes en barcos de los emigrantes de las islas», señalan desde Canari Wiki.
El gofio canario está incluido en el registro de denominaciones de origen de Europa, con la mención de Indicación Geográfica Protegida (IGP), que es un sello de calidad diferenciada que certifica su elaboración en las Islas Canarias con cereales tostados y molidos de forma tradicional
Este producto tiene multitud de propiedades: es rico en minerales, ya que mantiene todos los nutrientes propios del cereal, posee potasio, calcio, magnesio, zinc, hierro… Una gran variedad que favorece el óptimo funcionamiento del organismo humano. Además, el gofio es alto en proteínas e hidratos de carbono, pero bajo en grasas. Por lo tanto, es una opción perfecta para fortalecer los músculos, mejorar el tránsito intestinal y favorecer la saciedad. Estas saludables propiedades, unidas al delicioso sabor del gofio, explican el motivo de que este alimento sea tan querido y consumido en Canarias.
Esta harina hecha a base de cereales tostados, fundamentalmente millo o trigo, está muy presente en los hogares canarios, pero también en los comercios y en los restaurantes, donde se utiliza tanto en la parte salada como en la dulce. Desde la pella de gofio, leal compañera de, por ejemplo, los sancochos canarios, hasta el escaldón, que se elabora a partir de un caldo de pescado hervido para darle más sabor a la mezcla y que es usual consumir como un potente entrante. Postres como el mousse de gofio, el bizcochón o los bombones, para los que prefieran consumirlo en la parte dulce o una buena taza de leche con gofio, desayuno completo en todo los sentidos. O, claro que sí, mezclar con un buen potaje de berros.
También se puede combinar con plátano 'escachado' y añadirle algo de leche, una manera sana y asequible de saciar el apetito. O incluso hay valientes que lo han incorporado como base a ¡la pizza!, con un resultado sorprendente. Sea de la manera que sea, y más allá de la creatividad de muchos cocineros y cocineras de alta cocina que lo utilizan como ingrediente estrella en multitud de platos, lo que es obvio es que estamos ante un 'superalimento' con identidad canaria al que hay que proteger y consumir para que siga existiendo.
De lo contrario, hablaremos de él en pasado, dejando atrás un legado de vital importancia en la historia local, en el esfuerzo que tantas generaciones han hecho, y hacen, en mantener vivo un producto tan querido como importante. Por eso, querido lector, consuma gofio, vaya a algún molino tradicional y conozca su historia, hable con la persona que lo elabora y disfrute de ese relato, que enriquece más si cabe el sabor de nuestro particular alimento estrella.
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