Y ahora, Correos. La imagen de la empresa pública que gestiona los servicios postales del país ha quedado en entredicho al verse atrapada en las ... garras de la campaña electoral más polarizada de los últimos tiempos. Era demasiado predecible. ¿O alguien pensaba que convocar unas elecciones deprisa y corriendo un 23 de julio iba a ser coser y cantar? Los problemas en torno al voto por correo vienen desde hace semanas, como ha comprobado mucha gente que se iba a marchar de vacaciones y nadie les garantizaba de forma exacta cuándo, cómo o dónde podían ejercer su derecho al voto. De hecho, todo el mundo conoce a alguien que ha desistido de hacerlo simplemente por pereza (un apunte a pie de página, ¿para cuándo el voto telemático simple y rápido?).
El tema no deja de ser contradictorio, porque pese a tener que votar en julio, en plenas vacaciones, la ciudadanía sí quiere votar. Es tal la polarización provocada por los partidos, la irresponsable fractura social, que el interés por estas elecciones alcanza cotas elevadísimas. Es, quizá, lo único positivo de todo este guirigay, que los ciudadanos sí quieren ejercer su derecho de elegir a sus representantes.
Alberto Núñez Feijóo lleva a gala haber sido durante varios años presidente de Correos. Lo fue después de haber sido presidente del Servicio Nacional de Salud y antes de ser nombrado consejero de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda de la Xunta de Galicia. Ahora, desde 2018, el presidente de Correos se llama Juan Manuel Serrano y antes de serlo fue jefe de gabinete de Pedro Sánchez, a quien le ata una muy buena amistad. Es en torno a esta persona, precisamente, donde surgen las sospechas sobre el voto por correo y el «pido a todos los carteros de España, pese a sus jefes...» que el miércoles lanzó Feijóo en el mitin de Murcia y que tanta polémica ha generado. Pese a todo, desde la cúpula del PP se afanan en aclarar que nadie duda del sistema, que solo se están haciendo eco de unas denuncias sindicales que hablan de falta de personal y, sobre todo, de previsión para afrontar unas elecciones con media España de vacaciones.
¿Por qué hay que dudar con Serrano cuando está al frente de Correos y no cuando estaba Núñez Feijóo? ¿Y si todos los partidos, los nacionales y los nacionalistas, optasen por dejar de 'colocar' a los suyos en las instituciones públicas y se optase por elegir a personas respetadas y sin carné? Ahí tienen el CIS, antaño respetado y hoy convertido en una suerte de meme pese a costar a las arcas públicas más de 12 millones de euros al año. Y todo porque Sánchez eligió a José Félix Tezanos, hasta entonces su secretario de Estudios y Programas del PSOE, a presidirlo. ¿Cómo era eso de que la mujer del César, además de serlo, debería parecerlo? Pero ahí tienen a Sánchez, confiando ciegamente en la proyección del CIS porque la única encuesta que aporta todos los datos de campo... y que le da ganador, claro.
La creciente falta de credibilidad de las instituciones tiene un claro culpable: la política y, sobre todo, sus políticos. La última víctima ha sido Correos y en un momento, además, vital. Combatir el populismo debería ser una cuestión de Estado, así que no estaría de más que hubiera un pronunciamiento claro y contundente de los grandes líderes sobre la limpieza de las elecciones y, sobre todo, de que el próximo presidente de Correos, gane quien gane, no será de ningún partido.
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