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Una de las preguntas más recurrentes sobre las consecuencias geopolíticas de las elecciones en Estados Unidos es su impacto sobre la proyección global de China ... y de Rusia. ¿A quién prefieren Vladímir Putin y Xi Jinping en el Despacho Oval?
En su primer mandato Donald Trump no involucró a su país en ninguna guerra, por el cansancio que existía ante los conflictos de Irak y Afganistán y su elevado coste en vidas y dinero. A cambio, Joe Biden ha liderado la coalición internacional que ha permitido a Ucrania frenar la invasión rusa, ha resucitado y fortalecido la OTAN y ha dado su apoyo a Israel para responder a los ataques terroristas de Hamás.
Con el beneplácito de la Casa Blanca, el primer ministro Benjamín Netanyahu ha arrasado Gaza, se ha enfrentado a Hezbolá en Líbano y ha respondido directamente a los ataques de Irán. Si a pesar de los últimos pronósticos ganase Kamala Harris, sería una continuadora de ese intervencionismo, a veces a través de países terceros. Trump se mantendría fiel a su pulsión aislacionista, bien resumida en el lema 'América primero'.
Los dos autócratas mencionados cruzan los dedos estos días para que el resultado de las elecciones favorezca a Trump. A ambas potencias asiáticas les conviene un líder del mundo occidental que no ejerza como tal, opte por el repliegue, siembre aún más la división interna y debilite su democracia. En la pugna por el Sur Global el mensaje de «Occidente es un desastre» ayuda claramente a Rusia y China.
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En su primer mandato Trump les dejó el campo abierto. Su desprecio hacia los regímenes multilaterales creados por su país -Naciones Unidas, Organización Mundial de Comercio, Organización Mundial de la Salud, etc- permitió que se deteriorase la organización del mundo a través de normas de inspiración occidental. Podemos asistir pronto a una repetición del partido: como hemos visto hace unos días, China y Rusia impulsan la sustitución de las reglas del juego internacionales por otras que reconozcan el reparto de poder de la nueva situación multipolar. Así ha quedado de manifiesto en la reunión en Kazán del grupo ampliado de países BRICS.
Estados Unidos y sus aliados europeos y asiáticos tienen cada vez más dificultades a la hora de mantener la hegemonía global. Solo la podrán hacer tejiendo una alianza de democracias, a partir del trabajo conjunto entre aliados indispensables que comparten valores e intereses. Harris sería capaz de liderar esta tarea. Trump está en otra película, la de la camaradería y la competencia entre los hombres fuertes que practican el populismo en países autoritarios y en algunas democracias.
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