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Ignacio Pérez Moreno, fallecido el pasado 15 de octubre, a los 89 años. C7
Mi primo 'canario'

Obituario

Mi primo 'canario'

Ignacio Pérez Moreno

Antonio Pérez Henares

Escritor y periodista

Viernes, 20 de octubre 2023, 18:51

Mi primo Ignacio Pérez Moreno no me felicitó este año por mi cumpleaños. Nunca fallaba. Y tampoco este lo hubiera hecho, pero no pudo. Porque el último de los 'canarios', así conocidos en nuestra común tierra alcarreña (Bujalaro. Guadalajara) por haber emigrado cinco hermanos allí, hecho fortuna y formado largas familias, se nos vino a morir ese mismo día, el 15 de octubre, a los 89 años, cuando yo cumplía los 70.

El era el más joven y ha sido el último en fallecer de todos, de los cinco que partieron, Domingo, Victor, Basilio, Pedro y el y de los otros tres que se quedaron en Castilla, Vicente, Rosa y Teodora. Era primo hermano de mi padre, Antonio, por ambos lados, y compartía con él y con sus hermanas, Gloria, Isabel y Ana, todos los apellidos pues eran hijos de dos matrimonios de dos hermanos, Domingo y Benito Pérez, con dos hermanas, Margarita y EugeniaMoreno, nuestras respectivas abuelas.

Ello creó en mi un fuerte vínculo con todos ellos desde muy niño. Su casa, su corral de las ovejas, el pastor compartido, Marianejo, su padre, mi 'tio' Domingo, de quien aún recuerdo que me bajaba a su palomar y me regalaba pichones fueron parte de mi paisaje infantil y luego cuando ya fui creciendo se anudó también con ellos, con sus guapas mujeres canarias, que traían al pueblo en los veranos y allí coincidíamos, pues mi familia también había emigrado, en nuestro caso al País Vasco, y con sus hijos sus hijos.

Con Ignacio, sin desmerecer a ninguno, se fue creando ya cuando yo fui cogiendo años una relación especial. El era el más pequeño de la anterior generación y yo el más mayor, entre los varones, de la siguiente. El fue el primero además en estudiar una carrera universitaria y tener cargos empresariales y directivos. Y cuando yo llegué a algunos puestos de responsabilidad en medios de comunicación comencé a pedirle consejo. Y he de decir que me lo dio con gran tino, claridad, sin pamplinas y con cariño. Como se le da, y le vi dárselo, a sus propios hijos. Además de familia, nos hicimos amigos, muy amigos.

Ayudó mucho a ello el fuerte apego de ambos por nuestro pueblo natal, como la mayoría de sus hermanos emigrados también mantuvieron de por vida. Los 'canarios' nunca dejaron de ser de Bujalaro por muy bien que les fueran las cosas, que les fueron y se lo inculcaron también a sus proles, bastante numerosas. A la querencia compartida se añadió que a mi la profesión y los viajes me llevaban en más de una ocasión a Gran Canaria, donde sabía que iba a tener cobijo seguro y sentirme como en casa y en familia, pues así era.

Se fue convirtiendo en costumbre también el reunirnos en el pueblo para irnos juntos de caza. Cuatro de ellos eran cazadores, Victor, que fue mi maestro de chico, Pedro, Ignacio y Vicente y la tropa añadida de nosotros los 'jóvenes', que conformábamos una cuadrilla de cuidado, a la que por parte de Ignacio se añadieron sus dos hijos, Nacho y Ramón Angel.

Hasta el año pasado aún echamos algún día juntos y el último en el que estuve con él tuvo que ver con esa afición. Yo no les había acompañado pero nos encontramos comiendo cabrito, que es lo que se va a comer a Jadraque, justo cuando yo acababa de publicar y había ido a grabar imágenes y cortes sonoros para su promoción de mi novela 'Tierra Vieja'. No había salido todavía a la venta, pero le dí la que yo tenía para que se la llevara en primicia a Las Palmas.

Había un porque muy importante. Trasladados casi mil años atrás, a la Alta Edad Media, había querido hacer un homenaje a los repobladores de aquellas peligrosas fronteras medievales, y en cierto modo a nuestros antepasados labradores, y no había dudado en ponerles los nombres familiares a sus personajes y protagonistas. Y todos ellos, Ignacio por supuesto, asomaban por sus páginas.

Este ha sido, al darme su hijo Nacho la mala nueva, el segundo recuerdo que me ha venido a la cabeza. El primero ha sido su sonrisa para conmigo siempre en su cara, dándome la bienvenida al llegar a las islas y su abrazo al encontrarnos en la Península. Pero de inmediato le ha sucedido aquel último día, en los 'Cuatro Caminos' jadraqueños, dedicándole aquel del libro que aún no había salido y que era nuestro, porque allí estaban nuestros ancestros y ahí sigue estando Ignacio como lo seguirá estando en mis recuerdos.

El fue un empresario de éxito, gran trabajador y avisado para los contratos y negocios. Fue un gran hombre y deja huella. Lo proclamo y sé que su muerte será muy sentida allí donde pasó su vida, trazó su camino y crio a su familia. Lo será igualmente en la tierra que le vio nacer y a la que siempre volvía.

Pero si he de decirles que no solía alardear nunca de sus importantes quehaceres empresariales. De los pormenores de sus actividades no solíamos hablar apenas. Había cosas mejores, mas cercanas y que nos unían y de las que conversar, contar y reírnos. Recuerdos suyos de joven cuando estudiaba en la cuadra de las mulas, o se escapaba con su hermano Pedro a la fiesta de un pueblo y al amanecer estaban de vuelta en la era. Nostalgias, a pesar de los sudores y padeceres, de un tiempo vivido y luchado.

Ignacio volvía, como yo vuelvo y supongo que tantos, y a todos nuestros pueblos, porque le hacia falta sentirse en sus raíces y con los suyos.

Era el 'último' de los canarios. Pero yo creo que no será así del todo. Que seguirá habiendo 'canarios' en Bujalaro. De hecho por allí andan y son habituales aunque esporádicos 'vecinos'. Y estoy seguro que continuará habiendo por las Canarias orgullosos alcarreños de su pequeño pueblo , aunque en vez de haber nacido en medio de la parda meseta y rodeados del olor a espliego y a tomillo, lo hayan hecho al lado del mar y entre palmeras.

Mi abrazo a todas aquellas familias y hoy en especial, dolorido y triste, pero con el buen poco del mejor de los recuerdos, y con un inmenso abrazo para la suya. Para Lilián, su mujer, para Nacho, Ramón Ángel y Margarita, sus hijos y para todos sus nietos

Te admiré, te quise y me sentí querido. Descansa en paz, primo.

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