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Félix Montero
Jueves, 6 de marzo 2025, 17:08
La guerra comercial a la que Donald Trump quiere someter al mundo se mueve en el terreno de lo imprevisible y los constantes cambios de ... opinión. 48 horas después de que impusiera aranceles a las importaciones de productos mexicanos y canadienses en territorio estadounidenses, el líder republicano volvió a rectificar este jueves y un concedió una prórroga de un mes –hasta el 2 de abril– a los bienes del país azteca.
El presidente estadounidense comunicó su decisión –que replica a la que tomó hace un mes– a través de la red social Truth, de la que es propietario. En un mensaje en el que no mencionó al presidente canadiense, Justin Trudeau, aplaudió la actitud de la líder mexicana, Claudia Sheinbaum. «Estamos trabajando juntos y muy duro en la frontera», aseguró en referencia a los 10.000 soldados que movilizó el país azteca a cambio de la primera prórroga a este impuesto.
La cuestión es que mientras Sheinbaum ha conseguido enderezar las relaciones con la Administración Trump, el presidente canadiense ha mostrado en todo momento una actitud más combativa respecto a su guerra arancelaria. Trudeau asegura que el objetivo de esta política comercial es dirigir su país al «colapso» para lograr la «ansiada anexión» (el líder republicano llegó a prometer en campaña que Canadá se convertiría en el Estado número 51).
Aún con todo, y pese a la llamada «acalorada» que mantuvieron ambos mandatarios la noche del miércoles, el secretario de Comercio de EE UU, Howard Lutnick, apuntó por la mañana que las puertas también están abiertas para entablar una prórroga a sus vecinos del norte «dentro del Tratado de Libre Comercio». Un eufemismo que, en la práctica, incluiría a todos los productos.
Esta prórroga a los bienes mexicanos se suma a la exención de un mes que el presidente estadounidense ofreció el miércoles a los automóviles canadienses y mexicanos tras la presión de los fabricantes. En este caso, el sector automotriz argumenta que cada vez es más complejo determinar de dónde es cada vehículo. Aunque la normativa estadounidense considera que un coche ha sido importado cuando ha sido ensamblado en otro país, la realidad es que las cadenas de suministro son complejas.
Es decir, que las piezas necesarias para construir un coche atraviesan más de un país, por lo que aumentar su carga impositiva cada vez que pasan por un puesto fronterizo dispararía su precio. Vayamos con un ejemplo. El Chevrolet Blazers 2024, de General Motors, se ensambla en una planta mexicana, pero utiliza motores y transmisores que se fabrican en Estados Unidos
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