Tener un puerto seguro y con capacidad de atender lo que precisen los operadores marítimos es determinante. Y eso se ha traducido en actividad económica y empleo, con el añadido de que es un empleo de calidad, crecientemente especializado
Francisco Suárez Álamo
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 28 de febrero 2021, 07:56
Ahora que la pandemia todo lo ha trastocado y ha paralizado la economía mundial, no está de más afinar el oído y tener presente que hay otros motores que siguen funcionando. Quizás al ralentí pero no se han detenido en seco. Incluso en Canarias, donde siempre caemos en la tentación de pensar que solo hay un motor económico, esto es, el turismo y que si se apaga -como desgraciadamente ha sucedido- nos vamos todos por el sumidero de la crisis social -como también desgraciadamente puede suceder-.
Y sí: en Canarias hay un motor que ha mantenido su actividad incluso en pandemia, con el añadido de que ha conseguido incluso resultados positivos. No es magia, sino quizás la continuación de una dinámica:se trata precisamente de la actividad portuaria, con el recinto de la capital grancanaria como gran referencia en el archipiélago, pero con los de Santa Cruz de Tenerife y también los de las mal llamadas islas menores tirando igualmente del carro.
¿Cómo es posible si con el parón turístico la demanda interna ha caído, con el añadido de que el negocio de cruceros prácticamente desapareció durante nueves meses? Pues porque los puertos canarios, y de nuevo especialmente el de La Luz y Las Palmas, ya son mucho más que lugar de entrada de mercancía para el consumo interno y de salida de las exportaciones locales -ciertamente pocas y cada vez menores tras mazazos como el 'brexit'. En realidad, y desde hace años, estamos hablando de centros de producción, y por tanto de trabajo, que atienden actividades que van más allá del mero tráfico cautivo con la península y con las islas. Y se trata de actividades que enlazan precisamente con la historia del propio puerto de La Luz y Las Palmas. El pasado viernes, al cumplirse 138 años de la colocación de la primera piedra, la Autoridad Portuaria de Las Palmas recordaba cómo fue aquel proceso, y ponía en valor no solo la intuición de figuras relevantes de la vida política y económica de las islas, que vieron las necesidades y las posibilidades de crecimiento, sino también de agentes económicos externos que tenían claro que hacía falta un puerto bien acondicionado y seguro para el tránsito de mercancías y pasajeros entre Europa, África y América. Fueron los británicos quienes jugaron entonces un papel determinante porque sencillamente eran los dueños de los mares en medio mundo y también del tráfico internacional. Pero también quisieron serlo los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, de la misma forma que Canarias tiene que jugar, y ha empezado a hacerlo, un papel relevante de cara a los movimientos de grandes potencias como China y Estados Unidos en una vecina África que empezaba a salir del ostracismo y que ha visto frenado ese proceso por el impacto -como en todo el mundo- de la covid-19.
Tener un puerto seguro y con capacidad de atender lo que precisen los operadores marítimos es determinante. Y eso se ha traducido en actividad económica y empleo, con el añadido de que es un empleo de calidad, crecientemente especializado. No hay más que preguntar a las empresas de reparaciones, con las plataformas petrolíferas como la actividad más visible, pero también en otros segmentos de negocio portuario. Y tampoco es casualidad que este sea uno de los pocos rincones del planeta donde a día de hoy es posible ver cruceros con pasaje. A partir de ahí, las posibilidades siguen siendo muchas y, además, cambiantes, pues ya no vale solo con ser una gasolinera en el Atlántico, sino además tener combustibles menos contaminantes o incluso 'verdes'.
Por todo ello, ese motor silencioso ha seguido activo. Y ojalá no pare, porque otros tardarán mucho más en reactivarse.
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