
Josu Jon Imaz
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Josu Jon Imaz
Manu Alvarez
Bilbao
Domingo, 30 de marzo 2025, 06:21
Tiene fama, ganada a pulso durante décadas, de provocar disparos certeros cada vez que escribe un artículo de opinión. Son pocos, contados, pero trascienden. El ... pasado mes de octubre publicó uno en varios medios de comunicación titulado «Industria y populismo».
No era solo un alegato contra el 'impuestazo' a las energéticas que el Gobierno de Pedro Sánchez quería prorrogar, sino también una llamada desesperada a defender la industria, a poner en evidencia que a veces subir impuestos o implantar otros nuevos no garantiza más recaudación para las arcas públicas sino todo lo contrario, y que la medida castigaba a quienes invertían en España frente a quienes importan combustibles desde otros países.
Todo el mundo ha asumido que aquel texto fue un revulsivo que animó a PP, Vox, PNV y Junts a tumbar en el Congreso la iniciativa legislativa. Ahora que la Comisión Europea comienza a repensar los plazos y condiciones de la transición energética, Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, cree que es necesario acelerar en las conclusiones y tomar medidas. Confiar también en que el gas será una energía puente y, frente al ruido, defiende que «es el momento de invertir en Estados Unidos».
–Ese artículo que usted escribió era tanto como enfrentarse al Gobierno.
–Lo cierto es que la mayor parte de la gente razonable que me rodea y que conocía su contenido me desaconsejó que lo publicase. Y posiblemente tenían razón al argumentar que desde una posición empresarial no debes enfrentarte públicamente a una política del Gobierno, porque esas cosas siempre terminan pasando factura. Pero aunque lo medité mucho y quizá por mi edad, porque ya tengo más pasado que futuro, decidí hacerlo. Me preocupaba el futuro de 10.000 personas que trabajan de forma directa en el sector del refino en España y otras 60.000 en empleos inducidos.
–¿Qué hubiese sucedido si estuviese en vigor la prórroga de esa tasa a las energéticas?
–Tendríamos un marco confiscatorio que penalizaría la inversión en España en el refino y en la química, para languidecer. Por eso lo escribí, porque en la vida hay que asumir riesgos personales, ir de frente con respeto y... afortunadamente salió bien.
–Dice que estas actitudes te pasan factura. ¿Se la han pasado ya?
– No, es lo que me decían en mi entorno, pero de momento no. Creo en las instituciones y en los gobiernos y cuando no estoy de acuerdo con algo no soy de ir criticándolo por las trastiendas. Prefiero ser leal y transparente. Creo que incluso quienes lo promovieron entendieron nuestra posición y, además, han visto que se movilizaba la inversión en el sector energético.
–Pero ese artículo también evidencia que en el resto del sector, en sus líderes, había habido exceso de prudencia. ¿Quizá cobardía?
–No tengo esa sensación. Ha habido muchas voces que criticaron el 'impuestazo', aunque quizá de una forma no tan frontal. Y sentí respeto y mucho apoyo.
–Junts fue la clave política para ese rechazo parlamentario.
–Hay que admitir que Junts actuó con valentía porque, de lo contrario, iba a salir beneficiado quien no invirtiese en España o no apostase por el empleo industrial e importase los carburantes por los puertos de Barcelona, Bilbao o Algeciras. Ellos no iban a pagar el impuesto. Hay que darse cuenta de que en los últimos quince años, de las 106 refinerías que había en Europa, han cerrado ya 26. En su demagogia y su populismo había quien apoyaba a quienes no crean empleos industriales y también quienes se dieron cuenta de la realidad. Hay que reconocerle a Junts, al PNV, al PP y a Vox que vieron el peligro y hay que agradecerles su posición. Nos jugábamos la industria frente al populismo.
–¿Cómo hubiese afectado al futuro de Petronor?
–Repsol tiene una estructura muy integrada de sus complejos industriales. Hubiese sido inviable invertir en Petronor y no en el resto.
–Pedro Sánchez, en Davos, le saludó con un «estarás contento» cuando se rechazó el 'impuestazo' en el Congreso. ¿Qué le contestó usted?
–Pues que siempre he sido transparente, que él ya sabía lo que yo pensaba y que era el momento de mirar para adelante, hacia el futuro, e invertir. En un momento en que las prioridades en Europa están cambiando, cuando cobra importancia la seguridad de suministro, del abastecimiento de materiales, la autonomía estratégica y que podamos tener nuestros propios productos químicos, las inversiones van a garantizar que todo esto se cumple. Y eso es bueno para todos.
–Vayamos a los cambios que comienzan a intuirse en la Comisión Europea...
–Es el momento de apostar por Europa. Draghi, en su discurso en el Parlamento Europeo y en torno a su informe, dijo que si no apostamos por la competitividad seremos menos prósperos, menos iguales, menos seguros y, como resultado, menos libres y menos dueños de nuestro destino. Nos jugamos la prosperidad de la siguiente generación en Europa.
–El final del motor de combustión en el año 2035, en su opinión, ¿se va a producir?
–Como dice el informe Draghi, necesitamos un giro radical. Hay decisiones que hemos adoptado que son catastróficas. No, no va a suceder, no se va a prohibir, pero el daño que estamos haciendo a la industria de automoción es enorme. Y si se cambia el rumbo en 2030, el daño que habremos hecho también será enorme.
Nuestra joya en ese sector hace quince años era el motor de combustión. ¿Dónde está ahora? ¿Qué hemos hecho en el camino? Se ha apostado con absoluta miopía por una tecnología unívoca, la movilidad eléctrica, que es parte de la solución, pero no es la solución. La clase política está tomando decisiones sobre las tecnologías sin ningún fundamento científico. Claro que hay que hacer una transición energética, eso nadie lo duda, pero debe ser inteligente. Hoy, un motor de combustión con un combustible renovable tiene menos emisiones en su ciclo de vida que un vehículo eléctrico.
–¿Cree que la sociedad está a favor de una transición energética distinta a la que se ha programado?
–Mire, yo, además de las informaciones de los periódicos digitales, suelo fijarme en los comentarios de los lectores, sobre todo en los temas industriales. Creo que son una muestra de lo que piensa una parte de la sociedad, la sociedad informada. Y observo que los comentarios se sitúan de forma abrumadora en contra. Creo que habrá una reacción social y laboral que va a obligar a los gobiernos a adoptar decisiones. El partido que ha ganado en Alemania ya lo llevaba en su programa electoral.
–Hay sectores que acusan a quienes defienden planteamientos como el suyo de ser 'retardistas'.
–¿Retardista? Alguien tiene que explicarle a los trabajadores del sector del automóvil por qué está en juego su empleo. Necesitamos centrarnos más en los datos, en las matemáticas, medir las emisiones de CO2 en todo el ciclo de vida de cada cosa.
–Por cierto, la hoy vicepresidenta de la Comisión, Teresa Ribera, cree que esos combustibles del futuro son solo para quienes tengan un Maserati y estén dispuestos a pagar algo caro.
–Los combustibles sintéticos, en los que Petronor está invirtiendo en una planta demo, son un asunto para dentro de unos años. Ya veremos hasta dónde llegamos. Pero los renovables, los que obtenemos de aceites vegetales o usados que reducen las emisiones en un 80% o en un 90%, ya están aquí. Ya tenemos unas 900 estaciones de servicio en las que se puede encontrar un diésel renovable.
A finales de año lo tendremos en 1.500, de las 3.400 que tenemos. ¿Qué es más caro? La diferencia no llega a 10 céntimos por litro. Si quieren bajar las emisiones no tienen más que corregir ese diferencial vía impuestos. No es verdad que sean solo para quienes tienen un Maserati.
–Es obligado preguntarle por el 'ecoposturero' y la batalla entre Iberdrola y Repsol. ¿Se hablan usted e Ignacio Galán?
–Por supuesto, nos vimos a finales de enero en Davos y somos personas educadas. Hay una decisión judicial clara y esta carpeta está cerrada. El sector energético tiene magníficas compañías y nos necesitamos todos.
–Hay empresas de su sector que han decidido cambiar su nombre, la marca con la que comercializan sus productos. Es un claro intento de buscar un cambio de imagen. ¿Se lo han planteado en Repsol?
–Esa compañía que lo acaba de hacer en España me merece mucho respeto porque es un buen competidor. Pero nosotros no nos los planteamos y hay razones para ello. Nuestra marca es la cuarta más reputada en España tras Inditex, Mercadona y la ONCE. La cuarta marca más reputada es del denostado petróleo.
–Pero admitirá que es un sector, digamos, con cierta mala imagen.
–Pues yo estoy muy orgulloso de que seamos una empresa productora de petróleo y de gas. ¿Cómo no voy a estarlo? Si dejásemos de producir, nuestra sociedad no podría moverse, ni siquiera los que nos critican. Y a riesgo de ser un poco provocativo, hay que reconocer que el denostado 'fracking', el gas de Estados Unidos, fue la salvación de Europa los años 22 y 23.
Si redujésemos en este momento la oferta de petróleo y gas en el mundo, generaríamos tal espiral de inflación, que causaría un daño enorme a las personas con menos recursos. Al del Maserati no, pero al resto, sí. Por eso tenemos una responsabilidad de seguir haciéndolo a pesar de la incomprensión de algunos.
–Estados Unidos es un foco de las inversiones de Repsol. ¿Lo han puesto en revisión?
–Tenemos una visión atlantista, una comunidad de valores como la democracia, la seguridad jurídica, respeto al Estado de derecho y equilibrio de poderes, que es lo que Europa y Norteamérica compartimos. Más allá de un Gobierno, este sistema de valores es sólido. Por eso apostamos también por Estados Unidos, que es donde tenemos el 31% de nuestro capital empleado. Y sí, estamos invirtiendo allí en renovables pero también en petróleo.
–¿Pero la guerra arancelaria no supone un freno?
–Soy presidente de la Comisión España-Estados Unidos y creo que es el momento de que todos los sectores apuesten por la relación con ese país. Puede haber dificultades puntuales, pero a largo plazo...
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