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Luchada en el Cuyás, en 1895. FEDAC
El siglo XIX, germen del surgimiento, auge y consolidación de la lucha canaria

El siglo XIX, germen del surgimiento, auge y consolidación de la lucha canaria

Había actividad en todas las islas y en cada una de ellas se da cuenta de la notoriedad de grandes bregadores

PEDRO REYES

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 4 de abril 2021, 01:00

Tras la conquista de las Islas Canarias, en el siglo XV, vino la europeización de la lucha que practicaban los aborígenes, convirtiéndose en lo que es la actual lucha canaria.

En los siglos venideros, el vernáculo deporte quedó casi relegado a los pueblos, donde los campesinos la celebraban aprovechando las fiestas del lugar u otras importantes de cada isla, a pesar que no era bien vista por la nobleza e incluso por una parte del clero. Esta aportación de los hombres del campo canarios, resistiéndose a perder una costumbre ancestral, la salvó de su desaparición. La forma de proceder de los isleños es la misma que han tenido los antepasados bereberes o imazighen con las suyas, ante las múltiples invasiones recibidas y que hoy guardan en tres lugares de África. A pesar de ser conquistados, lo más importante de sus antepasados lo mantienen a buen recaudo.

Hay pocas notas sobre estos siglos, hasta que se llega al XIX, que es el del relanzamiento de la lucha canaria. Cada vez era más importante en las fiestas e, incluso, los domingos después de misa, en la plaza del pueblo. Ya la lucha se practicaba en todas las islas como atestiguan diversos escritores y la prensa de la época. El hecho de defender el honor de la pila, del pueblo o de una zona de la isla, se convirtió en un acicate para los jóvenes, quienes, además, veían como los grandes luchadores tenían un prestigio social cada vez mayor y eso aumentó el número de bregadores.

Un antes y un después

El acontecimiento más numeroso del se tiene constancia escrita se disputaba en Tenerife, en la zona de Barranco Hondo (Candelaria), siendo conocido por 'la lucha de la media montaña', en la que, en octubre de 1834, y durante tres días, alrededor de 430 luchadores del norte y del sur de la isla bregaron en la misma, según el periodista Emilio Rivero. «Como los de sur eran inferiores a los del norte, que tenían en Pancho Melián su mejor hombre y no querían perder, usaron un truco o malas artes. Cuando un luchador caía y era eliminado, cambiaba su aspecto físico cortándose el pelo, la barba el bigote o rapándose y así algunos lucharon hasta en tres ocasiones. Para eliminar a Melián le pusieron a un bregador sin escrúpulos, con la ropa apenas hilvanada. Cuando Melián lo fue a levantar, se quedó con la camisa en la mano y al encontrarse sin agarre aprovechó el del sur para tumbarlo por cogida de corva». Así lo cuenta el libro Historia de la lucha canaria, versión infantil, del año 2019.

Había lucha en todas las islas, con nombres ilustres en cada una de ellas. Ómnibus, periódico de Las Palmas, escribía en 1856: «La afición a las luchas- lucha canaria- continúa en aumento. El domingo, en la plaza de la Concepción de Jinámar, se reunieron gente de todos los pueblos, una numerosa concurrencia para presenciar las luchas entre los mejores aficionados del sur contra los del norte».

El mismo periódico escribía, en 1868, sobre las fiestas de La Naval en la capital grancanaria y hacía mención que acudían en masa los habitantes de la capital y del resto de la isla, siendo las luchas uno de los espectáculos de la misma.

También las fiestas de la conquista de la isla era motivo para luchadas de gran concurrencia, como atestiguaba el periódico El Independiente, en mayo de 1879: «El día 7 de junio a las 11, en el Circo del Consejo, compondrán un partido distinguido luchadores de Agüimes e Ingenio, y otro los no menos afamados de la Ciudad de Telde». Nombres como Mariano Santana, Sebastián Viera, José Castro, Juan Castro, Ovejero, Cristóbal Méndez, Matías Dávila o Matías Jiménez eran conocidos en Gran Canaria como grandes bregadores.

En Lanzarote, ya desde 1861, hay constancia escrita de luchas en los pueblos de Teguise, Tías, Yaiza, Haría, o en Arrecife por el día del Rosario. El periodista Issac Viera daba conocimiento de luchadas en Lanzarote en el último tercio del siglo, con los desafíos de Fajardo y el pueblo de Tías al resto de la isla donde estaban Cabrera de Tinajo, Blas Marreo de Yaiza , Cabrerita de Teguise o Machín, ya hacia final de siglo. De la isla más pequeña, El Hierro, salió uno de los históricos, Ramón Méndez, que en los últimos años del siglo realizó grandes desafíos con su paisano Martín Hernández o tras caer contra Bartolo El Guerrero, luchador del sur de Gran Canaria, hizo lo imposible por tomarse la revancha y en una luchada norte sur ,en Ingenio, no dio opción a su rival. El propio luchador palmero se convertiría en promotor de luchadas y desafíos, no solo en las islas, sino también en Cuba.

En La Gomera la lucha aguantaba hasta el final de siglo, realizándose en fiestas y romerías, como escribía el propio Emilio Rivero, quien destacaba a luchadores como Vicente Bencomo de Hermigua, Pedro Álvarez o los hermanos Trujillo, Domingo Bencomo o Nicolás Montesinos.

La Palma no era una excepción y en todos los municipios había luchada normalmente por las fiestas del lugar o por desafíos, en especial en Santa Cruz por la bajada de la Virgen, aunque a veces en el muelle, mientras se esperaba el barco para ir a Cuba, se disputaron improvisadas luchadas. Periódicos de la época como el Time, Aseró o el Eco, junto al Diario de Avisos en la última década del siglo, dan cuenta de esas crónicas donde Juan el de Tacande se consagró como uno de los mejores luchadores.

Duras censuras de la prensa

A pesar del arraigo y del aumento de la afición, una parte de la prensa, especialmente de Tenerife, no veía bien estas manifestaciones y así lo expresaban en sus páginas diferentes periódicos de la isla, como El Guanche, que en sus primeros números la calificó de «espectáculo vulgar y anacrónico».

Por su parte, La correspondencia de Canarias, en mayo de 1869, escribía sobre la lucha como «bárbaras costumbres pues el hombre no es un loro que sale a la plaza pública a luchar». Este medio pidió a la Autoridad que interviniera para su prohibición.

La Revista de Canarias del 23 de enero de 1879 hacía mención sobre un gimnasio en Santa Cruz de Tenerife de esta manera; «¿Saben ustedes donde se está estableciendo el gimnasio? Pues en el mismo donde hace meses tenía lugar el bárbaro espectáculo de las luchas. Así se progresa».

Era tal la fuerza de la lucha ya que fue imparable y los comentarios negativos cayeron en saco roto. El hecho de que cada vez, en mayor número, la gente acudiera a los eventos luchísticos, hizo que en el último tercio del siglo se mercantilizara. Empresarios y algunos luchadores con visión, se dieron cuenta del negocio que se podía crear con tanta afición y comenzaron a organizar luchadas con los mejores bregadores, a los que daban esplendidos premios en metálico. La lucha pasó de disputarse en lugares abiertos y solo por el honor de «la pila» o el pueblo a llevarse a recintos cerrados, donde se podía cobrar una entrada.

Esta situación no menguó la afición y siguió creciendo, pero ya con otras connotaciones. Como ejemplo, el rotativo El Federal, el 20 de junio de 1869, ya anunciaba una luchada en la Plaza de la Feria de Las Palmas con los mejores bregadores de Fuerteventura y de Gran Canaria con precios de 4 reales de vellón las sillas en primera fila hasta los 1,2 de las ultimas.

Algunos historiadores ponen en 1860 la fecha en que la lucha comenzó a cambiar por el carácter más mercantil, pero el éxito siguió aumentando y lugares como el Cuyás se convertirían en centros emblemáticos para la lucha canaria. En diciembre de 1889, el periódico El Bombero comenta sobre la tremenda rivalidad que existía entre los luchadores de Agüimes, Ingenio y Telde, lugares donde la lucha canaria tenía un gran arraigo y magníficos bregadores. Esta situación fue explotada para organizar luchadas y desafíos, pero ya con otros fines más que los meramente deportivos.

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