
Molina II y su aureola única en el Gáldar
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Sobresalió como luchador de época en los sesenta y setenta y creó una historia de triunfos y prestigio como miembro del equipo grancanarioPEDRO REYES
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 6 de marzo 2022, 01:00
En la década de los sesenta y setenta del pasado siglo, hubo un luchador sobre el que no hay demasiada literatura, pero que ejerció de referente en el Unión Gáldar desde sus inicios: Paco Molina, Molina II, también conocido como el Coloso del Norte. Fue el hombre que sostuvo en la puntalía al conjunto del noroeste y que le llevó a obtener varios títulos y ser de los clubes punteros en la isla.
Para que nos hablaran de este genial luchador, llegan referencias de su hijo, Juan Bosco Molina Jorge, Molina V, que en la casa familiar de Lomo Los Frailes, conserva los trofeos de su padre. «Él era muy sencillo y nunca alardeaba de lo que hizo. Siempre me decía que su historia ya estaba escrita y que no había que presumir», dice.
Sobre su vida luchística recuerda: «Me cuentan que comenzó en Gáldar, con Pepe Ojeda, pero como pensaba que no valía, porque no seguía sus instrucciones, lo echó del equipo y lo aceptó Vicente Román en el Ajódar, que después fue el Kruger y el Gáldar, y allí comenzó a despuntar. En la mili fue al Hespérides de Tenerife, estuvo un año y le daban el puesto de bombero en La Laguna. El alcalde de Gáldar le dijo que tenía que defender al Gáldar y habló con el de Las Palmas, entrando en el cuerpo de bomberos de la capital, donde estaba Alfredo Martín, El Palmero, que era sargento. Ya en Gáldar se retiró».
Estaba orgulloso de su progenitor: «Sé que luchó con todos los grandes de la época. Sé que le dieron un día el Can de Plata, que era del club, pero como él ganó la lucha tirando a casi todo el Vencedor, con Quintana y Pepín Ruano, se lo regalaron a petición de los compañeros, pero después se lo quitaron por un problema que hubo».
La forma de ser de Molina II era muy característica, como detalla su hijo: «Las ultimas veces que lo vi luchar en la Granja del Cabildo, salió a hombros. Era muy querido y otros me cuentan que era un luchador que no se achicaba ante nadie».
Uno de sus grandes momentos, al margen de los títulos con el Gáldar, fue en un desafío con dos de los más grandes. «Mi padre me contó que, en una luchada en el López Socas, se hizo un desafío entre Ojeda, Barbuzano y él, ganando mi padre, ya que tumbó esa noche a los dos, a Barbuzano y a Santiago Ojeda. Los que lo conocieron bien, me dicen que fue un fenómeno de la lucha canaria».
Para completar la vida en la lucha canaria de Molina II, Pepe González y Antonio Martel Corujo, Rojillas, antiguos compañeros, completan la radiografía.
«Empezó con Pepito Ojeda, en el equipo que se llamaba Guanarteme de Gáldar, pero nunca fichó, si entrenó e hizo algunas luchadas, pero sin ficha. Paco Molina siempre se pasaba a lo zurdo para coger el muslo y a Pepito Ojeda no le gustaba y le dijo que se fuera, que él no servía para la lucha porque tenía 'el culo cambao'. Entonces varios de los que estábamos allí, nos marchamos también porque éramos todos muy amigos. Pasó al Ajódar con Vicente Román y después de ir a la mili fichando en el Hespérides de Tenerife, al regreso ya se quedó en el Gáldar hasta su retirada», dicen.
Molina II se vio en medio de la rivalidad entre Ojeda y Román. «Pepito Ojeda era contrista y Vicente Román te apoyada en lo que hicieras, había gran diferencia en la manera de ver la lucha».
Molina II siempre estuvo presente en ese enfrentamiento. «En los primeros años que luchó con Vicente Román, el pique entre Ojeda y Román era muy fuerte. Román quería demostrar con Molina II que las matemáticas de Pepito Ojeda no funcionaban. Era un gran luchador y con la ayuda de Vicente Román empezó a tumbar a hombres. Fíjate como era Pepe Ojeda, que un día Juan Bolaños hizo una luchada con el Gáldar sin permiso y por ello dejó la lucha y se dedicó a los perros, con los que tuvo un gran éxito».
El episodio del Can de plata lo vivieron como lo cuentan. «El trofeo del Can de plata lo ganó el Gáldar al Vencedor. Aunque era del equipo, los luchadores decidieron que se lo quedara Paco Molina. Como se fue al Hespérides de Tenerife, tuvo que devolverlo pues Pepe López, el presidente del club, le obligó a ello por marcharse».
Así lo definían como luchador: «Era el corazón que tenía. No le daba miedo nadie. Se pasaba a la izquierda a coger el muslo izquierdo, era su lucha. Tenía una fuerza brutal. Entrenábamos hasta las once de la noche y después de acabado, cogía una pesa con cemento, se la ponía en el cuello y hacía flexiones con 99 kilos. Después se tendía en el suelo y se las ponía en las piernas hasta que se le agarrotaban. Él trabajaba en un almacén de plátanos y el único que cogía un racimo de plátanos entero. Era un superhombre y con un gran corazón».
De su carácter en el terrero, más de lo mismo: «Era buena persona y bondadosa con todo el mundo. La lucha era su vida, pero cuando luchaba se transformaba, iba a lo suyo, a ganar. Por las buenas te daba hasta la ropa, pero luchando se olvidaba de todo y solo pensaba en tumbar, al contrario. Solo deseaba pasarse a la zurda, porque si lo hacía, ya era imposible que pudieran con él. Solo Barbuzano pudo tumbarlo si se pasaba a lo zurdo. Molina le dio luchas, pero Barbuzano ha sido el más completo de la lucha canaria», añade Pepe González.
Rojillas recordaba otro momento memorable: «Un día, luchando contra el Tacuense en Tenerife, en la plaza de toros, le guardaban a Juan y Miguel I para Paco. Al final los tumbó a los dos y cuando tumbó a Miguel I le dijo a Juan 'ahora te toca a ti' y botó ese día a los dos hermanos. Hacía grandes luchadas también con Pepín Ruano, eran grandes amigos, pero en la arena se transformaba y tuvieron muy buenos enfrentamientos».
Su figura fue tan grande que Pepe González, en su época en el Unión Gáldar, inició las luchadas en su memoria, que, hasta antes de la pandemia, se seguían celebrando en el noroeste de la isla.
En la prensa escrita, hay una entrevista con Alfredo Ayala para El Eco de Canarias sobre la situación del vernáculo deporte en los años 70. La respuesta fue clara y concreta: «Muy mal. Faltan, principalmente, buenos luchadores que puedan mantener al público animado durante la luchadas, porque si el público asiste y no le gusta, se aburre. Lo más lógico es que no vaya al domingo siguiente porque ya sabe que se va a aburrir y eso hay que evitarlo, porque es lo más importante en la lucha, aparte de los luchadores. Esta es la causa por la que la lucha esta hundida en estos tiempos, pero no es ningún secreto».
La revisión del reglamento también era motivo de debate: «Como se ha venido luchando hasta este momento la lucha no ha beneficiado en nada y si ha perjudicado mucho, tanto que buenos valores de Las Palmas la han dejado porque no tienen alicientes para recompensar tantas horas de sacrificio en los entrenamientos».
Los campeonatos por peso no le gustaban a Molina II y así lo reconocía: «Creo que es lo peor que han podido hacer. La federación lo tenía que haber pensado antes de cometer ese disparate, porque en la lucha nunca se ha mirado si un luchador es más fuerte que otro. Las apariencias engañan y en muchas luchadas, salen dos contrarios, uno pequeño y otro grande. El grande es muy fuerte y el pequeño menos fuerte, pero mal amañao. No es una cosa del otro mundo que los luchadores, por mucha diferencia de peso que existan, se enfrenten. ¿Quién está seguro del resultado? Creo que nadie contestaría con seguridad si cae uno u otro, porque lo bonito de la lucha es que luche el pequeño con el grande».
Finalizaba la corta entrevista donde se le preguntaba qué haría para mejorar el nivel técnico de la lucha: «Los luchadores junto al entrenador deben de buscar en los entrenamientos la manera de tener una buena preparación, porque si esto no existe no habrá técnica. En el espectáculo habiendo preparación y técnica, la lucha sale por si sola, pero siempre respetando la opinión del entrenador».
Todo lo que hizo y enseñó sigue muy presente.
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