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José María Hernández, Lomo Quiebre I, en su huerto de El Salobre. Foto: Pedro Reyes
Feliz cuando luchaba y querido por la gente: el recordado Lomo Quiebre

Feliz cuando luchaba y querido por la gente: el recordado Lomo Quiebre

Lucha Canaria ·

Empezó en Mogán con 13 años en lo que fue el punto de partida de una carrera plena y en la que se diferenció por su técnica

Pedro Reyes

Mogán

Sábado, 9 de diciembre 2023, 10:33

Uno de los luchadores más felices y contentos cuando luchaba fue, sin duda, José María Hernández, Lomo Quiebre I. Su hijo Adrián Pollo no fue luchador, pero llegó a debutar en Primera División con el Atlético de Madrid y, posteriormente, jugó en la UD Las Palmas. Desde su casa de El Salobre mientras pasea por su huerto, repasa con nostalgia su trayectoria.

Lo del nombre viene de su abuelo. «Era pastor, tenía el ganado en Lomo Quiebre y mis padres hicieron ahí la casa. Lomo Quiebre es el caidero por donde baja el agua de Tabaibales. Somos cuatro hermanos, Tomás, Gregorio, Santiago y yo».

Comenzó muy joven en los terreros: «Empecé con 13 años en Mogán y el entrenador era Antonio Suarez. Año 1968. Entrenamos hasta que nos federamos con Silverio Martín en la directiva. Nos enseñaron mucha técnica y Pepe Hernández Moreno, los veranos, nos daba preparación física. Empezamos a luchar en un solar de Antonio Martín en el pueblo y como Antonio Suárez tenía buenos contactos, vinieron grandes luchadores a reforzarnos como Santiago Ojeda. Fichamos a Domingo Díaz y a Cordero y el equipo arrancó».

De Mogán cambió a la costa. «Había mucha gente y me fui a Arguineguín e hicimos el equipo con la ropa del Rumbo, por eso se llamó Rumbo-Arguineguín. Después fui al cuartel y encontré a Juan Mujica, el padre, al lado de los bomberos en el Obelisco. Este hombre era un libro de hacer lucha, al igual que Antonio Suárez, al que no vi luchar nunca, pero te enseñaba a contrear. El público viene al terrero a ver bonitas luchas, pero no hay técnica depurada. He visto lucha en televisión, aunque me he sentido mal porque se tiran encima del contrario y eso no es lucha. La lucha es a cámara lenta, cuando le das una caderita».

Y profundiza sobre el vernáculo deporte en la actualidad. «Hay buenas luchadas, pero a los luchadores les falta preparación física, ya que después de la primera agarrada, no saben qué hacer. Los grandes son lentos. Con 17 años ya me codeaba con los Molina, Ojeda, Barranquera III y IV o Periquín...».

Terreros llenos y cariño inalterable

El relato de su vida sigue un curso lineal: «Después del cuartel, estuve en el Sardina unos tres años y, posteriormente, al Maspalomas. Cuando iba a las islas, los terreros estaban llenos y me trataban muy bien, se notaba que me querían, al igual que aquí. Después del Maspalomas me quedé en el Unión Sur, con buenos fichajes, pero trabajaba en Correos y paré tres años, uno por un accidente y dos porque estuve destinado en Correos en Barcelona. Al regresar, me llamaron para reforzar al Agüimes en una fiesta. Como en Barcelona no dejé de entrenar, estaba bien y gané esa lucha».

Y ya se quedó en Maspalomas: «Mi mujer trabajaba y me instalé aquí. Me retiré a los 40 años y también estuve en el Bentejuí de Borito. Me habían ofrecido seguir luchando en La Palma, pero ya no tenía edad y había que luchar mucho para pasar de la media. Tenía una técnica depurada, estaba fijo acechando al contrario y gracias a eso no me lesioné de gravedad como muchos compañeros. Mi manera de luchar gustaba a la gente. Yo me los quitaba, los telegrafiaba por todos sitios. Me acuerdo una vez agarrando con el Pala de Tenerife, me decía Antonio Suárez, 'ten cuidado que ese coge el muslo' y yo dándole el muslo y nada, hasta que fue ciego a cogerme el muslo, hago una cogida de corva y lo dejo sentado. Me dice el Pala 'nos estábamos acechando los dos' y le digo 'sí, pero yo te aceché primero'».

Lomo Quiebre se recrea en el buen trato que siempre recibió de la afición durante su trayectoria deportiva: «Fuimos a La Palma con el Mogán y nos llevaban a las bodegas, porque nos apreciaban bastante. Como no había coche en la casa de alquiler, me dice el de la agencia 'no hay coche, pero se llevan el mío y me lo devuelven el lunes, aquí los luchadores no pagan'. Era un escarabajo y nos subimos cinco luchadores. No sé cómo entramos. En Fuerteventura iba a reforzar a los equipos en las fiestas y también me apreciaban mucho. Me llevaban a la playa de Ajuy, que allí un marinero tenía preparado un cuarto. A Pájara también fui bastantes veces».

Y en el capítulo de logros, orgullo y satisfacción: «Ganamos como siete años la liga interregional con el Maspalomas, que tenía un equipazo imbatible, gente que luchaba bastante. La liga insular también la conseguí con el Sardina, aunque en la regional apenas entramos».

«Con el Maspalomas quería fichar todo el mundo y venir a prepararse con nosotros, ya que entrenábamos mucho, y la gente se ponía muy en forma. Estuvo Vicente Alonso, el hermano y Pedro Cano a entrenar», detalla.

Lo de ser puntal no le preocupaba. «Llegué a puntal B, pero eso no decía nada. Lo que me importaba era tirar al contrario cuando salía, porque nadie tiene raíces. Utilizaba ya sea una cogida de muslo o toque para atrás, que eran luchas seguras. Yo hacía muchas luchas más, toque por dentro, burra y algunas otras. Agarrando con Mujica me dijo su padre, 'dice mi hijo que le haces trampas' y yo le contesté que en el deporte vale todo lo que el árbitro no ve. Era un poco pillo y lo aprendí del viejo Loreto, que fue un fenómeno para eso. Cuando estaba perdiendo te agarraba por todos sitios».

Tiene muy claro a sus entrenadores predilectos: «Antonio Suárez era uno de los grandes al igual que Juan Mujica. Para mí, los dos mejores. Con Mujica entrenaba en el Obelisco y con Suárez íbamos a la playa a practicar técnicas. Por cierto, la palmada por fuera, que antes le decíamos la mentirosa. Es de las mañas más bonitas que hay y la practicábamos. Se la hice a Molina II, pero ya hace años que no veo una».

El recuerdo de las lesiones le entristece. «La única lesión importante fue luchando con El Botella, que me fastidié la clavícula en la caída, pero problemas físicos más importantes, no tuve, porque yo no presionaba con la gente grande. Mi padre me decía que yo ganaba más luchando que él trabajando, pero el dinero del público era lo que me daba y recibía bastante, porque gustaba mi manera de luchar».

El momento que más alegrías le dio fue «ganar las ligas interregionales, era lo máximo y la conseguimos varias veces. La lucha siempre me da satisfacción. Para mí luchar no era un sacrificio, pero siempre iba a luchar. A veces cometía errores por hacerlo, pero a la gente eso le gustaba. Lo más triste fueron las lesiones, te tumban un poco. Luchando lo peor que recuerdo es cuando tenía una teóricamente fácil y me tiraban, aunque yo veía las cosas de otra manera. Si me tumbaban me decía que ya lo cogería otro día. Para mí la lucha era alegría. Un día luchando contra el Adargoma, me sale Cinturita de Oro, yo no me colgaba de la gente y se me echa a correr, pensó que estaba apoyado, se gira al revés y se cayó. Me dice que hacía un mes que estaba entrenando para tirarme y que lo tumbé como un machango. Otro día con el Pollo del Puerto, comenta al verme si yo era el pollito ese de Mogán del que tanto hablan. Cuando lo vi de cerca dije '¡Dios mío!' El entrenador me decía '¡posición!' y le metí una pardelera que lo tumbé».

Los problemas de la lucha en el sur de Gran Canaria los resume con claridad: «Hay muchos deportes para practicar y la gente se reparte más. Hemos tenido gente con gran proyección, pero se van a la hostelería y no pueden entrenar. Falta técnica, que es lo que le guste al público para que vayan a los terreros. Hay que hacer pantalón, preparación física y la técnica se consigue ahí».

Y no ve en la escasez de terreros un problema. «No hacen falta, se coloca un tatami en el polideportivo, en los pabellones. Los terreros no tienen nada que ver para que haya un equipo en el municipio. Los clubes han desaparecido porque el hombre de pueblo ya murió, el que lavaba la ropa, el que arreglaba el terrero y ahora todo el mundo quiere cobrar. Hacen falta directivos que trabajen».

Faceta docente

Le gusta entrenar a los niños. «Preparé a los de la Universidad Laboral de Las Palmas y en Fuerteventura también. Entrenar niños hay que planteárselo, ya que no hay una asignatura de lucha canaria en los colegios. Tenemos que promocionar lo nuestro».

Tiene algunos luchadores en un pedestal. «Me ha impresionado Santiago Ojeda, que era lento, pero luchaba mucho, o Babache a su estilo. No se puede decir quién es el mejor, cada uno tiene el suyo. Barbuzano tuvo una técnica depurada,que yo no he visto a nadie. Por mi parte, he sido un luchador que iba a luchar y siento que la gente me recuerda y me ha querido bastante».

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