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IGNACIO S. ACEDO
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 27 de febrero 2022, 01:00
Un aplauso atronador, después de que Pepe Moriana aludiera al amor puro y primigenio por el baloncesto, fue el epílogo de un acto entrañable, en el que se intuyeron lágrimas y resultaron evidentes las emociones, con motivo de la presentación de 'Mis tiempos muertos', obra biográfica del fundador del CB Gran Canaria y que ayer llenó la iglesia de San Pedro de La Isleta. Fue allí mismo, todavía sobreviven vestigios de la primigenia cancha con la que empezó todo, donde los padres Palotinos instauraron el baloncesto en la isla ochenta años atrás.
Y Moriana, sensible siempre a los detalles y fiel agradecido, igualmente, a los pioneros del deporte que ha marcado su vida, quiso llevar a esta localización, al corazón de la canasta, la escenificación de una convocatoria en la que se respiró autenticidad por los cuatro costados. Coincidió, además, con el día grande del emblemático barrio costero, lo que añadió carga solemne y afectiva a la jornada que atrajo a una muchedumbre, a la altura de la importancia.
Con el párroco Jorge Hernández como maestro de ceremonias, el descubrimiento de una placa conmemorativa arrancó una ovación unánime. La leyenda queda para la posteridad: «En este lugar se inauguró la primera cancha de baloncesto de Gran Canaria, donde se entrenaban niños, niñas y jóvenes de La Isleta. Los padres Palotinos alentaban y estimulaban su práctica. En honor a ellos, nuestro recuerdo y agradecimiento (1940-2022). San Pedro de La Puntilla. La Isleta». Allí congregados, los dos únicos miembros que ha quedado para contarlo del San Pedro, hoy ya consagrado en la memoria gracias a esta iniciativa tenaz e investigadora de Pepe Moriana, al que acompañaron autoridades políticas, con el consejero de Deportes del Cabildo, Francisco Castellano, y el concejal capitalino Aridany Romero al frente, y figuras reconocibles del Granca, léase Lisandro Hernández, Joaquín Costa, Juanra Marrero, Roberto Guerra o Enrique Moreno, entre otros.
Una vez dentro de la iglesia, cuyo aforo se completó por los asistentes, se procedió a realizar una reivindicación, por parte del Foro de La Isleta, de los vecinos y calles del barrio, así como de su legado humano, cultural y social, empoderando el impacto que ha tenido en el progreso y crecimiento de la isla.
«Es un honor que Pepe Moriana, alguien respetado y querido por todos, haya insistido y culminado un trabajo de esta envergedura e importancia y que nos sirve, en adelante, de referente para situar y contextualizar fecha y acontecimientos que permitieron que un deporte tan noble como el baloncesto se instalara aquí», aseguró Jorge Hernández, quien no dudó en exhibir sus raíces palmeras, tierra distinguida por cuidar siempre esta disciplina.
El turno de parlamentos permitió que el histórico periodista Antonio Cruz, vinculado al Claret y su tradición formativa, ensalzara la figura de Moriana con un recuento de anécdotas y vivencias pretéritas. Un ejercicio de justicia a la memoria que sirvió para dar paso al gran protagonista de la jornada, huidizo de focos y elogios pero a quien no quedó más remedio que tomar la palabra.
«Lo primero, acordarme de papá y de mamá, quienes me permitieron tener la formación y la educación que tantas satisfacciones y, a la vez, conflictos, me han dado a lo largo de mi vida», comenzó diciendo el histórico dirigente, empresario, escritor y entusiasta del deporte. Por momentos se le quebró la voz al bueno de Moriana, pese a su impecable manejo del discurso y los tiempos, captando la atención de los presentes con su estilo mordaz y directo.
Tan reparador como didáctico resultó escuchar sus reflexiones, siempre guiadas por su afán generoso de repartir méritos, mencionar a sus compañeros de viaje y subrayar la capacidad educativa del baloncesto, su razón de ser, ni más ni menos. Insistió en que debe pervivir la esencia «de convertir a los niños en practicantes y protagonistas y no en espectadores», reclamó el «espíritu global y popular» del Gran Canaria, institución que fundó con el ánimo de que fuese patrimonio de los ciudadanos, lo que invalida «ventas a manos privadas e intereses ajenos al que tuvieron sus creadores» y, como no podía ser menos, fue incapaz de disimular el nudo en la garganta cuando se explayó en el capítulo de agradecimientos. Con los brazos cruzados en su pecho, la mirada perdida y un gesto facial limpio y sincero, casi en fase mística, Pepe Moriana acogió el calor de todos y vio compensados sus años de trabajos y empeños ahora reflejados en unas páginas de obligada consulta y que ya le instalan en la inmortalidad.
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