Copa del Rey 2025

La noche de los corazones calientes

Una cosa es el amor incondicional, ese que la masa amarilla que tiñe el Arena cada partido muestra en ocasiones con la desidia de una relación duradera. Y otra es la pasión de un corazón caliente, ese torrente sanguíneo que hierve y que se mide en litros del sudor ardiente de la pasión. Ese que no siempre se reconoce en el Gran Canaria ni en su grada; ese que bombeó desde horas antes de confrontar con Valencia y que deja para el recuerdo una noche de corazones calientes y felicidad plena.

El Gran Canaria Arena tiene otra noche para su colección de epopeyas. La de este viernes ante Valencia se escribirá sobre un molde dorado, porque fue uno de esos partidos perfectos con la atmósfera ideal. La pequeña y ruidosa porción de aficionados que se dio en bautizar como Grada Loca en los cuartos coperos se triplicó en número pero sobre todo en decibelios. El pabellón crujía como los pilares de la Bombonera con cada acción de un equipo que, por fin, olvidó sus complejos y siguió la lógica que su entrenador, Jaka Lakovic, recitaba en aquellas noches de Eurocup de 2023 en los que Gran Canaria se imaginaba celebrando un título europeo. «Cabeza fría, corazón caliente».

No era fácil tener fe. Los indicios eran preocupantes y la derrota del pasado domingo en Liga ante Andorra había sembrado dudas por lo que se ve en la pista, el juego y la intensidad, y por lo que sucede de puertas abiertas, con un vestuario en el que se abrieron fisuras que fueron mucho más allá del indiscreto tuit de Thomasson.

Pero a los equipos de prestigio también se les reconoce en esas. Cuando son capaces de cerrar la puerta y decirse las cosas a la cara. Cuando interceden los liderazgos y ponen sobre la mesa lo que está en juego.

Y cuando el corazón está a la altura de lo que exige un partido a vida o muerte en la Copa del Rey. En el tercer año del ciclo de Jaka Lakovic por fin se gana un partido copero. Pero, además, el equipo demostró entender que más allá de lo que se pinte en la pizarra hay que doblar el esfuerzo del alma.

La grada también lo entendió y aprovechando que esta Copa se juega en casa se volcó desde el principio. Aunque el conductor de la guagua que llevó al equipo al interior del Gran Canaria Arena marcó el mejor tiempo en la recta del pabellón, los jugadores pudieron vivir tras el cristal el ambiente que les esperaba. Con una plaza Sur en la que el amarillo explotaba como un arco iris después de la lluvia.

De los que poco se esperaba solo se puede escribir que dieron el paso adelante. Y los que nunca fallan, como el eterno capitán Albicy, levantaron con cada acción una grada completamente volcada con los suyos.

Faltaban poco más de tres minutos para que finalizar el tercer cuarto cuando un triple de Homesley obligaba a Pedro Martínez a parar el partido (57-43); ese fue tal vez el instante en el que el Arena decidió que solo un maleficio evitaría la euforia colectiva. Tobey, en su línea destacada bajo el aro pero siempre con gesto contenido, explotó y mientras se aferraba a los tirantes de su camiseta no acudía al banquillo a escuchar a Lakovic sino a levantar con sus brazos a los cada vez más crédulos seguidores isleños.

La noche de los corazones calientes disparó el torrente sanguíneo de equipo y afición en un partido que crea otra memoria imborrable para el equipo con nombre de isla.

No hubo tiempo para viejos enemigos como Montero, atragantado una vez más en ese Arena del que desertó, solo hubo espacio para disfrutar de una jornada épica que sirve para olvidar meses de malos tragos y aplazar las dudas.

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