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Sergio Ramírez entró en política atraído por el sueño de una revolución sandinista que se convirtió en una pesadilla autoritaria para la población y que lo ha convertido en su enemigo. De ahí que este escritor y Premio Cervantes en 2017, que vive su exilio en Madrid, sea una voz autorizada para reflexionar, incluso más allá de sus libros, sobre lo que se cuece en Latinoamérica y los paralelismos con la Rusia de Putin.
«Rusia es un parangón lejano pero efectivo. Putin ha creado un poder absoluto a su alrededor. Los que le rodean no tienen rostro, sus ministros son sustituibles y él no duda en humillar en público a los responsables de Inteligencia o del Estado Mayor. Es un zar, como han sido todos los gobernantes rusos desde Iván El Terrible y Pedro el Grande», explica quien protagoniza el próximo 9 de marzo, a partir de las 20.00 horas, el evento 'El escritor y tú' en el Auditorio Insular de Fuerteventura, donde conversará con Claudia Neira, directora del Festival Centroamérica Cuenta, y repite al día siguiente, a las 18.00 horas, en la Biblioteca Pública del Estado, en la capital grancanaria, dentro de 'No solo libros, encuentro con tus escritores favoritos'.
Regresa al archipiélago para charlar sobre su oficio y su última novela, 'Tongolele no sabía bailar' (Alfaguara), tercera entrega de las andanzas del policía y ex guerrillero Dolores Morales y donde retrata las cloacas de la dictadura de Daniel Ortega.
«Tongolele es un instrumento de la dictadura y un operador más del aparato represivo del régimen. Como él hay muchos y como la novela explica, se trata de personajes sustituibles y alternables, sin rostro. En una dictadura todos son peligrosos, no se satisface con nada y se sacia hasta con sus propios afiliados debido a la inseguridad que siempre rodea a un poder absoluto», explica quien alerta de nuevo sobre «la locura» desatada por Putin con la invasión de Ucrania. «La historia nos ha demostrado que esas locuras acaban mal y que no ahorran en sacrificio y sangre a la humanidad. El nazismo se hundió pero dejó millones de muertos por el camino. Tenemos el peligro de que Rusia provoque ahora una desgracia aún mayor por un ansia de poder que no se satisface con la conquista de Ucrania. Putin piensa que la gran Rusia debe volver a estar en sus manos. Es una idea insana y peligrosísima, porque es letal. Su autoritarismo, como todos, tiene una cara represiva y ejemplar. Los excesos de Putin han provocado el despertar de una conciencia común que se plasma en la solidaridad del mundo occidental. Estamos a punto de volver a los tiempos opresivos previos a la Segunda Guerra Mundial, pero estamos a tiempo de frustrar sus planes», dice el escritor.
Sobre los regímenes autoritarios en Latinoamérica, Sergio Ramírez se muestra claro. «En América el autoritarismo va en retroceso. Solo hay tres estados autoritarios de fondo: Venezuela, Nicaragua y Cuba. En Brasil está el caso de Bolsonaro, pero por suerte es sustituible por unas elecciones. Mientras los ciudadanos puedan cambiar los gobiernos la democracia seguirá viva. Los otros son problemas endémicos y algunos, como Venezuela, se convierten en países estratégicos de grandes potencias que como Rusia los utiliza como una amenaza contra Estados Unidos, permitiendo maniobras con aviones que llevan ojivas nucleares. Que dictadores de segunda fila se presten a eso es muy peligroso», advierte con pesar.
Quien fue vicepresidente de Nicaragua bajo el mandato de Daniel Ortega hasta el 25 de abril de 1990 y sobre el que el Ejecutivo sandinista emitió una orden de detención en 2021 reconoce que vive «tranquilo» en su exilio madrileño. «Siempre existe la posibilidad», reconoce cuando se le cuestiona sobre si teme por su integridad, pero aclara que no puede vivir pendiente de esa hipótesis. «Tengo que hacer mi vida normal, dentro de mis posibilidades», asegura quien confía en acudir este año a La Palma, tal y como estaba previsto en 2021 con motivo del Festival Hispanoamericano de Escritores de Los Llanos de Aridane, que se tuvo que suspender por el volcán de Cumbre Vieja.
«Vengo de un país muy volcánico. En Nicaragua estamos al corriente de lo que supone. Tenemos más de 20 en activo en la cordillera del Pacífico. Este año sigue en pie lo de ir a La Palma», adelanta. Mientras tanto, sigue escribiendo y no descarta nuevas entregas de la trilogía protagonizada por Dolores Morales. «No sé si tendrá continuidad. Me guío por lo que los acontecimientos me ofrezcan. Quiero ir por el rumbo que necesito como escritor. Tengo varios libros en mente y no quiero privarme de seguir el camino que me guste», comenta.
«Mi campo es la escritura», explica Sergio Ramírez, autor de títulos como 'La fugitiva', 'Margarita, está linda la mar' y 'Un baile de máscaras', entre otros. Una disciplina que lo atrajo desde que tenía 14 años. «Empezó en la adolescencia, cuando sentí que debía contarle a otro lo que yo creía que era notable. En el fondo, la necesidad de la escritura consiste en contar lo que nos parece importante que se cuente, cuando estamos convencidos de que solo uno mismo lo puedo hacer», subraya.
«El oficio de la escritura es una necesidad vital para mí. El que no la siente como parte de su vida no puede ser un escritor verdadero. Se queda como un escritor circunstancial. En mi caso, me acompaña de día y de noche y tengo que saber cómo administrarlo. No se puede ser escritor las 24 horas del día. Hay que pasarlo por el tamiz de la disciplina, la disciplina de sentarse ante el papel en blanco y resolver esa necesidad escribiendo. Se expresa de distintas formas, pero nunca te abandona, ni cuando estás en la calle, ni cuando lees o escuchas una conversación entre desconocidos. El proceso de creación está siempre activo y registras cosas de la vida diaria que pueden acabar siendo útiles», reconoce Sergio Ramírez.
Cuando estaba en la política, se levantaba al alba para escribir antes de hacer frente al resto de tareas. Ahora, cuando está en casa, escribe tras desayunar y hasta el mediodía. «Cuando viajo se me hace más difícil establecer esa disciplina. Lo que hago es tomar notas en una libretita o el móvil, porque las ideas narrativas son fugaces», apunta.
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