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VICTORIANO S. ÁLAMO
Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 14 de septiembre 2020, 01:00
El Premio Cervantes 2017, el nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) aprovechó el confinamiento al que obligó la lucha contra la pandemia de la Covid-19 para escribir casi todo el tiempo. «Si uno tiene un oficio que por naturaleza es solitario, una situación extraña y perturbadora como esta no me quita de escribir, porque quien escribe, si tiene la soledad que necesita, puede hacerlo en cualquier clase de crisis. Y yo estoy aprovechando este tiempo distópico para dedicarme a mi utopía de crear todos los días», confiesa este narrador por internet antes de intervenir mañana, vía 'online', en la tercera edición del Festival Hispanoamericano de Escritores, que desde hoy se desarrolla en la localidad palmera de Los Llanos de Aridane.
El ganador del Premio Alfaguara en 1998 desvela que en la actualidad trabaja para «terminar» la tercera novela del ciclo negro del inspector Dolores Morales. «Va más allá del 'noir' tradicional y se convierte en una exploración de la vida contemporánea de mi país, tan llena de excentricidades políticas. Tendrá, pues, una trilogía, que empezó con 'El cielo llora por mí', siguió con 'Ya nadie llora por mí', y ahora voy con esta tercera, cuyo nombre estoy por decidir», avanza.
Ostenta la presidencia de honor del festival palmero, en el que mañana participa en una charla, por internet, con Anelio Rodríguez Concepción. «Tengo ese cargo por mi admiración por el espacio de diálogo que, desde La Palma, una de las islas encantadas, se abre hacia América y hacia España misma, a través del Atlántico. Me encanta ser parte de ese espacio donde todos nos escuchamos», subraya Ramírez.
Confía en que el acto al que no puede acudir de forma presencial por la pandemia del coronavirus le permita abordar su tema predilecto. «Quiero hablar de lo que me gusta, de literatura, de libros, de la palabra y su poder, del gran oficio que es escribir, de soledades y compañías distantes en tiempos de pandemia. De la comunidad que formamos los escritores de esa lengua nuestra, insulares y de tierra firme», puntualiza. Defiende la importancia de este tipo de encuentros para enriquecer la creación contemporánea. «El diálogo sobre el oficio de escribir y sus consecuencias, es parte de la literatura, es la parte hablada de la escritura como hecho social. Y cada vez más, quienes leen quieren oír hablar a los que escriben, que expliquen su oficio», dice.
Considera que la literatura en castellano atraviesa en la actualidad por un gran momento. «Nunca antes ha estado mejor, no sólo por el creciente número de creadores, y por la insurgencia de las mujeres en el oficio, sino porque se multiplican las voces de calidad, y cada vez que surgen nuevas voces, traen algo novedoso que decir, y también en la manera de decirlo. Y esto sucede en los dos lados del Atlántico», asegura.
Comparte la idea de que las limitaciones a las libertades derivadas de la lucha contra la Covid-19 pueden ser peligrosas en un futuro próximo. «Hay un grave riesgo para la democracia, y el gran desafío es preservar las instituciones y las libertades públicas por encima de cualquier pretexto de emergencia sanitaria, o emergencia pública. Somos muy dados a usar las excepciones para volverlas reglas, porque tenemos una herencia autoritaria peligrosa», advierte.
Cuando se le cuestiona sobre la ausencia de respeto de los deberes por una parte de la población que ha originado la ola de rebrotes que actualmente se vive en casi todo el planeta, el autor de 'La fugitiva' (2011) se muestra claro: «Hemos estado frente a una situación extraña y desconocida, que nos impone la distancia social, algo contra natura. Después de un tiempo, la tendencia es deshacerse de las limitaciones y salir a vivir la vida, también es natural. Es cuando el papel del estado se vuelve crucial, usar la autoridad moral para convencer a la gente de que debe autorregularse. Pero eso depende de que quien gobierna y cómo gobierne. Veamos Nueva Zelandia, por ejemplo; un buen ejemplo».
De cara al futuro, apunta: «Tengo la impresión de que el mundo ya no será el mismo, aún después de la vacuna. Algo muy profundo ha cambiado. Quizás se podrá decir luego que este siglo veintiuno empezó tarde, empezó con la pandemia».
Sergio Ramírez, que fue vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990, habla de «distopía extrema» cuando se le cuestiona sobre cómo se ha vivido en su país natal la pandemia, incluso cuando el presidente Ortega dijo que era una «señal de Dios» « Los leninistas de hueso rojo se volvieron esotéricos. Esta es una dictadura de planos astrales y estrellas de cinco puntas, árboles de la vida sembrados en las calles, y órdenes perentorias de desafiar la pandemia celebrándola en las plazas, es decir, retándola», añade sin ambages.
Esto no implica que pierda la esperanza con su país. «Es un camino largo, pero se llegará al final. Y ese final es la democracia, que habrá que construir en medio de las ruinas», subraya.
La participación de Sergio Ramírez en la tercera edición del Festival Hispanoamericano de Escritores, en Los Llanos de Aridane, no será presencial sino 'online', debido a la pandemia de la Covid-19. La organización, mediante un comunicado, informó el sábado de la ausencia, por distintos motivos «justificados», de autores que habían sido anunciados, como son los casos de: la poeta gallega Luz Pichel, la poeta cordobesa Ángeles Mora, el escritor francés Patrick Deville (que ya participó en el festival en su primera edición), el escritor peruano Gustavo Faverón, la escritora andaluza Lara Moreno, el traductor japonés Ryukichi Terao (que participó en la pasada edición), la poeta canaria Alicia Llarena, el novelista venezolano Rodrigo Blanco Calderón y el novelista peruano Santiago Roncagliolo.
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