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Poderosa Frida

Poderosa Frida

Lunes, 23 de octubre 2017, 14:22

«A todos les estoy escribiendo con mis ojos», confesó en su diario Frida Kahlo (Coyoacán, México, 1907-1954), y sus palabras, trazadas en el aire a través de sus muchos retratos fotográficos y sus propias pinturas, siguen, a día de hoy, transmitiendo un mensaje revolucionario sobre la vida y el dolor que cada día gana más adeptos.

¿Le resulta sorprendente que una pintora mexicana fallecida hace 63 años tenga una página en Facebook que publica a diario imágenes con sus fotos, sus pinturas y sus frases y que siguen cerca de 9 millones de personas?

A los 110 años de su nacimiento, la fridamanía es un fenómeno de masas. Ejemplo de ello fue la inauguración del pasado miércoles de la exposición de retratos Frida: Mole, chocolate y tequila, de Julia Crespo, que congregó a unas 500 personas en la Casa de Colón de la capital grancanaria.

Tatuajes y camisetas con su rostro, tocados con flores y atuendos del brillante azul cobalto, color que distingue la casa de la pintora, se pudieron ver entre los asistentes al acto.

Y es que la leyenda de Frida Kahlo crece con el paso de los años. El fenómeno, netamente mexicano, se ha extendido como una mancha de aceite planetaria por el efecto de la globalización.

Con su desafiante mirada, envuelta en flores, colores rabiosos, collares y el tradicional huipil, Kahlo exorciza su sufrimiento y, al mismo tiempo, ensalza los valores de las clases más dolientes de su amado México.

Su revolucionario ejercicio estético se apuntala en su forma de vida y en unos sentimientos de los que dejó constancia a través de sus pinturas intimistas y de los textos de su diario.

Por eso, su icónica figura ha sido tomada por bandera por el feminismo, el movimiento de liberación LGTB (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales) y por los colectivos de discapacitados.

Aunque la enfermedad y el infortunio la persiguieron desde la niñez, la frágil pintora supo insuflarle a la vida toda la fuerza y la intensidad que fue capaz de acopiar. Sus problemas de movilidad y las más de 32 operaciones que le practicaron para paliar las secuelas de un grave accidente no le impidieron dejar una amplia producción pictórica y un gran inventario de amantes, entre los que se encontraban Trosky, Chavela Vargas y la esposa de André Breton. Si bien, a pesar de su carácter conquistador, esta gran seductora solo tuvo un intenso y devastador amor, el narcisista y sádico Diego Rivera, quien, a pesar de haber tenido muchas mujeres, solo profesó amor por la pintura.

Kahlo transgredió las normas fijadas por su enfermedad y por nacer mujer en una sociedad tan machista como la mexicana. La lucha interior y exterior que emprendió para conquistar la libertad y defender su identidad quedó plasmada en una iconografía que amenaza con extenderse por rincones aún insospechados. Su potencia es incalculable.

Las causas del fenómeno

La sombra de Frida Kahlo es tan alargada que alumbra cada día nuevos productos culturales. Sin ir más lejos, la Casa de Colón de la capital grancanaria abrió esta semana una exposición de retratos de la celebérrima artista realizados por su paisana Julia Crespo y este mismo mes la editorial grancanaria El Ángel Caído publicó un álbum ilustrado protagonizado por la mexicana.

El poder de su imagen, asociada a valores políticos, a la libertad sexual, al nacionalismo mexicano, al dolor y a la alegría, fue descubierta por una serie de fotógrafos, entre ellos, su propio padre, Guillermo Kahlo. «Es un personaje fácil de fagocitar por esa manera de presentarse al mundo, tan excéntrica y exótica, que siempre llamó la atención y sigue llamándola», explica la experta en Arte Contemporáneo y doctora en Investigación en Medios de Comunicación por la Universidad Carlos III de Madrid, Nieves Limón, autora de una tesis sobre la autorrepresentación fotográfica de Frida Kahlo.

En su opinión, la creadora deconstruyó la noción del arte y usó distintas disciplinas para su autorrepresentación, desde la pintura a la escritura pasando por la fotografía. De hecho, Limón sostiene que sus posados fotográficos tienen un discurso autoral por «esa fuerza visual, ese exotismo que plantea y esa forma particular y sincrética de usar muy diferentes referencias visuales».

Limón, que analizó 300 fotos, algunas de ellas realizadas por grandes artistas, encuentra distintas etapas de autorrepresentación de Kahlo. En la primera, aparecía con su familia vestida de chico. Luego, explica Limón, empezó a fabricar su imagen con una noción artística y sus posados respondían a estrategias creativas. «Analicé imágenes donde tomaba una parte activa a través del posado», relata la estudiosa que destaca el modo en que posaba junto a sus obras disfrazada tal y como aparecía en sus pinturas. «Buscaba un efecto metacomunicacional, un juego visual», comenta la experta que entiende que Kahlo posó «de forma intencional y consciente» y usó el medio fotográfico con fines creativos.

Su cima visual, en el ámbito fotográfico, lo alcanzó a finales de los años 20 y en los años 30 cuando aparecía con peinados llamativos y mucho atrezzo. Aunque, según Limón, fue el húngaro Nickolas Muray el autor de sus fotos más inmortales, incluida la que fue portada de la revista Vogue.

La pintora también llevó su ejercicio de autorrepresentación al ámbito de la escritura. La poeta feminista, experta en literatura mexicana del siglo XX y licenciada en Ciencias de la Comunicación por Universidad Nacional Autónoma de México, Aura Sabina, explica que su principal legado escrito lo constituye un conjunto de cartas denominadas El corazón de Frida, que se encontraron en una caja de madera datada en 1950. «Son cartas a sí misma. También se conserva alguna correspondencia que ella tuvo con sus amistades, con doctores. Podríamos decir que su género era epistolar, más que propiamente literario, si bien Magdalena Frida Kahlo y Calderón era una mujer con gran capacidad creadora y en sus cartas se permitía aliteraciones, metáforas y otros recursos retóricos», resalta Sabina.

La experta en literatura mexicana señala que en 2004 los anticuarios Carlos y Leticia Noyola localizaron 1.200 documentos de Kahlo que fueron recopilados en un ensayo titulado Encontrando a Frida, de Barbara Levine y Stephen Jaycox, «aunque hay quienes aseguran que este material es falso», apostilla la poeta feminista, que no ve a la pintora como un icono de este movimiento. «Puedo reconocer, por otro lado, su vivacidad, sus ganas de aferrarse a la vida, su capacidad de experimentar dolor y su particular modo de convivir con las personas. Su calidad como ser humano. Se dice que era muy sencilla en su trato. Para algunas personas también simboliza la libertad, la libertad sexual, sobre todo. Las menos, aunque existen, la admiran por su participación en la vida política», sostiene Sabina que resalta su diario como la mejor forma de «acercarse a sus ideas y visiones del mundo, pasiones y dolores».

Sabina subraya que la fridamanía se instaló en México en los años 90, cuando empezó a estudiarse su figura. «Su fama no tiene un solo origen; es multifactorial: por ser esposa de Diego, por ser una pionera en la pintura, por los colores que utilizó, por su fuerte tendencia a los motivos nacionalistas, por ser tan perfectamente autorreferencial, con lo cual, si bien por un lado puede resultar chocante, pone en evidencia un mundo interior amplio, apenas adecuado para la exploración artística. Recuerdo haber leído el primer libro acerca de Frida en 1998. Y desde entonces ya había un vasto mundo de información. Sin problema se puede hacer una lista de por lo menos 20 libros de biografía «estricta», por lo bajo, aunque sin duda, a nivel internacional, hay muchos y en diversos idiomas», explica la experta que recomienda tres títulos: dos de ellos editados en México, El pincel de la angustia, de Martha Zamora y Frida Kahlo: una artista abierta, de Raquel Tibol; y el de la española Ana María Moix, editado por Lumen, Ahí les dejo mi retrato.

Por su lado, la mexicana Julia Crespo, jefa de arte en CANARIAS7 y autora de las pinturas que estos días llenan la Casa de Colón con el rostro la célebre pintora, asegura que una buena forma de conocerla es a través de los libros Kahlo, de Andrea Kettenmann y Alas rotas (El diario de Frida Kahlo), con introducción de Carlos Fuentes.

Crespo entiende que, con su pintura, Kahlo se desnudó ante el mundo y «despertó la curiosidad por conocer su vida más a fondo. Eso es lo que le ha dado más fuerza».

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