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— ¿Qué nos puede avanzar sobre su conferencia en torno a las vanguardias, dentro del Festival Hispanoamericano de Escritores?
— Voy a dibujar un mapa de la modernidad tal como la vivió el Nuevo Mundo. Un mapa de idas y venidas. Un mapa con muchas imágenes, con mucho diálogo entre las artes. El nicaragüense Rubén Darío importa a España el simbolismo, que en América y también aquí toma el nombre de modernismo, aunque ahora en Iberoamérica por contagio del mundo anglosajón llaman, equivocadamente, modernismo a las vanguardias. Es fundamental el encuentro Darío-Juan Ramón Jiménez en la España de comienzos del siglo pasado. Algo más tarde, Huidobro trae a Madrid la poesía cubista y prende la chispa del ultraísmo. Borges se lleva ese ultraísmo a Buenos Aires, en cuyas paredes pega su revista mural Prisma, antes de remansarse con Fervor de Buenos Aires. Los estridentistas mexicanos hacen algo parecido con su proclama Actual, también un mural. Y lo mismo la generación de José Carlos Mariátegui en Perú, que inventa, en clave nacionalista, un andinismo que tiene mucho de ultraísta. Algo después tanto César Vallejo como Neruda viven en Madrid, estrechamente unidos a la generación del 27, lo mismo que les sucede a los mexicanos Alfonso Reyes, Genaro Estrada o Jaime Torres Bodet. Para Lezama Lima son decisivas las respectivas estancias de Juan Ramón Jiménez y de María Zambrano en La Habana. Y qué decir, tras la guerra civil, del aporte del exilio español a la cultura mexicana o a la argentina. Más cerca de nosotros, el boom tuvo dos capitales: París, y Barcelona. Y no me olvidaré de Brasil, donde hay auténticas «maravilhas», especialmente en poesía: Mário de Andrade, Oswald de Andrade, Manuel Bandeira, Murilo Mendes, Joâo Cabral de Melo, Lêdo Ivo... Cada vez es más evidente que Iberoamérica ha contribuido decisivamente la forja de la modernidad, en literatura, pero también en artes plásticas, en arquitectura, en música...
— A día de hoy, ¿la vanguardia literaria existe y dónde se encuentra?
— Ha habido muchas neo-vanguardias, pero hoy todas están en los museos. No estamos en tiempo de manifiestos, sino más bien de «soledades juntas», por decirlo recurriendo a un precioso título de Altolaguirre.
— ¿Comparte la idea o impresión de que buena parte de las creaciones literarias más vanguardistas y renovadoras aparecen con mayor asiduidad en Latinoamérica? De aquellas latitudes, ¿qué creaciones o a qué escritores destacaría?
— Sigo fascinado por lo que se hizo allá en los años veinte y treinta del siglo pasado. También por la generación del boom y sus alrededores, dentro de la cual he tenido la suerte de tratar a tres grandes, Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards y Sergio Ramírez, como he tenido la suerte de tratar a Octavio Paz o a Emilio Adolfo Westphalen. De después, conozco cosas más sueltas.
— ¿Y en España?
— No voy a dar una lista en plan los cuarenta principales, entre otras cosas porque no quiero pelearme con aquellos a los que no citaría, en algunos casos porque no quiero citarlos, y en otros por simple falta de espacio.
— ¿Percibe un cierto letargo o estancamiento creativo? ¿Considera que la escritura se ha quedado en cierto sentido atrás a la hora de innovar frente a disciplinas como el arte contemporáneo, el cine o las artes escénicas?
— No le deseo a la literatura el rumbo actual de buena parte del resto de las disciplinas... Por suerte en el ámbito literario no hay nada parecido a esa plaga que son las instalaciones.
— ¿Se disfraza en demasiadas ocasiones bajo la etiqueta de vanguardia lo que no es más que una creación llamativa, vacua y de escasa presencia temporal?
— A la vista está que así es.
—¿Las nuevas tecnologías, con el desarrollo de internet, ha ayudado al nacimiento de nuevos creadores o lo que se ha logrado es una mayor vulgarización?
— Internet (fototecas y hemerotecas digitales, por mi parte soy asiduo de la de la Biblioteca Nacional) globaliza la investigación, pero no estoy tan seguro de que estas tecnologías tengan demasiadas consecuencias, y sobre todo demasiadas consecuencias positivas, en el campo de la creación. Creo más en las poesías «escritas con lápiz», por parodiar un título del poeta crepuscular italiano Marino Moretti. Y a la vez, miento un poco: casi todo lo escribo en el portátil.
— Que la poesía en castellano atraviesa por un gran momento creativo, como desde algunos sectores se apunta ante el torrente creativo en internet y en las redes sociales, ¿es una falacia o una realidad?
— Soy muy escéptico. La poesía joven, la de internet, la de los miles de ejemplares, me parece un fenómeno más de mercadotecnia que otra cosa. Claro que hay poetas esenciales, pero de momento son otros. Si uno de esos a los que alude crece hacia adentro, ojalá.
— ¿Cómo es posible que la poesía haya pasado de ser una búsqueda de la esencia al alcance de muy pocos creadores a ser un género tan supuestamente transitado y accesible? ¿Se ha pervertido el término poesía en este comienzo del siglo XXI?
— Me temo que sí, que estamos confundiendo la poesía con el espectáculo, con la sociología. Pasa mucho en las artes plásticas: de matute, mucha sociología. La verdadera poesía es otra cosa, es esa búsqueda de lo esencial a la que aludes en tu pregunta.
— ¿Qué lee usted más, ensayo, narrativa o poesía? ¿Alterna lecturas?
— Leo mucha poesía, poco ensayo, muchos diarios y memorias (especialmente franceses), y mucha menos narrativa.
— ¿Existe alguna receta para mejorar los índices de lectura españoles?
— Sería bueno que en televisión, el medio más de masas, volviera a ver programas literarios de calidad. Y lo mismo programas de arte, por ese lado no ha vuelto a haber nadie del nivel de la recordada Paloma Chamorro, que no fue sólo una mujer del mundo del pop.
— ¿Qué le atrajo de este Festival Iberoamericano de Escritores para aceptar participar en el mismo?
— Siempre he visto el archipiélago canario como tierra de enlace con el Nuevo Mundo. En La Laguna, por ejemplo, ciudad que adoro, me siento, pese al frío, en el Caribe. Ya en 1989 comisarié una exposición titulada El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo, con la que se inauguró el CAAM de Las Palmas de Gran Canaria, tan americana también en su barrio de Vegueta, donde está enclavado ese museo. Esa exposición, en cuya inauguración estuvieron la chilena Elisa Claro (viuda de André Breton) y otras figuras de aquel movimiento, se la propuse a Chirino precisamente porque me parecía fundamental retomar, desde el archipiélago, el diálogo con la América que fue española. El CAAM de esa época fue una maravilla. También estuve en los inicios de la aventura del TEA, al que puse en contacto con el marchand vendía el archivo César Moro de André Coyné, y con los herederos de Huidobro: hoy ese museo conserva esos dos extraordinarios fondos literarios y artísticos, aunque desgraciadamente todavía no los ha expuesto.
— ¿Le sorprendió que una isla tan pequeña como La Palma sea la sede de un evento de estas características?
— No, ya he estado en otra ocasión en esa isla, en otro evento muy concurrido, y sé que es un lugar hermoso, y un buen lugar de encuentro y de diálogo.
— ¿Que Canarias sea un puente entre Europa y América es una realidad a nivel cultural o es un tópico?
— No es un tópico. Tampoco hay que olvidar la emigración canaria a Cuba o a Venezuela. Para un gran amigo mío, el escultor Tony Gallardo, al que echo mucho de menos, fue muy importante el tiempo que pasó en el segundo de estos países.
— Usted que ha estado al frente del mismo, ¿no considera que ya ha llegado el momento de que el Instituto Cervantes deje de estar en manos de los vaivenes políticos y sus máximos responsables accedan al cargo mediante un concurso público de méritos y con una estancia en el cargo de al menos dos legislaturas para que desarrollen un proyecto a corto o medio plazo?
— Repase la hemeroteca y verá que no he hecho declaraciones tras mi cese. Por elegancia, y por higiene mental prefiero seguir silencioso. Sólo le diré, por no quedarme en un «paso palabra», que después de dos experiencias como la que viví en 2004, y la que he vivido ahora, acumulo una cierta experiencia sobre las relaciones cultura-política, en nuestro país.
— ¿Nos podría adelantar alguno de sus próximos proyectos?
— Este trimestre saco un libro, muy ilustrado, sobre el París de Julio Cortázar. El año que viene verá la luz mi próximo poemario, que se titula Postales. Se van a reeditar además mi obra poética completa, y también, algo ampliado con textos de la misma época, mi dietario La ronda de los días. Además estoy terminando un libro de gran formato, en francés, sobre el arte brasileño del siglo XX, y otro con José Manuel Ballester sobre Rio de Janeiro, similar al que en su momento le dedicamos a Sâo Paulo. Y por supuesto ando con muchos textos sobre artistas modernos y contemporáneos, entre ellos dos sobre los que he escrito mucho, Millares, y Cristino de Vera.
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