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El teatro de los viernes

El teatro de los viernes

Sumegirse en el exilio implica transitar por un terreno crudo y complejo. El expatriado, el que ha tenido que abandonar la tierra en la que vive por motivos políticos o por salvar el pellejo sabe lo que significa comenzar con una nueva vida en un enclave distinto. El dramaturgo y académico de la Lengua Juan Mayorga se sumergió en estas procelosas aguas a finales de los años 80 de la pasada centuria. Como resultado vio la luz en papel la obra Siete hombres buenos, con el que logró un Accésit del premio Marqués de Bradomín en 1989.

Sábado, 18 de enero 2020, 15:27

Los próximos días 7 y 8 de febrero, esta reflexión sobre el exilio, la memoria histórica y la vertiente más humana de la clase política cobra vida por primera vez y como un estreno mundial sobre el escenario del teatro Cuyás de la capital grancanaria. La compañía isleña 2RC estrena esta obra de la primera etapa del dramaturgo español en activo más laureado, con un montaje que dirige Rafael Rodríguez y mediante un elenco de ocho intérpretes, también canarios.

El director grancanario responde con franqueza cuando se le pregunta sobre las causas por las que Siete hombres buenos nunca se haya representado. «No lo sé, porque se trata de su primer texto premiado», responde sin ambages.

El dramaturgo madrileño reconoce que hay dos «problemas o dificultades» que son claves. «El número de personajes, ocho, y la edad de los mismos. Hay varios que requieren de unos actores con una cierta edad y no resulta sencillo encontrar unos intérpretes que sean capaces de sostenerlos. Es una obra que ha interesado a algunos directores y que ha sido estudiada y comentada... pero nunca se había hecho. Es la primera obra que edité, no la primera que escribí y aquella publicación fue lo que me animó a ofrecer mi obra al mundo y supuso mi entrada en el mundo teatral, hace más de 30 años. Lo considero un texto muy significativo mío», asegura por teléfono y muy ilusionado ante la oportunidad de ver como un espectador más sobre las tablas del Cuyás cómo cobra vida esta ficción suya.

La edad de los roles tiene una explicación. La obra se desarrolla en torno a la celebración de un supuesto consejo de ministros en el exilio, 30 años después de que éstos y el presidente huyeran de su país natal, tras perder una guerra civil. Todo se desarrolla en un sótano, al que van accediendo uno a uno, tras descender por unas escaleras.

«Puede haber algo de patético y espectral en los personajes, pero es importante que se preserve su dignidad. Lo he tenido en cuenta cada vez que he vuelto al texto. El espectador tiene que tener claro que no competimos con los historiadores. La obra tiene un cierto carácter alegórico y fantasioso y plantea cómo se sobrevive a la derrota. Siento compasión por estos personajes y por todos los exiliados. Ese desarraigo forzado debe de ser terrible y es cierto que en ocasiones lo más difícil no es la guerra misma, sino cómo sobrevivir a la derrota», subraya el Premio Nacional de Teatro en 2007 y Premio Nacional de Literatura Dramática en 2013.

Los protagonistas de esta ficción se reúnen todos los viernes para, desde la lejanía, abordar cuestiones de un Estado que llevan tres décadas sin pisar. Saben que la situación es ridícula, se trata de una representación, una función teatral que se desarrolla antes del fin de semana, pero son conscientes de que, como dice en un momento dado ese presidente exiliado, dejar de hacerlo implica la derrota final ante el «tirano» que cambió el rumbo de los acontecimientos y que ostenta el poder en la patria.

«La obra aborda la memoria histórica, no directamente, sino con remanentes. Es también una crítica al deterioro de cuando gobiernas sobre algo que no tienes entre las manos. Ahora viene muy a colación con lo que sucede con Puigdemont y con Venezuela, donde hay dos gobiernos. Uno tiene un país que gobernar y el otro, no», explica Rodríguez.

El director de esta propuesta escénica comenta, antes de empezar uno de los ensayos que se desarrolla en el Auditorio de Teror, que esta «reflexión sobre el exilio y la política» transcurre con una lectura «más humana que política», a la vez que incluye una «trama de crítica hacia la izquierda» y su querencia a autodevorarse.

Durante ese consejo de ministros exiliado se plantea una cuestión trascendental. Surge la posibilidad de regresar, los acontecimientos parecen propicios para recobrar el poder perdido. ¿Pero 30 años después están preparados para llevar las riendas de un país real y no imaginario como han hecho hasta el momento? Sobre todo, porque estos siete ministros (buenos ) y su presidente han cambiado. Uno ahora es un empresario de xito, otro un dandi en apuros, otro un borrachín... y una de las ministras tomó el relevo en el cargo de su padre fallecido. Ese último rol lo asume la actriz Ruth Sánchez, al que se suma otra mujer, Delmira, a la que encarna Blanca Rodríguez.

En el texto original de Mayorga los ocho personajes eran masculinos. «La reescritura es una constante en mi trabajo. No hay que olvidar que la reescritura precede a la escritura. Cuando escribes una líneas, previamente has desechado tres en tu cabeza. Tengo un conflicto con mis textos, soy muy limitado y a la vez ambicioso. El tiempo me enseña mucho. En el Siete hombres buenos que se estrena en el Cuyás se mantiene lo fundamental. Quien conoce el texto publicado en 1989 no sentirá que está ante otra cosa. Espero haber aprendido algo de teatro en estos años. Otros textos posteriores míos han sufrido grandes modificaciones estructurales. Este no ha sido el caso. Hay variaciones importantes y señalo dos. En la primera versión se hablaba del referente histórico español. Se mencionaba el exilio republicano en México y aparecían circunstancias de nuestra guerra civil. En la primera reescritura tuve claro que lo que quería era reflexionar sobre el exilio y limé todo eso para que fuera más universal, porque es una realidad que cualquiera puede vivir. Hay otros momentos que he retocado, pero el más importante es el final. Ahora, los protagonistas toman una decisión cargada de luz... en la original existía una desesperación beckettiana, donde se quedaban instalados en el delirio», avanza sin querer entrar en detalles para no destripar la función.

El director de 2RC Teatro profundiza en las diferencias sobre el original. «Para distanciarlo, la reunión ahora se desarrolla en un sótano sin identificar y no en el Café Real de México. Se habla del tirano y no del dictador. Se menciona una guerra, pero no se concreta. Es obvio el referente, pero se la limado», dice.

La inclusión de personajes femeninos ayuda a ese «distanciamiento» del referente histórico español. Pero no es la única razón. «Hoy tiene mucho más sentido. Incluso, podría haber sido un gobierno solo de mujeres», apunta Rafael Rodríguez. Mayorga profundiza en este cambio significativo. «Cada día paso por una estación de metro de Madrid donde leo una frase de Goya que dice: El tiempo también pinta. Tiene que ver con algo que he dicho alguna vez. Es el tiempo el que reescribe, somos agentes del tiempo. El tiempo subraya y tacha y es el que te dice si una frase es significativa o es insignificante. Ahora mismo, a lo mejor El chico de la última fila lo escribiría como La chica de la última fila. He escrito obras protagonizadas por mujeres. Pensé en hombres, en su momento, por una limitación de la mirada. Es verosímil y más aceptable que haya personajes femeninos. Incluso, podrían ser todas mujeres. Rafa [Rodríguez] tomó la decisión de que fueran dos mujeres y lo respaldo. Creo que es una transformación especialmente interesante. Ya veré si en una futura edición de la obra lo incorporo o no, fundamentalmente, para no liar a los estudiosos», apunta por teléfono entre risas.

El autor de textos como La tortuga de Darwin (2008) y Reikiavik (2012), entre otros, confiesa que su objetivo es «construir ficciones que permitan a la gente examinar su propia existencia». «Procuro no hacer interpretaciones de mis obras. Prefiero que el espectador haga sus propias proyecciones con respecto a la actualidad y el futuro. En el caso de esta obra, hay varios asuntos que aluden a la idea de un gobierno fantasma, algo que es fundamental en el hecho teatral. También alude a la violencia y a la dura experiencia del exilio», recalca.

Cuestionado sobre la vigencia del texto, a tenor de los actuales acontecimientos políticos en España, Mayorga responde afirmativamente cuando se le cuestiona sobre si recomendaría al actual gobierno de Pedro Sánchez que viera Siete hombres buenos. «Me encantaría y que la criticaran después. Ojalá pudiera hacerse con un público común y con políticos, para que tras la función se produjera una conversación entre todos, para ver lo que se considera fantasía y las posibles correspondencias con la realidad», confiesa.

El montaje de 2RC Teatro cuenta con un reparto integrado por: José Luis Massó (encarna al presidente), Toni Báez, José Luis de Madariaga, Blanca Rodríguez, Ruth Sánchez, Abraham Santacruz, Luis O’Malley y Miguel Ángel Maciel. «Estéticamente, se ha buscado la mayor sencillez y síntesis de elementos. Transcurre en un sótano sin paredes, rodeados de oscuridad y en torno a una mesa y una escalera. Mi preocupación fundamental es que se entienda que están gobernando, pero que ellos están desgobernados, ya que todo es un juego, una farsa teatral, en la que surge el conflicto y la memoria», desvela Rafael Rodríguez.

Para entender por qué 2RC estrena Siete hombres buenos hay que remontarse en el tiempo. «En el 87 llegué a La cuarta pared, que un año antes había puesto en marcha Ángel Ruggiero. Lo conocí por unos cursos que dio en el hoy desaparecido Centro Insular de Cultura (CIC), donde otros muchos y yo nos formábamos gracias a distintos talleres. En Madrid empecé a trabajar la dirección y me ofrecieron que diera un curso sobre iniciación a la interpretación. Entre los alumnos figuraban Juan Mayorga y su mujer. Él comenzaba a trabajar y cuando acabó el curso me regaló un ejemplar de Siete hombres buenos, que acababa de lograr el Accésit del premio Marqués de Bradomín. Desde aquel momento quise montarlo». El momento llegó ahora y verá la luz el 7 y 8 de febrero.

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