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Antonio Pildain y Zapiain yace enterrado en el subsuelo de la Catedral de Santa Ana, sede de la Diócesis de Canarias de la que fue obispo entre 1937 y 1966 y cuyas puertas se negó a abrir durante la visita de Francisco Franco en 1950. Ese tal vez sea el recuerdo más nítido que la sociedad grancanaria guarde sobre el inescrutable y poderoso religioso, pero son tantas las capas de su personalidad que por eso es relevante acudir a las páginas de 'A orillas del Guiniguada', la nueva novela de Juan José Mendoza.
'A orillas del Guiniguada' recibió el accésit del Premio Internacional de Novela Benito Pérez Galdós, algo que al propio Pildain, enemigo ancestral de la literatura del célebre autor grancanario, le hubiera dado probablemente un buen disgusto. Y es que esa fue una de las distintas caras del poliedro del religioso, un hombre volcado en luchar contra la pobreza en la isla, un poder fáctico que se plantó frente a camiones que iban rumbo a la Sima de Jinámar cargados de republicanos camino de la muerte y les hizo dar la vuelta. Pero también una personalidad de un arraigado integrísimo religioso.
Esas contradicciones son precisamente la espoleta creativa que movió a Mendoza a indagar en su figura, rebañar mucha documentación y ficcionar la historia del obispo en la isla. «Es una figura que ofrece a un escritor la cantidad de matices y variables narrativas que desea por el juego literario que propicia. De joven siempre oí hablar de su figura de una forma muy esquemática. Trascendió esa figura caricaturesca en la que los matices se perdían a través de sus dos etiquetas, por un lado su oposición a Franco y por el otro lado su denostada batalla por la moralidad y contra la indecencia y el desnudo», manifestó.
Mendoza se nutre de personajes reales y algunos imaginados. Se aproxima fundamentalmente a Rafael Vera, secretario del obispo durante todos sus años en la isla, como conductor de un relato que atraviesa casi todos los temas capitales que ordenaron la vida política y social de Gran Canaria durante la mitad del siglo pasado. «Mi pretensión era la de no hacer un panegírico. Porque me parece poco honesto por mi parte y poco afín a mi forma de ver la literatura. La idea era presentar el personaje y que desde el exterior se le hiciera el juicio que se mereciera. Por eso hay un prisma que pretende enfocarlo de distinta perspectiva, aunque, claro, la voz narrativa que escogí fue la de su secretario. Y está claro que alguien que pasó tanto tiempo tan próximo a él no iba a hablar mal de su jefe. Y la valoración que él hace siempre tiene ese punto de enaltecimiento del obispo. Pero luego hubo un contrapunto por parte de los otros personajes y creo que eso hace un mapa, no precisamente de triunfador, de su figura», indica.
Por 'A orillas del Guiniguada' desfilan todos los que tenían algo que decir en la isla en aquellos años. Antonio Limiñana, presidente del Cabildo y amigo personal del obispo, el plenipotenciario Matías Vega Guerra, la familia Del Castillo, hombres de la cultura que frecuentaban el histórico Bar Polo como Víctor Doreste y personajes populares como Andrés El Ratón. A través de ellos se viven los acontecimientos del momento y se exponen elementos tan relevantes como ese constante intento de la burguesía de la isla de despachar a otro lado a un obispo que clamaba contra la pobreza y el abuso laboral.
Juan José Mendoza navega con tiento por esas aguas. Donde se habla de linajes que todavía perduran, presentando hechos objetivos y limando los juicios morales en su relato novelesco.
Y Galdós, siempre Galdós. Enemigo salvaje a pesar de llevar tantos años muertos cuando Pildain llegó a la isla. Su retrato de la curia enfurecía al obispo que luchó con todas sus fuerzas por evitar la creación de la Casa Museo allá donde nació el escritor en la calle Cano. Donde aún sigue.
Pildain colisionó innumerables veces con lo que él calificaba como el 'conciliábulo' de la capital grancanaria. Sus pastorales siempre se ponían del lado de los más desfavorecidos y eso llevaba implícito un mensaje crítico con el régimen franquista y con la clase pudiente de Gran Canaria. «En ningún momento se despegó de la doctrina vaticana, lo que le supuso una serie de apoyos fundamentales ante el franquismo en los momentos más críticos, sobre todo cuando no le abrió la catedral.Esa adhesión incondicional a las encíclicas papales son su defensa», señala el autor.
«En lo social dio pasos interesantes porque él implica en la formación de los seminaristas el aspecto social, algo que no estaba recogido así en el seminario», afirma el escritor grancanario, autor de novelas como 'Isla feliz', ganadora del premio Benito Pérez Armas en 2009.
Testigo de aquellos años durante su infancia y la juventud, Mendoza indica que «me puse un freno para no caer ni en la caricatura ni en el panfletismo. No quería que el libro se contaminara con mi punto de vista sobre la posición de la oligarquía de la isla para no deformar mi objetivo de retratar aquel tiempo. Por eso en la estructura de la novela hay un capítulo final dedicado a 'Los otros', en el que intento mantener una distancia con declaraciones que saco de la prensa de la época, algunas reconvertidas por mí, para que se vean que las posiciones que algunos tenía contra Pildain tenían su argumento. No solo de lealtad al régimen. Por ejemplo, algunos le reprochaban que viniera a protagonizar el auxilio social cuando entendían que llevaban muchos años haciéndolo en la isla. Por eso le censuran el banco de los pobres», expresa.
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