La reciente aparición en la prensa local de noticias en las que varias asociaciones de la ciudad de Guía denuncian obras inadecuadas y acoso paisajístico ... a la conocida e histórica casa de Villa Melpómene, no son más que el enésimo episodio de infortunio que recibe este enclave singular e histórico, testigo mudo y. desde hace mucho tiempo dolorido recuerdo de los quehaceres del ilustre compositor Camille Saint-Saëns (1835-1921) entre sus paredes, a finales del siglo XIX.
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La casa que actualmente se conserva era el edificio principal de una finca, donde se cultivaba cochinilla, frutales y huerta, situada en la zona conocida como Llanos de la Parra. En la época en la que va a ser el refugio de la actividad de Saint-Saëns en Gran Canaria, principalmente entre 1898 y 1900, era su propietario Jean Ladevèze y Redonet, a la sazón vicecónsul francés en la isla, consignatario de buques, comerciante en joyería con tienda en la calle Triana, y propietario de tierras de labor en distintos puntos de la isla.
Nathalie Le Brun, nos cuenta en el 'Anuario de Estudios Atlánticos', número 68, «que las familias Claverie, Ladevèze y Bordes, que habían inmigrado en las décadas de 1860 y 1870, compartían una historia singular, la de provenir de la misma aldea, Argut-Dessous (departamento de Haute-Garonne), haber llegado con oficios similares o complementarios (joyeros, relojeros, ópticos) y estar unidos por lazos de parentesco».
En el caso de los Ladevèze, estaban bien instalados en Tenerife y Gran Canaria y habían prosperado. La amistad sostenida de Saint-Saëns con el cónsul, ya desde su primera visita de incógnito en 1889, le va a descubrir años después el lugar soñado para crear, la finca Villa Melpómene, propiedad del comerciante y diplomático; situada al noreste de la isla en el término de Guía, una fértil y privilegiada zona donde a la sombra del volcán de la montaña de Gáldar, a la que va a dedicar un poema, tendrá ocasión de poner a prueba su imaginación, en todo orden, y donde nacerán muchos de sus hijos musicales e intelectuales de aquellos años.
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El jueves 17 de febrero de 1898, el deán de la Catedral de Las Palmas y buen amigo del compositor, José López Martín, natural de Gáldar, con su verbo entusiasta narra las andanzas y hasta la agenda de Saint-Saëns en Villa Melpómene en un artículo en el diario España, que reproducimos en su integridad por su interés: «El célebre compositor francés háyase de temporada en la Villa Melpómene en Llano-Parras. En la hermosa finca, cerca del mar, admirando los soberbios paisajes que presenta el Atlántico y la Montaña de Gáldar, rodeada de campiñas encantadoras donde se asientan las ciudades del Norte, Gáldar y Guía, pasa el tiempo el ilustre músico. Escribe mucho, su inteligencia nunca está ociosa. Levántase a las siete, y calzando sus desnudos pies con unas zapatillas amarillas, al estilo de su patria, Argel, envuelto en una ropilla de franela blanca, se dirige al comedor, por cuya ventana entran a saludarles los mirlos y capirotes y los perfumes del trébol y las legumbres en flor. Allí, sobre la larga mesa, escribe sobre los pentagramas del papel notas y más notas, llenas de armonía, música tan solo digna del autor de 'Sansón y Dalila'. Abandona el trabajo a las 11, para almorzar y sobre el mantel se entretiene un rato jugando al dominó. Vuelve a hacer música, a trabajar, hasta que llega la tarde y el célebre francés, alegre, satisfecho, lejos de ovaciones, del bullicio que le cansa, sale de la quinta para dar uno de sus largos paseos, dirigiéndose por la carretera ya a Guía, ya a la Vega de Gáldar o a la histórica ciudad respirando el aire perfumado de las flores de trébol y las legumbres, sintiendo y admirando la poesía del cielo, las campiñas y las montañas de Gran Canaria».
En contra de lo que pueda parecer a primera vista, la finca no fue bautizada así en honor de la musa del arte dramático, sino de la fragata de guerra y buque-escuela francés de igual nombre, que protegía las posesiones coloniales africanas de la zona. El barco hacía escalas frecuentes en Canarias, Ladevéze, consignatario del buque, y su capitán, M. Goëz, era buenos y apreciados amigos; en 1899, consumido por unas fiebres, el marino fue desembarcado en Las Palmas, donde murió y fue enterrado con honores militares.
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Aunque durante sus estancias invernales consecutivas entre 1896 y 1900, Saint-Saëns toma habitación en diferentes hoteles de Las Palmas, son cada vez más numerosos sus temporadas de retiro en la finca guiense, donde puede desarrollar con más tranquilidad y libre de protocolos sus pasiones creativas. Los paseos por la zona son frecuentes y lo cuenta en sus cartas. En febrero de 1897: «He comenzado mis paseos, ayer habiendo tomado un camino equivocado tuve que atravesar todo un valle, pasando por antiguas coladas de lava bajo un sol tórrido, ¡y lo coroné con una ascensión al faro! Hoy he tenido que pasar todo el día descansando, pero este tipo de cosas son un singular reposo de las fatigas de la vida artística». A finales de enero de 1898, y también a su editor y amigo Jacques Durand: «me iré a vivir al campo, a un lugar encantador, puesto a mi disposición por el Sr. Ladevèze, y allí entintaré papel con rabia».
Su producción musical es frenética, gran parte de la cuarentena de obras compuestas parcial o totalmente en Gran Canaria por el autor francés, tuvo como marco el sosiego y la tranquilidad de la casa guiense. Hablamos de canciones, obras importantes para piano y órgano, música de cámara, coral y hasta la música escénica para el colosal montaje, en la plaza de toros de Bézier (Francia), del drama histórico 'Dejanire', de su íntimo amigo y libretista habitual, Louis Gallet, donde intervinieron unos 500 participantes entre músicos, cantantes, coros y ballet. También vieron aquí su primera luz las obras encargadas a Saint-Saëns para la Exposición Universal de 1900, 'La Nuit' Op.114 (La Noche) y 'Le feu celeste' Op. 115 (El fuego celeste).
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No solo música pergeñó Saint-Saëns en esos lares, sabida es su afanosa vida intelectual, que produce sin parar artículos para la prensa francesa y local, sesudos trabajos y estudios de la más diversa índole, un libro filosófico, poemas, traducciones de novelas de autores canarios y dibujos y acuarelas, uno de los cuales acompaña este artículo reflejando la finca, como era entonces, y su casona. Quizá la faceta más desconocida de su actividad en la isla sea la observación astronómica. Junto a su primer y buen amigo en Gran Canaria, Aquilino García-Barba, y otros entusiastas astrónomos más que aficionados, constituyen un grupo de observación organizado bajo el paraguas de la Société Astronomique de France, en cuyo Boletín publican artículos con sus observaciones. Dedicaremos a estos aguerridos, entusiastas y primigenios astrónomos grancanarios una próximo crónica. Saint-Saëns realizó trabajos de astronomía también en Villa Melpómene, como atestigua esta carta de enero de 1900: «Mi buen amigo Ladevèze acaba de ampliar su casa y en la parte superior de la misma me instalarán un pequeño laboratorio, junto a una terraza desde donde se divisa todo el país, y allí podré trabajar todo el tiempo al abrigo de visitas y ruidos molestos».
Hasta aquí este breve esbozo del pasado del inmueble, ligado irremediable y afortunadamente a la producción de uno de los más importante intelectuales franceses, junto con René Verneau, que nos visitaron y fueron además asiduos, productivos y referentes para el desarrollo de la sociedad canaria del 'fin de siècle'.
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En estos últimos años hemos podido contrastar la presencia de Villa Melpómene en la novela de Santiago Gil de mismo título, en el filme de Pedro García, 'Mar de Mármara', en el documental 'Camille Saint-Saëns en Guía de Gran Canaria', de Domingo Doreste y en la exposición del Cicca en torno al 175 aniversario de la Sociedad Filarmónica. Posteriormente y en conmemoración del centenario del compositor, la exposición de la Casa de Colón 'Camille Saint-Saëns en Gran Canaria', su catálogo y otras publicaciones, trajeron de nuevo a la actualidad el pasado de este histórico lugar.
La actual situación, suscita una vez más dar una respuesta definitiva al futuro de esa casona y su entorno. El hecho de ser declarada BIC, le ha servido solo para no ser demolida, el deterioro es evidente y la asfixia de la carretera que la circunda, inmisericorde. Solo desde el ámbito público y con la colaboración de varias administraciones se podría comprar y rehabilitar la casa, actuar en el área que la rodea modificando la carretera que la ahoga y dejando espacio para poder ser contemplada y visitada. Sus posibles usos, como contenedor cultural y social son múltiples; amén de un espacio expositivo, documental y divulgador de su historia y de la de su ilustre ocupante, del que tenemos abundante material expositivo; supondría una oferta cultural en su entorno digna de ser usada y visitada si las cosas se hacen bien. Hay materia histórica, paisajística, científica y cultural para estudiar sus posibilidades, que las tiene; pero se necesita un plan integral y una visión de futuro que haga honor a la casa, a su entorno y a nuestra propia historia.
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