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Midori, durante su interpretación del concierto de Sibelius, dirigida por Jonathan Nott. C7
Clausura del Festival de Música en Gran Canaria

Crítica/ Concierto de Suisse Romande y Midori

Clausura del Festival de Música en Gran Canaria

Ovacionada interminablemente, Midori nos deleitó con una perla, el 'Preludio de la Partita Nº3' para violín solo, de J S Bach, que sonó en su violín de la época como pocas veces lo hayamos oído

Dionisio Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 17 de febrero 2025, 22:56

Asistimos al último latido de nuestro Festival de Música en Las Palmas de Gran Canaria, con un gran lleno de público que abarrotó las gradas y el patio de butacas del auditorio capitalino. Una orquesta histórica que, con su creador al frente, Ernest Ansemet, fue decisiva en el devenir de la música del siglo XX, incluida la española, se presentaba en las islas de la mano de su titular, el británico Jonathan Nott, y con la presencia de una violinista consagrada y de larguísima carrera, la japonesa Midori.

Con una plantilla muy ajustada a las necesidades de la partitura, lo primero que oímos fue el 'Claire de Lune', de la Suite 'Bergamasque' de Claude Debussy, en la versión orquestal de André Caplet, amigo y colaborador del compositor; de la que orquesta y director ofrecieron una versión tranquila, límpida y ajustada en matices. Sirvió de ligero aperitivo para el plato principal de la primera parte, la monumental 'Consagración de la Primavera' (1913) de Igor Stravinsky. Estrenada por los Ballets Rusos de Diaghilev en París, con coreografía de Nijinski, supuso un sonado escándalo en la época, aunque muy pronto la partitura ocuparía su lugar como una de las grandes obra maestra del siglo XX, con enorme influencia desde entonces en todos los ámbitos musicales.

Después de sus notables éxitos con la huestes de Diaghilev en 'El Pájaro de fuego' y 'Petruchka', Stravinski, ya instalado en Francia, se dedica en cuerpo y alma a esta obra/idea, que no tiene historia o narrativa a la que agarrarse; lo define muy bien José Luis García del Busto en las notas al programa de mano: «Cada idea musical se expone y ha cumplido su misión expresiva al ser dicha, de manera que sin desarrollo se pasa a otra en sucesión vertiginosa. Son danzas y transiciones cuya maraña deslumbrante de polirritmia se ordena en dos partes, a modo de díptico».

La primera parte, 'La Adoración de la tierra', comenzó un tanto titubeante en el comprometido solo de la solista de fagot, hasta que Nott y la orquesta emprendieran con claridad el navegar de esa introducción. La 'Danza de los adolescentes' con su rítmica acentuación en las cuerdas interrumpió la ensoñación, pero en su desarrollo hubo momentos algo embarullados hasta que orquesta y director comenzaron a adaptarse a las peculiaridades acústicas de la sala a partir del tercer episodio. Todo fue a mejor a partir de entonces, 'La Ronda de Primavera' sonó pomposa, las trompas se enmendaron, las nutridas cuerdas se hicieron presentes y las maderas funcionaron entre ellas muy bien. Nott tomo las riendas con efusión, alarde expresivo, y conocimiento de la partitura hasta el portentoso final de la primera parte, la 'Danza de la Tierra', donde estuvieron brillantes y lucieron su amplio y compacto sonido.

Todo siguió bien en la segunda parte, de la nebulosa inicial al tema del sexteto de violas, que sonó bien, llegamos la 'Danza de los ancestros', vibrante y con un gran despliegue por parte de Nott y los de la suiza francófona. La 'Danza del sacrificio' y final de la obra, en sus diferentes episodios, tuvo una acertada traducción por parte de los intérpretes, que lo dieron todo por hacerse con el reconocimiento del público, que les recompensó con atronadores aplausos a su entregada interpretación.

Mucho buen hacer y juventud en esta orquesta, sin frac ni corbata, que augura un confortable futuro a la institución, mérito incuestionable de quien ha sido su director titular en los últimos ocho años (Nott) y de una administración y sociedad civil que vela por conservar y prorrogar la historia eminente de su conjunto señero. ¡Enhorabuena!

Tras el descanso pudimos escuchar de nuevo a la orquesta, en una formación romántica típica, acompañar a la ilustre violinista japonesa Midori, de larga carrera desde que el afamado director Zubin Mehta reparara en ella siendo una adolescente. El concierto elegido fue el de Jean Sibelius (1903). Parecería más lógico haberlo incluido en la primera parte y haber dejado para la segunda a Stravinsky, pero así lo han programado los artistas y así lo escuchamos.

Es Midori una violinista experimentada y de incontestable personalidad, ya desde la exposición del tema, en un pianísimo que era un suspiro, nos indicó que su visión iba a ser muy íntima y personal, y lógicamente algo distanciada de su primera grabación con Mehta (1994), pues la madurez artística, concentración y compromiso de la violinista fue total desde la primera a la última nota. Dijo la primera cadencia con solvencia y tras el interludio orquestal, se mostró arrebatadora, con pasión, arrancando de su Guarneri un sonido exquisito y solventando las dificultades técnicas con enjundia y decisión. Tras el segundo 'tutti' de la orquesta, una nueva y endiablada cadencia llevó el concierto a uno de sus momentos más carismáticos, con una Midori, ya encorvada sobre su violín, ya estirada en los pasajes agudos, balanceándose sobre sus pies, pero sobre todo, dejando claro que es todavía una violinista de primerísimo nivel capaz de arrastrar a sus colegas a un discurso no convencional.

En el segundo movimiento estuvo igualmente magnífica, la única mancha el cuarteto de trompas que acompaña el tema principal, que la taparon apreciablemente durante toda la obra, sin que Nott lo advirtiera e hiciera algo por evitarlo. No ocurrió lo mismo durante el virtuoso tercer movimiento donde la avispada orquestación de Sibelius encomienda a un atril de cada sección de cuerda y al timbal el rítmico acompañamiento en gran parte del movimiento. Los 'tuttis' de la orquesta sonaron poderosos y dignos del sinfonismo del finlandés. Midori ejecutó todas las dificultades extremas de la partitura con aparente facilidad, y poniéndolo al servicio del discurso musical, el pasaje en armónicos fue una gloria y los aires de danza tuvieron alegría rítmica por parte de todos hasta el final de la obra.

Ovacionada interminablemente, Midori nos deleitó con una perla, el Preludio de la 'Partita Nº3' para violín solo, de J S Bach, que sonó en su violín de la época como pocas veces lo hayamos oído. En un palmo de arco, Midori desencadenó ese 'motto perpetuo' explicándonos la obra armónica y melódicamente, con una limpieza de ejecución, un 'detaché' y un 'variolaje' en el arco intencionadamente desigual y expresivo, y una concepción global del 'tempo' y la forma que nos dejó con el corazón en un puño y la imaginación volando. Aplausos reiterados hicieron salir de nuevo a saludar a la solista y a Nott en compañía de la orquesta.

Y terminó así en Gran Canaria el ciclo número 41 del Festival de Música de Canarias, que ha tenido grandes momentos musicales y artísticos, sin duda alguna, y que ha logrado llenar de aficionados las salas. Larga vida le deseamos al Festival, toca repartir enhorabuenas para las administraciones comprometidas, patrocinadores, y a Jorge Perdigón y su equipo, esperando que se superen en cada edición.

Tan solo añadir una propuesta para futuro: más variedad en los programas y mayor presencia de repertorio español y de orquestas españolas, las hay muy buenas y estamos deseando oírlas en las islas.

Ficha

Director: Jonathan Nott. Solista: Midori. Programa: 'Claire de Lune', de Debussy; 'La Consagración de la Primavera', de Stravinsky; 'Concierto para violín en Re menor, op. 47', de Sibelius. Auditorio Alfredo Kraus, 16 de febrero.

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