Reencuentro con 'Luisa Fernanda'

La obra, como se sabe, plantea una trama sencilla, en la que se establece un triángulo amoroso entre la protagonista, un rico hacendado extremeño y un joven militar, a los que se suma la casquivana y caprichosa duquesa Carolina. Hay un evidente costumbrismo y un manejo de aires populares en una partitura muy resultona, con algunos números de fuerza y melodías muy reconocibles. La acción se inicia y transcurre durante los preparativos del derrocamiento de Isabel II en 1868. El pronunciamiento militar de Prim se produjo el 18 de septiembre de ese año en Cádiz. El 28 tuvo lugar la Batalla de Alcolea, con derrota de las tropas reales. La reina se exiliaba a Francia y comenzaba el sexenio democrático. En la zarzuela queda recogido con cierta habilidad y dotes de síntesis todo ese movimiento. El libreto, estupendamente versificado, aunque no exento de lunares, sirvió al compositor para plasmar una música muy bien orquestada desde un punto de vista sinfónico –su gran valor–, ordenada, elegante, de refinada instrumentación e inspirada melodía.

Moreno Torroba tenía una excelente preparación musical y era hijo de José Moreno Ballesteros, profesor de órgano en el Conservatorio de Madrid, que dirigió el estreno de 'El amor brujo de Falla', donde Federico se sentaba al piano. Desde luego, no hay nada realmente original, y menos en los tiempos que corrían por Europa, pero está bien construida y todo funciona. El compositor era ducho además en incorporar géneros diversos y tradicionales de nuestra zarzuela y en recurrir a temas de raigambre popular.

Aunque, pese a la excelente factura general, al dominio de la orquesta, la vena melódica y algunos momentos de indudable inspiración, en la obra se dan la mano los aciertos y las torpezas. Entre éstas figura la batalla del segundo cuadro del segundo acto. «Jamás se vio en la escena una revolución más desangelada ni una batalla menos fragorosa, ni una turba de revolucionarios más ordenada», dice Suárez Pajares. La música ahí es un tanto pobre y facilona, en particular cuando Luisa Fernanda defiende a Javier. Aunque el agradecimiento de éste está formulado en una frase melódica muy atractiva.

En los dúos los personajes se limitan a contestarse, sin que sus voces casi nunca se combinen. Pero, qué duda cabe, y por eso la obra goza de tanta popularidad, hay números de excelente cuño, como el trío 'Cuánto tiempo sin verte, Luisa Fernanda'. Y no puede negarse la inspiración melódica de la habanera del saboyano de la primera escena. Ni las buenas hechuras de la romanza de salida del tenor, 'De este apacible rincón de Madrid'. Moreno Torroba escribió exprofeso una romanza para Fleta, 'Cuando se enciende el lucero', que no se suele interpretar.

Podemos traer aquí un fragmento de un discurso del compositor, 'El casticismo', leído el 12 de febrero de 1935: «La zarzuela grande y el género chico han de ser las raíces de la ópera española, y nuestro inagotable folklore quien proporcione vitalidad al sinfonismo español, no tan sólo en su aspecto temático, sino en el que por su psicología impone a la forma». La ópera española, dentro de la que hay muchas obras interesantes, no llegó a levantar realmente cabeza. Y los programadores, entre otros causantes, tienen buena culpa de ello.

Vayamos ya a comentar la interpretación concertante que hemos escuchado. Hay que citar en primer lugar a la orquesta, bien ensamblada, afinada y conjuntada, de muy plausible sonoridad, aunque episódicamente surgieran ciertas durezas y superficies innecesariamente agrestes. Chichon es un maestro ordenado, de gesto claro y variado, seguro, amigo de ralentandos expresivos, que el conjunto sigue aplicadamente y que muestra también un sentido muy adecuado del ritmo y de la dimensión danzable ('Mazurca de Las sombrillas'), en este caso más cuidada que la que mostró en su labor dirigiendo la misma ópera en el Teatro de la Zarzuela en enero de 2021. Pondríamos algún reparo en el control de dinámicas. En más de una ocasión la música sonó demasiado fuerte en perjuicio de frases líricas o suaves. Dependiendo también, claro, del timbre o potencia de las voces.

Hubo en general un buen nivel en este aspecto. Elina Garança, esposa de Chichon y gran atractivo de la sesión, mostró su timbre suave, bien esmaltado, terso y su emisión fácil y rotunda. Fraseó con gusto sin ningún tipo de afectación manejando un buen castellano. Hizo hermosos pianos y mostró una rara homogeneidad en todos los registros. Relativamente expresiva, siempre elegante. María José Moreno hizo una Carolina excelente. Con su timbre actual, próximo al de una lírica pura, matizó lo indecible, apianó, filó y entonó con gracia, donosura y primor. Es una cantante muy musical. Estuvo espléndida en sus dúos con Javier Moreno y Vidal, que cantaron respectivamente Alejandro del Cerro y Luis Cansino, sustitutos de los anunciados Ismael Jordi y José Antonio López.

Del Cerro es un tenor lírico-ligero, más lo primero que lo segundo, que va adquiriendo cuerpo y seguridad. Su timbre no es atractivo, falto como está de armónicos y calidez, pero canta con gusto, exhibiendo medias voces y falsetes estratégicos, como los aplicados a su dúo final con Luisa Fernanda. Siempre seguro, firme y bien puesto en los agudos, levemente descarnados en ocasiones. Por su parte Cansino es un barítono de carácter que nunca defrauda en lo que a expresión, matización y seguridad se refiere. Hizo una buena demostración de todo ello exhibiendo un centro y un agudo fornidos, de gran resonancia, con frecuente apoyo en la zona nasal. A veces perjudicado por un vibrato no siempre controlado. Gran actor, dio vida y solidez a su personaje.

Hubo un buen despliegue de secundarios. Habría que mencionar a la veterana, tan expresiva y cumplidora, con segunda octava aún audible, Milagros Martín, una doña Mariana de libro. Los demás estuvieron en sus papeles: Rocío Faus (Rosita/Una vendedora), Rajiv Cerezo (Nogales), Quintín Bueno (Aníbal/Saboyano), Fernando Campero (Don Florito, Un capitán, Pollo 1 y Don Lucas (atención a este joven y bien timbrado barítono), David Barrera (Un vendedor, Bizco Porras), Gabriel Álvarez (Un vendedor, Un hombre de pueblo, Pollo 2) y José Manuel Sobrino (Vareador).

El Coro titular del Teatro, que desde hace unas semanas dirige José Luis Basso, estuvo muy bien: equilibrado, afinado, sonoro, maleable y atento a la móvil batuta. El público, que prácticamente llenaba la sala, aplaudió calurosamente sin disidencias. Todo ello de acuerdo con el sonido global que pudimos apreciar desde la fila tres del patio de butacas, donde la acústica no es buena: no hay perspectiva adecuada. Pobretón programa de mano. Algo ya habitual en todas partes (y eso cuando lo hay: los móviles han acabado con ese 'lujo'). Es posible que la sesión se lleve al disco: había micrófonos.