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Detroit ha supuesto un antes y un después para los chicos de Miss Caffeina. La apuesta por los sintetizadores en detrimento de las guitarras rockeras que marcaron sus inicios los catapultaron aún más hacia las radios y festivales nacionales, y también gracias a su popular single Mira cómo vuelas. Ahora, la banda madrileña continúa recogiendo éxitos con su último trabajo, , un viaje con tintes nostálgicos, alusiones a las nuevas tecnologías y claros ecos de pop noventero que apela, parece, a un público más joven.
«Siempre hemos hablado de nuestras experiencias, canciones autobiográficas, pero creo que antes lo hacíamos de una manera más críptica porque no queríamos que la gente supiese exactamente de qué iba cada canción o qué la había inspirado», explica Alberto Jiménez, vocalista del grupo. Lo que ha cambiado, cuenta, no es la forma de hacer las letras –su mayor fuerte– sino las melodías y la producción. «Con el tiempo nos sentimos más libres en todos los sentidos y, a lo mejor, las canciones son más explícitas».
Esa libertad se traduce, también, en el empeño de mantener el concepto del álbum en una industria donde se cuestiona su vigencia frente al consumo en streaming, que favorece un popurrí a gusto del consumidor. «Creo que se está jugando mucho con la viralización de la música y los singles. Esto hace que los artistas y las compañías estén más interesados en ir sacando temas sueltos en vez de extraerlos de un álbum», apunta el vocalista, admitiendo que a Miss Caffeina esta fórmula solo le gusta a medias. «Podríamos compatibilizarlo, pero no sustituirlo, porque hacer un disco nos encanta y es algo por lo que sentimos mucho respeto».
Frente a ese consumo masivo, mantener la frescura supone todo un reto, pero la banda apuesta por los sonidos nuevos sin una pauta concreta. «Cuando se intenta hacer de forma impostada para sonar moderno o actual, se nota, y no es muy creíble. Nosotros simplemente nos ponemos a hacer música y todas las influencias que escuchamos salen». Sus actuales están llenas de referencias muy distintas que van desde el fenómeno de Rosalía hasta el indie de Morgan: a Sergio Sastre (teclado, guitarra) le ha dado por explorar el reggaetón, Alberto Jiménez se mantiene en el espectro pop, mientras que Álvaro Navarro (guitarra) y Antonio Poza (bajo) están cada vez más abiertos a todo lo nuevo que se hace. «En España hay música muy interesante ahora mismo. También me gustaría recomendar a un artista canario SED, que tiene un talento enorme».
El cómo ha afectado a la sociedad la era de internet es una constante en el discurso de los madrileños. En ese sentido, ven el uso de las pantallas como un arma de doble filo, que si bien son una gran herramienta de trabajo, es importante establecer unos límites. Saltárselos o no, consideran, está más bien relacionado con la personalidad y la educación de cada uno, además de servir para «alimentar los momentos de exhibicionismo».
Y es que ha sido a través de las redes sociales, precisamente, donde sus seguidores han podido ser testigos de la buena acogida que han tenido en su paso por México el pasado mes de febrero. «La experiencia ha sido increíble. Ya desde el aeropuerto, donde mucha gente vino a recibirnos», cuenta Jiménez. Era su primera vez en el país y gracias a ese buen sabor de boca que les ha quedado, se plantean volver en un futuro con más conciertos y, esperan, más grandes.
Cruzar el océano no es fácil, pero tampoco aterrizar en las islas para los grupos indies nacionales. Sin embargo, el público canario podrá ver a Miss Caffeina el 28 de septiembre, a las 21.00 horas, cuando se suban con «un extra de ganas y emoción» al escenario del Gran Canaria Sum Festival y pongan el broche de oro al verano en Infecar.
Miss Caffeina ha alcanzado con este trabajo cierta madurez y el mensaje de sus canciones, casi siempre con una reivindicación detrás, ha calado hondo en sus seguidores. Algunas, incluso, las han llegado a convertir en himnos, como Reina o Calambre, que a pesar de que Alberto Jiménez se resiste a explicarlas como una crítica hacia el bullying, sí han creado conciencia desde dos perspectivas distintas: el perdón y la rabia. «Quedaría muy bien decirte que escribí esas dos canciones para empoderar a los demás, pero no fue así. Las escribí para mí, para desahogarme y que quedase constancia de esos sentimientos», explica el vocalista, quien admite que el disco es bastante autobiográfico. «De hecho, en algún momento dudé en meter Reina, porque me parecía muy explícita, pero al final la gente se las ha apropiado de una manera súper bonita», recuerda asintiendo que, en realidad, no se consideran especiales. «Todos pasamos por las mismas mierdas», concluye.
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