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El incansable investigador y divulgador Luis Pérez Aguado, escritor y profesor ya jubilado, vuelve a las librerías. Esta vez ha querido dar continuación a una obra anterior suya que ha gozado de gran aceptación, sobre todo en los centros escolares. Yo me piro, vampiro, según cuenta el propio autor, sigue la estela de Tararí que te vi. «Es un poco más corto, para hacerlo más accesible a la gente más joven, pero se basa en la misma idea que aquel, son anécdotas de la infancia que nos han pasado a muchos de nosotros, aunque ni este libro ni el anterior surgieron como una obra juvenil o infantil, sino para la gente de mi generación, a los que iba dirigido».
En todo caso, tiene esa doble virtud, de entretener a la gente algo más mayor, que se puede sentir un poco identificada con las vivencias que relata Aguado, y de divertir al lector adolescente, atraído por las mataperrerías algo inocentonas de los muchachos que protagonizan el libro, pero también por estar contadas en un lenguaje tan accesible. Algo tienen que ver en ello las expresiones antiguas y de uso coloquial con las que el autor riega las historias que se suceden en Yo me piro, vampiro. Entre ellas, la recogida en el propio título. O, por ejemplo, otra vez, cara pastel, más feliz que una lombriz, o no te ajunto. Las hay por doquier.
«Las he colocado aposta, porque pretendo de alguna forma recuperarlas o que no se pierdan». Dice que no las ha incluido de forma artificial, tras una recopilación a conciencia para su rescate en el libro. «Sencillamente forman parte de mi vida; mis alumnos me decían que soy muy cachondo y que estaba todo el día de pitorreo; es mi forma de hablar en ambientes de confianza», aclara.
Y las enmarca también en su intento de recurrir a un lenguaje directo y sencillo. «Uso la forma de expresarse propia de los chiquillos, que es la mía, porque yo sigo siendo infantil», sonríe. De ahí también que esté escrito en una interpelación permanente al lector, al que se dirige en segunda persona del plural y con el que comparte confidencias y complicidades. «Y lo que le cuento son mis propias vivencias de niño, algunas un poco fabuladas, para que terminen bien, o para redondearlas, pero que en general son reales, con personajes que existieron y aún existen, aunque les he cambiado los nombres».
Las cuenta con su particular sentido del humor, una herramienta que le vale tanto para narrar, desde su mirada de crío, las entradas en la guagua de una lotera de comportamientos algo estridentes y poco dada a la higiene como para relatar algunas de las travesuras que protagonizó con su pandilla de amigos, como el simpa que le hacen al entonces restaurante Los Pescaítos y donde él se queda tirado solo ante el peligro. «Era una época distinta, los chicos no eran ni mejor ni peores que los de ahora, si bien antes solo necesitabas un par de amigos e irte a la calle y ya jugabas con cualquier cosa. No hacían falta juguetes sofisticados como existen ahora para divertirte».
No en vano, uno de sus propósitos iniciales era incluir una separata final con juegos tradicionales, pero la descartaron por cuestiones de edición. Sí quiso incluir el juego del clavo en uno de los capítulos, que acompaña además con un panel de dibujos, ilustrado por su hermano Justo, en el que explica algunas de las posiciones que se podían recrear.
Y es que Luis Pérez Aguado no puede evitar, «por deformación profesional», aprovechar la coyuntura de todo cuanto hace para ilustrar al lector y darle pinceladas históricas. «Tuve que rectificar mucho, a veces se me iba el baifo y cuando me quería dar cuenta había metido una lección de historia en un capítulo que ni le iba ni le venía». En ese sentido, Yo me piro, vampiro es también un paseo ameno, pero a la vez instructivo, por los dos grandes paisajes en los que se desarrolla el libro, por Las Canteras y por Vegueta, por los edificios que tuvieron y ya no tienen, por sus leyendas, o por sus personajes, desde Andrés el Ratón a Pepe Cañadulce, protagonistas de sendos dibujos de Justo Pérez.
Yo me piro, vampiro, de Mercurio Editorial, ya está en las librerías y su autor avisa de que él estará el 30 de mayo en la feria del libro de la capital grancanaria.
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