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«El cuento es una manera de mirar»

«El cuento es una manera de mirar»

La escritora y periodista Mónica Lavín participa en el Festival Hispanoamericano de Escritores de La Palma.

Jueves, 20 de septiembre 2018, 11:33

— ¿Qué le ha motivado o convencido para asistir al Festival Hispanoamericano de Escritores en la isla de La Palma?

— El intercambio de quehaceres artísticos y la reflexión con otros autores, conocer la cultura canaria, una de sus islas, y su vinculación con América.

— ¿Con qué expectativas ha venido? ¿Cuenta con algunos conocimientos previos sobre la lengua canaria y los modismos y diferencias con respecto al castellano de la España peninsular?

— Sé que voy a un lugar de gran belleza, hospitalario e interesado en mi país, México. Sé muy poco de la lengua canaria y sus diferencias. He escuchado el acento suave que nos heredaron a los mexicanos. Mi madre era madrileña, llegó a México desde niña como exiliada de la Guerra Civil, así que la España continental ha estado muy presente en mi vida, pero Canarias... qué ganas de conocerlo.

— ¿Ha visitado esa isla u otra del archipiélago canario con anterioridad?

— No, nunca. Y como soy de tierra adentro, la Ciudad de México, lo insular me llama mucho la atención.

— ¿Qué tiene el cuento para que sea tan especial dentro de su creación literaria?

— El cuento es una manera de mirar, casi de respirar, de atender lo sutil. Es retador porque va contra el tiempo y el espacio, es casi matemático. Género de equilibro: nada debe faltar, nada debe sobrar. Y siempre es efervescente. Su burbujeo perdura. El cuento es lo que calla y es un trabajo estilístico exigente.

— Con la antología tuvo que mirar hacia el pasado dentro de este género. ¿Qué fue lo que se encontró?

— Primero, una oportunidad de que los cuentos pudieran encontrar un lector cómplice, segundo, una posibilidad de mirar lo escrito con pudor a veces, con asombro, con dulzura también (por la que fui) y decidir qué cuentos salvar del naufragio y dar una nueva casa. No es sencilla la cosecha personal. Noté que en algunos muy lejanos el tiempo había algo misterioso que les permitía sobrevivir, o atmósferas bien logradas, o asuntos narrados con fuerza y que lo cronológico no iba a privar. Descubrí lo descarado de mis obsesiones: el otro (la invención del amor y el vacío del desamor), lo otro (lo extraño, lo que cambia las circunstancias más allá de nuestra voluntad) y nosotros (familia, origen, pertenencia). Así agrupé los cuentos, una especie de cartografía personal de temas.

— ¿Qué le diría a los que consideran el cuento o relato breve como un género menor?

— Que lean cuento: Los muertos o Evelyn de Joyce, El beso de Chejov, El geranio de Flannery O’Connor, Tres rosas amarillas de Carver, La sunamita de Inés Arredondo.

— ¿Considera esa brevedad un valor añadido o un reto y un pasaje perfecto hacia la experimentación?

— La brevedad es un valor añadido y un reto, lo canónico del cuento obliga al tono y al lenguaje a dar lo mejor de sí.

— ¿Le resultó complicado saltar a la novela o lo consideró como un paso natural, similar al que llevan a cabo los cineastas que pasan del corto al largometraje?

— Un cuento responde a una pregunta, un día tuve demasiadas preguntas que no se resolvían con un solo asunto, me di cuenta de que para contestarlas me estaba desparramando hacia la novela. Y me gustó. Se piensa diferente en uno y otro género. Y uno puede ser esas dos miradas y formas que la narrativa pide al escritor. Me encanta el reto de la estructura en la novela y me parece más libre que el cuento. Vivo en las dos aguas.

— ¿Esa apuesta o gusto por la brevedad es la misma que ha desembocado en su vertiente periodística?

— Empecé como periodista de ciencia porque mi formación es de bióloga y allí podía juntar la palabra con la curiosidad científica. Luego tuve la oportunidad de tener una columna en la sección cultural de un periódico y tener una voz personal; digamos que hacer un contrapeso con la ficción, compartir pensamientos, ideas. Yo ya venía de la escritura de lo breve así que ajustarme a las dos cuartillas era perfecto, cuatro cuartillas es el mínimo que me propongo escribir cuando estoy en novela (tal vez venga de la certeza de que eso es posible bajo presión). Y el radio y la televisión como entrevistadora o conversadora me han dado conversaciones que atesoro y que me gusta compartir para contagiar la curiosidad lectora.

— En esa disciplina, usted ha transitado por la radio, la producción audiovisual y la prensa escrita. ¿En qué medio se siente más cómoda? ¿Y segura?

— La prensa escrita es el medio más íntimo para el escritor. Se batalla en solitario con la precisión de las palabras y la efectividad de la prosa para transmitir las ideas. Se escribe donde sea, a la hora que sea. Y además sigue viviendo ahora en el internet. El radio (la radio) me gustó mucho porque su sustancia es la palabra. En la televisión me sigue intimidando la conciencia de la imagen y el corte cuando no es en vivo. Pero sin duda es el medio de mayor alcance.

— Visto desde España y por las informaciones que nos llegan por los medios de comunicación, el periodismo es una profesión de máximo riesgo en México. ¿Estamos en los cierto?

— Estoy pensando en quitar la palabra periodista de mi semblanza, porque respeto mucho el trabajo del periodista que se la juega, que vive pescando la realidad con esa velocidad del diarismo. Y en mi país incluso con los temas del narcotráfico (y otros) se juegan la vida. El periodismo cultural es poco leído y aunque tocamos temas dolorosos no es lo mismo que el periodismo de investigación de casos.

—¿Cómo se sobrevive a la corrupción y, sobre todo, al poder y la violencia de los carteles de la droga?

— Lo peor es que para el día a día la cantidad de información a la que hemos estado expuestos nos anestesia. La situación nos rebasa: duele, produce incredulidad y temor. Vivimos como animales al acecho, oteando dónde está el enemigo. En la Ciudad de México no hemos tenido una situación como la de otras ciudades y zonas enteras del país. Pero recientemente se siente que sube la peligrosidad. Y uno no ve claro cómo se va a arreglar esto. Hay mucho dinero de por medio. Necesitamos grandes operativos (ha habido algunos) para descabezar carteles pero no basta. Un país con jóvenes sin horizonte es caldo de cultivo para el crecimiento de la delincuencia organizada.

— ¿México tiene salida desde un punto de vista político?

— Eso espero. Si México le apuesta a la educación, a la creación de empleos, a erradicar la corrupción vía salarios dignos y una ética que sea ejemplar en todos los gobernantes y cuerpos de seguridad estaremos ante otro panorama. También habrá que discutir la legalización de las drogas. Y desde luego esto no puede hacerse en aislado. Los clientes están al otro lado de la frontera norte.

— Si le nombro al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ¿qué cuento escribiría?

— Una pesadilla. Parafraseando a Monterrroso: Cuando despertamos, Trump todavía estaba allí.

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