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Las Palmas de Gran Canaria
Esa difícil digestión es la que ha plasmado María Jesús Alvarado (Las Palmas de Gran Canaria, 1960) en su último poemario Habitación 241 (Puentepalo Editorial) que este miércoles, a las 20.00 horas, presentará en la Casa de Colón acompañada de Raquel Romero Luján, una enfermera que ha trabajado durante quince años en el Hospital de Día de Oncohematología. «La he elegido a ella porque me es cercana en la escritura y, sobre todo, porque es una gran lectora. Creo que es importante que los escritores hablen con los lectores más que con los escritores, que parece que nos vamos buscando unos a otros para decirnos cosas bonitas. Me importa más gustarle a los lectores», afirma la autora sobre una elección también motivada por la cercanía de Romero por su trato diario con enfermos y familiares. «Esas redes de emociones –sostiene Alvarado– las conoce muy de cerca» y justo ese difícil conglomerado de sensaciones y dolor nutren las páginas de este libro escrito en el largo y difícil viaje de regreso a Canarias desde Houston, donde estuvo acompañando a su prima hermana, enferma de cáncer, en sus últimas semanas de vida. «Fue un desahogo. Lo dejé reposar y he completado lo que escribí», comenta la autora que ha dividido su poemario en dos partes; la primera, más descriptiva y realista; y otra más metafórica en la que refleja su relación con la muerte y cómo cree que se debe afrontar. «No hay que tenerle tanto miedo y disfrutar de lo que tenemos, de cada segundo que estamos vivos: de la vida, del aire, de los amigos, las parejas, los hijos, de todo lo que nos acompaña y es bueno. Nos entretenemos tanto en lo negativo o en lo que nos falta que no nos damos cuenta de que cada día es un regalo. La muerte nos ayuda a descubrir lo importante que es la vida», manifiesta la escritora y editora.
Sin embargo, aunque Habitación 241 condensa el inevitable dolor de las despedidas, elude el dramatismo. «El libro surgió de mucha tristeza, pero quiere ser positivo y mirar la relación con la muerte como algo alegre», comenta Alvarado que entiende que sentir «el amor que hay con esa persona y las que la rodean se convierte en un modo de realzar la vida y los lazos de afecto positivo para quien se queda».
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