Si algo caracteriza la poesía, por encima de otras consideraciones, es la musicalidad, ya que la esencia de la poesía es el ritmo, que el ... diccionario define como un «orden acompasado en la sucesión o acaecimiento de las cosas». La música, lenguaje abstracto, provoca múltiples asociaciones y evocaciones, de manera similar al lenguaje poético que, por su naturaleza, es polisémico. El sonido de una palabra puede provocar en quien lo escucha una sensación, un sentimiento especial, al margen del significado. Poesía y música van de la mano; la buena poesía, se entiende. Sirvan esta palabras para poner de manifiesto que 'Soo' me ha conquistado por la musicalidad. Sin ella, todo lo demás no tendría sentido ni fuerza emocional. Juli Mesa traslada toda la musicalidad del habla a la poesía y uno siente el placer de estar ante un lenguaje que pone por delante la melodía y el ritmo. Empeñada en componer «una lengua que hable por sí misma» y suponga una liberación, nos propone otra forma de mirar y de leer poesía. La poeta le da un protagonismo a la sonoridad de la expresión lingüística, con una concepción casi sagrada de la palabra, que nos llega como un ritmo litúrgico, mágico y hasta cierto punto misterioso. Los recursos lingüísticos desplegados con la naturalidad del habla coloquial contribuyen a la emancipación de la poeta que cumple una función transmisora: escucha, oye monólogos y conversaciones que reproduce porque son materia poética. Asistimos, por tanto, a una representación dramática, con sus pausas y sus acotaciones. Es una forma de naturalizar una realidad que ofrece distintas perspectivas para configurar un yo poético. De esta manera, el lenguaje ejerce como la conciencia o el subconsciente de la poeta. Cuando el habla se hace lengua y sistematiza la realidad, el pensamiento, las emociones y la subsistencia, entonces emerge la poesía que verso a verso, frase a frase, va construyendo verdades con un ritmo de plegaria, de letanía, que despierta y reaviva el tiempo. No somos más que aquello que habitamos: la lengua, el territorio, el cuerpo. Recordamos que Soo es un pueblito de Teguise en la isla de Lanzarote y poéticamente es la casa, el elemento femenino. 'Soo' es el cuerpo con el que se escribe porque «envejecemos en los espacios de los recuerdos cuando nos mueven de estos espacios, qué esperanza nos queda de recuperar la cordura de vernos en el espejo y reconocer nuestra historia».
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Este libro posee un planteamiento teatral que se desarrolla en un solo acto, en una jornada primera y sola que nos remite al tiempo en que transcurre la trama, a la soledad en la que actúan cuatro personajes principales con nombre propio: la Abuela (85 años) que es una voz, un cuerpo sin anatomía; Mámá, de 60 años, es las manos que limpian y la cuidadora; Au, del que se dice que es joven y de género indefinido, aunque nos advierte la poeta que estemos atentos a lo escrito en cursiva porque es ahí donde pondrá el cuerpo. El cuarto personaje es el pueblo, el espacio poético en el que sobreviven. Aunque no es descrito con referencias geográficas, 'Soo' es el hogar, el refugio, el mundo; porque están registrados sus ruidos, sus olores, sus lagartijas, sus baifitos, su cielo, el aire y el habla que respiran los personajes. Aquí se funde lo real con lo sobrenatural, aunque tal vez debieramos decir que todo es tan real que nos parece fantástico, como el paisaje volcánico sobre el jable. «Es lo que tiene el olvido: Aquí sólo hay memoria bajo la tierra aglomerada» y «nos visitan quienes no son del todo de este mundo, algunos vuelan, otros se extienden por la tierra». La temática podría decirse que gira en torno a este verso: «Nadie ha nacido voluntariamente en la Tierra». Una evidencia que todo el mundo elude, pero que es de un realismo totalmente dramático. La poeta es consciente de esto y, por tanto, solo le cabe buscar su identidad y, voluntariamente, asumirla a pesar del «dolor de las uñas comidas hasta la raíz», sabiendo que queda «el recuerdo de lo que no soy, de lo que no puedo ser». Y el miedo que la acompaña en su crecimiento como persona: «Yo ya no me siento sola, mamá/me vestí de/ tanto miedo». Pero esta sinfonía poética que es 'Soo' tiene varios movimientos que giran en torno a lo que significa ser mujer en el campo y ser mujer en la ciudad del turismo con el conocimiento heredado del mundo rural. Hay una violencia soterrada, contenida, que se manifiesta a través de lo religioso y de la cultura popular en relación con la tierra. Un mundo asfixiante, primario, de macho cabrío que suena como «un ruido de cuchillos que corta el tiempo». La sexualidad, el lenguaje, la escritura, la soledad, lo religioso y la identidad conforman este mundo marcado por el dolor de habitar un cuerpo no elegido: «No tiene nombres precisos mi nombre/ el nohombre es un gozo al lado del hombre/ no puede haber más que una mujer». Hay una búsqueda de identidad femenina y resuena la cita canónica de Simone de Beauvoir: «No se nace mujer». Y se busca la identidad escuchando la voz de la tierra con la certeza de que «Si orinas al final del arcoiris te conviertes en mujer». La poeta estadounidense Marianne Moore también asoma sus versos por estas páginas de 'Soo': «You are not male or female, but a plan». Al final del arcoiris «tú no eres hombre o mujer, sino un plan dentro de un corazón de un hombre», que tiene el 'Libro de las Meta-mórfosis' (los diarios de la poeta) como guía evangélica. La asunción del discurso de Hélène Cixous se materializa en la voz de la Madre y en la la búsqueda de la liberación del cuerpo. Para ello es necesario descubrir un nuevo lenguaje y el vehículo es la poesía porque «escribir poemas es nombrar las cosas. El poema que te quería escribir iba a llevar mi nombre. El mío de verdad no el que me pusieron». Porque las desigualdades que afloran en el jable de Soo son de de género y de clase. «Queride:/como te decia, qué bonita es la poesía, porque/se leen las cosas que están y no se ven/porque se ven/veamos/y salgo llena de todo eso que me toca con deditos de misterio/ y salgo a coger la guagua y de camino le/escribo al Rubén que compro la cena porque/ hoy merece la pena gastarme 30 euros y ya/comeremos raíces y otras cosas enterradas/hasta volver a cobrar/tengo que vivir en el estado de la poesía/ queride...»
'Soo' está hecho de poesía enraizada en la infancia y marcada por el hecho rural e insular, sin idealizaciones. Es un canto de supervivencia escrito con naturalidad, perfectamente estructurado y coherente. Por las páginas de este libro discurre la vida, puro melodrama neorrealista con pinceladas expresionistas que a veces se hacen brochazos con el uso de expresiones populares. La poeta ha construido un espacio propio en el que lo cotidiano, lo anecdótico, lo prosaico, lo literario y el culturalismo están ensamblados con la habilidad de quien conoce y vive la poesía.
Juli Mesa (Lanzarote, 1990) recibió en 2023 el I Premio Ana Santos Payán de la editorial La Bella Varsovia, por este poemario. Por cierto, la ilustración de la portada es de la propia autora, licenciada en Dibujo. Deténganse un momento en su observación. En medio de los baifitos blancos la madre, o la abuela, sostiene en su regazo a un niño de cuya frente sobresalen dos cuernitos. ¿Qué pueden simbolizar?, ¿un balido perdido? Escuchamos a la poeta: «Jugábamos con los baifitos, antes de alimentarnos de ellos, doy gracias de no haber nacido hombre cuando jugábamos con los baifitos […] pero yo daba las gracias por no ser hombre, porque puedo tener este cuerpo que es una herida desnuda afuera por donde se pierde el alimento […] y yo doy las gracias de no ser hombre y jugar con los baifitos porque les doy besos y se enamoran, huelen a pasto y almizcle que es un olor que aleja la muerte».
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