La Plaza de Los Llanos de Aridane (La Palma), que acoge el Festival Hispanoamericano de Escritores, es una gran plaza abierta en la que hay ... permanentemente un «olor de existencia»,«un olor a gran sol descubierto». Aquí «cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse». Esta plaza, que se parece mucho a la plaza poética de Vicente Aleixandre, se ha convertido en la gran biblioteca americana —sí, americana, sin adjetivos— porque es un espacio de libertad, de conocimiento e información; y de alegría. Información y conocimiento son imprescindibles para la convivencia. Lo decía bien alto Mª Jesús del Olmo, una bibliotecaria comprometida, y lo expresaba de esta manera: «Las bibliotecas no van de libros, van de democracia». La plaza convertida en una inmensa biblioteca pública durante el Festival. Es sabido que las bibliotecas públicas no son un negocio, no cotizan en el IBEX 35, pero las bibliotecas constituyen un espacio de libertad en el que no se discrimina el acceso y disfrute de sus servicios. Son lugares para la formación, la cultura, la información y el ocio. Las bibliotecas son un instrumento indispensable para el desarrollo personal de los ciudadanos y contribuyen, por tanto a la coexistencia de diversas sensibilidades. El Festival difunde la literatura escrita en castellano y lo hace sorprendentemente sin aspavientos, con naturalidad, bajo el cobijo de unos centenarios e inspiradores laureles de Indias llegados de Cuba en 1863.
Así es esta plaza y este Festival dedicado a Venezuela que, bajo el signo de Jerónimo Saavedra (primer presidente de la Orden Galdosiana promotora de este evento internacional), se inauguró el pasado 23 de septiembre. Arrancó con la voz clara y concisa del Premio Cervantes Rafael Cadenas. Con una plaza abarrotada de humanidad, el poeta nos invitó a sacar «un salvoconducto en la oficina del idioma» para viajar libremente por los universos de la palabra. Y la tarde caldeada invitaba a hacer realidad los versos de Aleixandre: «Baja, baja despacio y búscate entre los otros. /Allí están todos, y tú entre ellos». Solo quedaba, después, fundirse y reconocerse. Más de cuarenta actos literarios, varias generaciones de escritores de Venezuela y de España, con una presencia significativa de escritores canarios, y el público de La Palma que sostiene esta fiesta de la palabra. Cientos de estudiantes, con su profesorado, llenan la plaza y la Casa de la Cultura día tras día.
A los escritores invitados les sorprendió que Canarias tenga una Ley del Cielo
Las campanas de la iglesia marcan el paso del tiempo y con ellas llegan gentes de toda condición, de diferentes edades y diversas profesiones. Los escritores venezolanos y canarios se funden con la gente. Aquí no hay elitismo. Todos comparten la patria común del idioma. Poetas, novelistas, profesores, investigadores, lectores y público se escuchan en los clubs de lectura, en la Casa de la Cultura, en los centros de enseñanza y en la plaza, en los restaurantes que la rodean y en la terraza del Kiosko convertido durante estos días en un lugar alternativo para el seguimiento de las actividades. En los corrillos, que se forman de forma natural, se intercambian pareceres y recomendaciones de libros.
Las bibliotecas son un instrumento indispensable para el desarrollo personal de los ciudadanos
Hay grupos llegados de Gran canaria y Tenerife, grupos de asiduos que no han dejado de asistir a todas las ediciones de este Festival de escritores. Gentes de La Palma, de Santa Cruz, de Mazo, de La Breña, de Tazacorte que suben a esta plaza conscientes de que esta actividad social y cultural es singular, sabedores también de que son los propietarios. Esta plaza durante el Festival se convierte en el corazón palpitante de la isla y lanza, como diría el poeta Lezcano, «su sangre en un circuito abierto/ que llega al corazón de los amigos/ para volver al nuestro». En fin, que los libros y la lectura no son un valor del Ibex-35, pero cotizan en la bolsa de la vida porque nos hacen más llevadero el día a día y eso no tiene precio.
Para llegar al cielo hay que pasar por el valle de Aridane y llegar al Roque de los Muchachos. A los escritores invitados les sorprendió que Canarias tenga una Ley del Cielo para la Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias. Juan Carlos Pérez Arencibia es el máximo responsable del observatorio del IAC en La Palma y colaborador del festival literario. La ciencia y la literatura van de la mano en el cosmos y esa relación se pone de manifiesto en este encuentro que también es didáctico. El universo —leo en National Geographic— se expande hacia la Nada a una velocidad de unos 67,4 kilómetros por segundo por megaparsec, aunque no sepamos todavía a qué velocidad realmente se expande el universo. La literatura va a otros ritmos y todo lo interpreta en clave existencial. José Balza nos dejó escrito que «la poesía pudiera llevar al hombre al espacio del silencio, donde se quedaría a solas con la realidad, con el pensamiento también callado». Sin embargo, el viernes 27 no hubo silencio en el homenaje, merecido y sentido, que el Festival le hizo a José Esteban Gonzalo (Sigüenza, 1937). Apasionado galdosiano y devoto de Baroja —a quien conoció—, Pepe Esteban es un escritor atípico que ha cultivado casi todos los géneros literarios y además ha sido editor y bibliotecario. El presidente de la Orden Galdosiana, J.J. Armas Marcelo, lo presentó como el último de los bohemios. Juan Carlos Chirinos, Elsa López, Ernesto Pérez Zúñiga y Anelio Rodríguez Concepción pusieron en valor la obra y la bonhomía del homenajeado que lanzó guiños y humor a un público cómplice. La clausura llegó el 28 con el reconocimiento y la celebración de José Balza (San Rafael de Manamo, Delta Amacuro, 1939) para el que se pidió el Premio Cervantes con el público en pie. Lo glosaron Armas Marcelo, Chirinos, Silda Cordoliani y Carmen Verde que destacaron el proyecto literario, experimental e innovador, de este narrador y ensayista. Asimismo se resaltó la influencia sobre las nuevas generaciones de este escritor curioso e insaciable en busca del conocimiento.
Al director del Festival, el escritor Nicolás Melini, se le preguntaba sobre la consolidación de este y respondía que estos proyectos nunca están consolidados del todo, porque vivimos en una sociedad en la que todo es líquido, todo fluye y todo es volátil. Lo cierto es que el Festival Hispanoamericano de Escritores, al igual que las bibliotecas, es un servicio público y así lo han entendido los principales patrocinadores: Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, Cabildo de La Palma, Gobierno de Canarias, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Instituto Cervantes. Y lo saben los gestores de la Orden Galdosiana de La Palma y la ciudadanía que lo ha hecho suyo y se considera dueña. Lo expresaba muy bien Delia, una vecina del valle nacida en Venezuela: «Esta fiesta es nuestra y tiene algo único, no hay volcán que se la lleve».
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