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Ya pasó el momento de entretener. En estos tiempos duros y convulsos, Christian Santana (Telde, 1975) tiene claro que el objetivo de sus novelas es «no quedarse en la superficie, sino tocar hueso». Y eso hace con la cruda historia que narra en 'Muerte en Vegueta' (editorial Cosecha Negra), que presenta este jueves, día 23 de noviembre, a partir de las 19.00 horas, en la Casa-Museo Pérez Galdós de la capital grancanaria.
Desde que publicó 'Pacheco', ya no aspira al mero entretenimiento con una novela policiaca o negra. «La sociedad está para que la despierten, no para que la entretengan», defiende.
La frustración que genera una sociedad injusta, cruel y despiadada, sobre todo entre los más vulnerables, es un elemento clave en esta ficción que se desarrolla en torno a «una venganza». «El desencanto está muy presente en la novela. Son personas que lo han pasado mal, la sociedad los ha estigmatizados y no lo aceptan. Luchan e intentan acabar con los personajes estereotipos de la sociedad que han ido a por ellos», avanza durante la entrevista realizada en Vegueta, barrio que se convierte en un personaje más del libro.
«Es la primera vez que me sale una novela aquí en Las Palmas de Gran Canaria», reconoce. Apuesta que creció de forma natural y que, confiesa, aligeró la escritura de la novela. «Tengo la sensación de que antes me complicaba la vida, hablando de ciudades en las que había estado de pasada, en vez de hablar de la ciudad en la que vivo. En esta las cosas las hilé con mayor facilidad, al igual que las conversaciones de los protagonistas, porque yo vivo aquí y sé cómo es la gente. Me ha resultado súper fácil en este sentido. Ha sido todo muy fluido y me he divertido mucho más escribiéndola», apunta.
El peso del barrio fundacional de la urbe más poblada y cosmopolita del archipiélago es el escenario de esta historia por dos cuestiones. Por una cuestión personal del propio Christian Santana. «Es mi novela más personal. Aunque somos de Telde, cuando mi familia vino a vivir a Gran Canaria desde Londres, donde se instaló fue en Vegueta, en una calle al lado de la plaza de Santa Isabel. De todos los aciertos que han tenido con nosotros, ese fue fundamental, porque nos sirvió para asentarnos aquí. Recuerdo que los vecinos me saludaban cada día cuando era un niño, cómo iba solo al colegio, cómo hablaba con las viejitas con las que me cruzaba, y cómo callejeaba y me iba a jugar al fútbol solo... Había dos mundos y me lo aclararon desde el principio cuando era un niño. No pasar del Guiniguada hacia el Puerto si salía solo de casa. Para mí Vegueta en aquellos años era seguridad. Me dieron mucha libertad. Ahora el mundo es distinto, evidentemente», rememora.
Las características urbanas y arquitectónicas de Vegueta también fueron determinantes para ambientar la novela. «Lo que más me seduce es cuando un sitio puede ser idílico pero también puede dar lugar a cosas dantescas. El mundo y las personas son así. Quise que Vegueta partiera de ser un mundo onírico, fantasioso y hermoso para transformarse en un lugar en el que alguien lleva a cabo una venganza más que justificada. Vegueta me lo permitía... su oscuridad y su noche. Tiene hasta una parte gótica, si me apuras. Eso me llevó a que los personajes se sintieran como peces en el agua», reconoce el escritor, doctor en Filología Inglesa y profesor.
'Muerte en Vegueta' tiene un protagonista claro, cuyo 'padre' define sin ambages. «El personaje central tiene que salir del pozo como sea, porque es su forma de ser. Está llamado a hacer lo que hizo, pero necesitaba tiempo. Esta es la historia de una venganza muy bien pensada, armada y medida en todos los detalles. Puede ser una venganza perfecta, aunque tiene alguna fisura. Y después también influye las dosis de suerte en el desarrollo de toda la historia. El lector, cuando llegue al final, verá que igual el malo no es tan malo, porque siempre me ha interesado indagar en la condición humana de los personajes», avanza Santana sobre una novela cuyo prólogo firma su padre, Carmelo Santana Peña, y que contó con la joven Sara El-Fahmi como diseñadora de la portada, inspirada en uno de los perros de la plaza de Santa Ana.
Christian Santana defiende que hay ocasiones en las que la maldad que observamos en ciertas personas no es natural, sino la consecuencia de circunstancias externas muy determinantes. «A veces no son malos, sino que las circunstancias son las que los convierten en malos. No justifico los hechos, ni mucho menos, pero a veces sí que encuentro justificación para algunas personas, porque me pregunto qué les ha llevado a hacer ciertas cosas. Eso no quita que hay algunos que sí que son personas malvadas y crueles por naturaleza, pero a veces la sociedad es muy cínica, cada vez más, y es la que les ha llevado al abismo y ellos la arman. Y después esa misma sociedad es la que lo censura y ataca», puntualiza.
'Muerte en Vegueta' no lleva a engaños. Arranca con la narradora, una niña, que ve cómo su padre no solo abusa de ella sino que también agrede a su madre. Para contar situaciones terribles como esta y otras que se desenvolverán a medida que la historia fluye, Christian Santana tiene claro que no toca un lenguaje con «florituras».
«Mi estilo se ha depurado porque mi carácter se ha endurecido. A la misma velocidad que la sociedad se ha oscurecido en estos tiempos convulsos. No estamos en unos momentos para la autocomplacencia. Intento ir al hueso, evito la adjetivación y busco un estilo directo, con un vocabulario duro que aluda al dolor, el pesar y la violencia... No toca lucirse, no hay lugar para guardarse nada. Es como si juegas una final, vas cero a cero, y quedan diez minutos. Tienes que ir a por todas, dejarte la vida», explica.
Reconoce que su libro anterior, 'Pacheco' fue un punto de inflexión en su trayectoria como escritor. «Desde 'Pacheco', en cada novela intento que la novela huela a bilis y que toque hueso».
En 'Pacheco', la atmósfera era «más oscura», por las circunstancias del pueblo ficticio en el que se ambienta, en las afueras de Sevilla. Pero la Vegueta de su novela envuelve al lector con una falsa apariencia. «Te engatusa porque es como un trilero que esconde algo que no es tan bonito. La novela no es una guía de viajes por el barrio», aclara.
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