La escritora grancanaria Annika Brunke. C7

Annika Brunke, escritora

«Me encantan los villanos, ahondar en la mente criminal»

La escritora grancanaria presenta el día 14 de marzo, en la Biblioteca Insular, su última novela 'Fénix, el alma del impostor' (Garoé)

Francesc Zanetti

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 10 de marzo 2025, 01:00

Dentro del género negro existe el planeta Brunke. La escritora grancanaria Annika Brunque (1975) acaba de lanzar en ediciones Garoé la tercera entrega de la saga que protagoniza Ana Montes, 'Fénix, el alma del impostor', título que se presenta en la Biblioteca Insular el día 14 de marzo (18.30 horas). La ira y la maldad surcan el turbador humedal en donde ha desaparecido la niña de nueve años Alma Alarcón después de salir del colegio. Los monstruos interiores asolan y atraviesan la inquietante obra de esta novelista que compagina la literatura con su cargo como subdirectora de una conocida empresa de restauración en Gran Canaria.

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-¿Cuándo decidió dedicarse a la novela negra?

-Diría que desde que volví a escribir, pese a que no fue una decisión consciente. El origen de haber retomado la escritura en el 2020 fue narrar la juventud de mi abuela, luego cambió totalmente al combinarse con una serie de asesinatos, así que creo que más bien el género me eligió a mí y no al revés.

-¿Qué ingredientes de la personalidad de Annika Brunke diría que percibe en Ana Montes?

-La obstinación sin duda, la mala leche también. Ese rasgo que quizá en las novelas anteriores no se ha visto demasiado y que en Fénix se ve mucho más, que es esa necesidad de aislamiento del bullicio diario. Ana Montes es distinta, con un carácter de mierda, pero con buen fondo. Justo como yo.

-¿Qué aspectos caracterizan la trama narrativa de sus novelas?

-Sin darme cuenta he incorporado todos esos saltos en el tiempo en los que he descubierto que me siento muy cómoda. Esa mirada al pasado para abordar otra época creo que se ha convertido en un ingrediente casi indispensable. Por otro lado, trabajo para que la historia enganche desde el primer párrafo, para que te invite a seguir leyendo. No sé si lo consigo, pero esa es la intención desde luego.

-¿Los personajes turbios y sombríos que aborda y pueblan sus obras de dónde nacen?

-Admito que me encantan. Son los primeros que creo. En realidad, son los que dan 'chicha'. ¿Qué sería de 'El silencio de los corderos' sin ese impecable Hannibal Lecter? Sería una historia más de un asesino cualquiera que hubiera pasado sin pena ni gloria. 'Misery', de Stephen King, no sería tan brutal sin el personaje de Annie Wilkes. A mí me encantan los villanos. Ahondar en la mente criminal. La verdad es que no empleo ningún método. Se me ocurren y eso sí, los pienso, los pienso mucho, casi hasta que se materializan. Me convierto en ellos para poder abordarlos desde dentro, desde sus cabecitas.

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-¿Cómo nacen sus historias? ¿Tiene toda la trama en la cabeza antes de empezar a escribir, o la historia va creciendo a medida que va escribiendo?

-La historia puede venir de lugares insospechados. Una imagen, una casa abandonada que ves a lo lejos cuando pasas con la guagua, una noticia. No sé. Así me ocurre a mí. No soy ninguna experta. Solo alguien que ama escribir. No estoy para dar lecciones a nadie. Soy incapaz de organizar y estructurar una trama, y lo he intentado. Nada, tarea imposible. Yo tengo que imaginar la historia, verla en mi cabeza como si fuera una película. Lo principal debe de estar en la película: el principio, lo que ocurre en general y el final. Y entonces empiezo a escribir. Según empiezo sigo con la matraquilla mental de la historia, todos los días, cada día. Como una aplicación en segundo plano que por mucho que desinstales sigue funcionando.

-¿Cree que el crimen funciona como un vehículo efectivo del relato de una sociedad?

-Al igual que las buenas acciones son un reflejo de la buena salud de una sociedad, las malas como los asesinatos, las agresiones, etcétera, son un reflejo de las dolencias. En una sociedad sana y equilibrada donde la gente tuviera trabajo, sus cuentas al día, donde el estado se ocupase de la salud física y mental con la debida celeridad. Un día a día en el que la ciudadanía no se sintiera desamparada, repudiada y sola, donde el sistema educativo no estuviera sobrecargado, donde la gente no anhelase la llegada de la nómina como único aliciente porque ha perdido la ilusión... en esa sociedad hipotética, seguro que habría menos crímenes.

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-¿A qué atribuye el éxito entre los lectores que vive desde hace décadas la novela negra?

-Yo crecí con la serie 'La huella del crimen' en 'prime time' en la Primera. De eso hace unos añitos ya. Lo digo porque creo que hay algo de macabro en nosotros, algo que nos empuja a bajar la velocidad al pasar junto a un accidente. Yo he sido lectora de misterio desde que recuerdo y a mí me llama la incógnita, un poco que te den la opción de jugar a ser tú el detective. ¿Quién no ha visto una peli policíaca y ha dicho en alto la frase de: él es el asesino? Ese vértigo cuando va avanzando la trama y no tienes ni idea de quién es el culpable y sospechas de todos es maravilloso.

-¿Cómo se enfrenta a la incomodidad cuando aborda los asuntos escabrosos?

-Pues solo en un caso me he sentido mal. Se trata de una historia que aún no ha visto la luz. Y lo cierto es que cuando terminé de escribirla me sentí fatal físicamente. Empatizo de forma exagerada con los personajes y fue un final muy duro. Pero con el resto de asuntos 'chungos' no tengo ningún reparo. He escrito sobre abuso infantil, sobre maltrato, sobre violación, sobre el poder y la corrupción, el peligro de que recale en las manos equivocadas. Pero en serio que no me resulta incómodo, sino liberador. Como si al sacarlo a la luz aportase mi pequeña contribución a visibilizarlo y luchar en su contra.

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-¿Detrás de la ficcionalidad total de la literatura es posible atisbar el registro del compromiso social?

-Creo que sí. En algunos casos más que en otros. A mí me gusta que no solo me entretengan sino también que me muestren cosas que no sabía. Y si esas cosas son relativas a desigualdades sociales entonces ya me has ganado. En mi caso siempre hay un compromiso de algo, una reivindicación. Me sería imposible escribir sin hacerlo. Hace poquito, en el espacio 'El Ultílogo' que dirige Josefa Molina, un asistente me preguntó si no se desdibujaba la trama al meterle crítica social y no puedo estar en mayor desacuerdo. Creo que es indispensable, que afianza la historia y la vuelve más humana.

-¿Hay algún tema del que no escribiría jamás?

-No tengo barreras. Ni temas que me frenen por ser demasiado complicados o arriesgados. Quizá géneros porque no me llaman mucho la atención y no van conmigo, como la ciencia ficción, por ejemplo.

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-¿Qué papel diría que juegan las mujeres en sus relatos?

-El principal. Siempre tuve claro que si había investigadora policial sería una mujer. Si había una salvadora de la trama o de las protagonistas sería también una mujer. Heroínas en lugar de héroes, que historias de héroes hay muchas. Trato de reflejar el tipo de mujer con el que he crecido. Lo que he visto en casa con mi abuela, con mi madre. Esa mujer luchadora, que tiene que seguir adelante siempre. Así es Ana Montes, por ejemplo, así son Amelia, Isabel o María García. Así son todas en realidad.

-¿Suele exorcizarse a través de sus personajes?

-Tanto como exorcizarme no porque no creo que ninguno de mis sentimientos se equipare a un demonio invasor. Supongo que con la edad uno toma mayor perspectiva de sí misma y se acepta para bien y para mal. Yo me acepto y a veces hasta me celebro. Pero sí que es cierto que pongo un poco de mí en todos. Cuando escribes, al menos así me ocurre a mí, pasas a ser todos los personajes, te pones en la piel de todos.

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