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Y es que ambas figuras, una marroquí, la otra cubana, entroncan perfectamente con la filosofía de un festival que arrancó ayer con una puesta en escena firmemente adherida a las condiciones de identidad sobre las que se ha convertido en una cita global.
Hindi Zahra es una cantante bereber de origen marroquí. Algo que ha impregnado su presencia escénica, recurriendo a su lengua materna como vehículo para comunicar en sus canciones junto al inglés. Ella apuesta por ello por una cuestión de vínculo, con su tierra y con sus raíces.
Pero su muestrario musical es muy amplio. El vocabulario heterogéneo de su cancionero es tan amplio como las estructuras musicales que lo visten. En sus discos esa personalidad es notable. Percusiones que provienen de la Cuba musical, ese laboratorio interminable de sonidos, o guitarras aflamencadas que, sin ir más lejos, fueron grabadas en Córdoba.
Zarha es fundamentalmente jazz, a pesar de la colección de sonidos que dan forma a su colorida propuesta. Un detalle ejemplifica como está artista, que en la actualidad vive a caballo entre Marruecos y Francia, ha calado en el segmento musical sobre el que más cómoda reside. Y es que su primera referencia discográfica fue editada por Blue Note, el sello emblema del género. Un espacio de expansión colando en el latido americano de la música la influencia mediterránea que esta artista evidencia.
Sucede algo similar con La Dame Blanche, seudónimo artístico bajo el que se presenta la cubana Yaite Ramos. Si Zahra desprende calidez en sus interpretaciones, Ramos es puro incendio. También navega sobre los sonidos típicos de su origen en el mundo, pero su capacidad para el verso es más combativa, con el rap como principal mecanismo transmisor de su discurso artístico.
Y es que en la casa de Yaite Ramos la música es una cuestión de estado. La Dame Blanche es hija de Jesús Aguaje Ramos, en cuyo currículo destacó su labor como maestro director de la orquesta Buena Vista Social Club. Ella, además, forma parte como corista de Sargento García y es la voz frontal de El Hijo de la Cumbia, proyectos que compagina con su universo personal.
La Dame Blanche, que llega a Gran Canaria después de haber actuado en Suiza y como escala antes de partir para México, se ha agarrado al rap y ha establecido en Francia su campo de acción. Un lugar en el que su estilo es arraigado y cuenta con la expresión especial que le da su mestizaje natural décadas después de las colonias.
La Dame Blanche es música de combate. En su disco Piratas, editado el pasado mes de septiembre, engalana sus sonoridades con una lírica en la que está el relato oral de las calles en las que le ha tocado vivir y el discurso social necesario para un mundo en tiempos convulsos.
El fondo musical de ambas les ata sin ambages a la identidad multicultural del Womad. Si el festival presume de ser puerta a las músicas del mundo, en el repertorio de ambas artistas existe una mezcla de sonoridades e identidades que resumen muchos de las propuestas que el festival pretende divulgar en su retorno a Las Palmas de Gran Canaria.
Por ello son dos piezas ineludibles sobre el escenario de Santa Catalina en la noche de hoy. Dos mujeres con nombre de guerra que se han colocado entre lo más reputado de sus géneros y que esperan convencer al público grancanaria sobre los motivos que les han llevado a ser protagonistas en el panorama internacional.
Dos piezas fuertes para despedir a un festival que vuelve a acampar en la isla seis años después de un hasta luego lánguido y proclamado casi en secreto.
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