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Si la economía lo permite, unas vacaciones no son vacaciones de verdad sin un viaje. Al menos una escapadita, de un par de días, para desconectar de la rutina, del duro día a día laboral y familiar, si se tiene descendencia. En cuanto se monta en el avión, en el barco o en el tren y el coche si se vive en el continente, parece que a nivel cerebral cambia el chip, nos olvidamos de todo y encaramos esos días como un oasis de paz, relax, descubrimientos exteriores e interiores. Eso es al menos lo que dicta el tópico, lo que manda la marea turística en la que todos hemos caído desde hace años y lo que se exhibe en las redes sociales, nuevo paradigma de la modernidad.
Pero una cosa son los propósitos con los que se encara la 'aventura' y en ocasiones otra muy distinta son los resultados finales. El viaje puede convertirse en un regalo envenenado, en una tortura, incluso más estresante que la realidad cotidiana de la que buscamos evadirnos. Al menos eso es lo que destila 'Vogayes en Italie', el largometraje dirigido y coprotagonizado por la francesa Sophie Letourneur, que abrió en la mañana de este lunes las proyecciones de la Sección Oficial de la 22ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
La vida de la parisina pareja protagonista parece estancada. Tiene un niño, la actividad diaria les come las energías, y la escapada vacacional se presenta como la fórmula ideal para recargar pilas, a nivel personal y marital. Los preparativos ya son estresantes. Hay que decidir con quién se deja al niño –que nunca vemos, solo lo escuchamos–, el destino y la planificación de la estancia. Ese preludio ya muestra que estamos ante unos 'personajes', sobre todo el marido. Un Woody Allen a la francesa, paranoico, cascarrabias, hipocondriaco, desconfiado, estrafalario, poco amante de pasar por la ducha, celoso... Su mujer se ciñe con fuerza a lo que pone la guía de viajes en papel que han adquirido. Aconseja qué comer, dónde dormir, qué visitar, cómo desplazarse... lo que destierra la improvisación y lo que es más importante, el disfrute del momento, el hacer lo que realmente apetece y no lo que 'imponen' los autores de la guía que tiene que apetecer cuando se encuentra en el enclave que describen. En este caso, las islas Eolias, al norte de Sicilia.
Con estos mimbres, Sophie Letourneur genera una película en la que el espectador se convierte en una parte más de esas vacaciones. La cámara parece invisible, retrata con 'naturalidad' las aventuras de la pareja por tierras sicilianas y su intento de que ese viaje sea un revulsivo y un agarradero vital cuando vuelvan a la normalidad parisina. Incluye momentos divertidos, fruto de las paranoias del marido, y reflexiones de calado que se destilan de forma velada. Es lo que tiene dejarse llevar por la corriente, hasta el punto de ni recordar nada memorable de unas vacaciones más allá de un par de fotos de una niña momificada guardadas en el móvil.
La cineasta y francesa Sophie Letourneur tiene claro que para «rodar la vida misma hay que ser muy preciso», como lleva a cabo en el largometraje 'Voyages en Italie', que ha recalado en la lucha por el Lady Harimaguada de Oro del festival de internacional de la capital grancanaria, tras su estreno en la última edición del celebrado en Rotterdam.
Su cine conecta con el neorrealismo de Roberto Rossellini al que le hace un guiño explícito en su película, en concreto a 'Stromboli' (1950) y con el maestro francés Eric Rohmer. «Lo admiro profundamente. Aspiro a construir películas como las suyas», reconoce sobre su legendario compatriota.
Cuestionada por la prensa sobre si su cine conecta con el de voces femeninas contemporáneas como las de la española Carla Simón, ganadora del Oso de Oro de la Berlinale con 'Alcarràs', la cineasta francesa apuntó que no conoce la cinta de la autora catalana y que habría «que plantearse si las mujeres tienen una forma de narrar diferente» a la de los hombres cuando dirigen.
«Creo que las mujeres tenemos una visión más circular de la vida. Considero que eso se ve perfectamente en la literatura. Y creo que en el cine, también», asegura.
Señala que con sus películas trata de «llevar lo extraordinario a lo ordinario de la vida» y apunta que «la memoria» cobra mucho peso en el enfoque que trasciende de 'Vogages en Italie'.
La aparente normalidad e improvisación de su largometraje no son reales, confiesa. «Todo está escrito y guionizado. Los diálogos están todos escritos, fruto de un amplio trabajo previo», comenta Letourneur en una rueda de prensa posterior al pase matutino de su filme.
El punto de partida de la película fue su propio viaje de vacaciones a Italia, desarrollado en 2016. «Rodamos la película en tres semanas y estuvimos solo ocho días en Italia. Por eso tuvimos que ser súper precisos. La primera vez fui sola, de vacaciones. La segunda fui con mi asistente y localizamos dónde íbamos a rodar. El tercer viaje fue para rodar, donde procuramos crear la sensación de actuación continua», explica.
El punto de partida de su película, dice, es una reflexión en torno a la vida en pareja. «Buscábamos mostrar cómo a veces los viajes son más un problema que una solución cuando las parejas tienen problemas, fruto de la larga duración y de las dinámicas que se establecen», comenta esta cineasta habituada a producciones de bajo presupuesto, donde, confiesa, que una mujer dirija se asume con mayor naturalidad que en los rodajes de grandes presupuestos.
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