
Crítica de 'I'm not Everything I Want to Be'
En busca de la identidad propiaSecciones
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Crítica de 'I'm not Everything I Want to Be'
En busca de la identidad propiaLibuse Jarcovjakova quería ser artista. En concreto fotógrafa y quería hacerlo en su Checoslovaquia natal. Pero el régimen comunista no lo veía claro. Su mentalidad no se ajustaba a los criterios establecidos desde la Unión Soviética. Tenía que ser más del pueblo para lograr el permiso para estudiar en la Universidad. Tal y como hacía desde niña, Libuse Jarcovjakova lo anotaba todo en su diario, a la vez que daba rienda suelta a su pasión fotográfica. La cámara la acompañaba a todas horas y con ella no solo captaba lo que le sucedía. Buscaba su propia identidad.
Su ingente archivo fotográficos y sus diarios, otro torrente casi inabarcable, son los elementos con los que la cineasta Klára Tasovská ha construido el ensayo visual 'I'm Not Everything I Want To Be', que compite en la Sección Oficial de la 23ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. La música y el tratamiento sonoro son los dos únicos aderezos con los que contó en la sala de montaje esta propuesta que desvela el tránsito vital y artístico de esta fotógrafa. También se convierte en un vehículo histórico, ya que por su metraje discurre desde la Primavera de Praga hasta la caída del Muro de Berlín, entre otros hitos.
El universo fotográfico de Libuse, en su amplia mayoría en blanco y negro, es descarnado. Como su vida diurna en una Praga comunista que nada tiene que ver con el imán para el turismo de masas en el que se ha convertido la bellísima capital checa. Igual, o más cruda, es su vida nocturna, donde da rienda suelta a sus pasiones, adicciones alcohólicas en los ambientes más 'underground'. Tanto en su país natal como en sus viajes a Berlín y Tokio.
La cineasta Klára Tasovská, que ha visitado el Festival, explicó en la mañana de este jueves que el punto de partida del proyecto era una producción televisiva en torno a esta fotógrafa, que hoy goza de un enorme reconocimiento internacional. Pero, tras conocerla en persona, tuvo claro que su universo se merecía una propuesta más audaz y cinematográfica, que cobró la forma definitiva cuando llegó la pandemia de la covid-19 y optó por construir la película solo con sus diarios y su archivo fotográfico. Dos años de trabajo empleó para darle forma al segundo, con una selección final de imágenes que implicó una criba de 70.000 hasta las 3.000 que aparecen en la pantalla. Para la narración, se apoyó en una estructura de cinco capítulos. El resultado es esta pieza tan cinematográfica como museística, que tuvo una muy buena acogida en la Berlinale.
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