
Crítica de 'Ven a mi casa esta Navidad
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Crítica de 'Ven a mi casa esta Navidad
Buena y mala ondaLa cena de Nochebuena puede ser un placer mayúsculo o un tormento. Lo normal, así lo dictan las convenciones, es que reine «la buena onda», por utilizar una expresión muy argentina, como la película que nos ocupa. Pero, sin quererlo, «la mala onda» también fluye en ocasiones. Generalmente, de forma involuntaria e imperceptible para la mayoría, salvo para el que la sufre. Y suelen ser aquellos cuya existencia no encaja en los cánones sociales mayoritarios. Así le sucede a Inés, la protagonista de 'Ven a mi casa esta Navidad', largometraje con el que la joven cineasta argentina Sabrina Campos compite en la Sección Oficial de la 23ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
Inés tiene 40 años y está soltera. No tiene hijos. Elementos más que suficientes para que no se ajuste a las convenciones que parecen reinar entre la mayor parte de su familia directa y la política que acoge el resto en esta señalada noche. Puede parecer una perspectiva extemporánea. Pero no lo es. Ni en Argentina ni en la mayor parte de los rincones del planeta. Sí o sí hay que casarse o tener pareja y, por supuesto, descendencia. Es 'la ley natural', el orden establecido desde que la humanidad salió de las cavernas. ¿Quién lo dice? No se sabe. Pero así es. O debe ser... y si alguien se sale del carril es un rarito, un inadaptado. Cuando no es así, simplemente ha optado por otro camino. Para eso es libre. O la vida, por las circunstancias que sean, así lo ha determinado.
Esta interesante y entretenida propuesta así lo refleja durante esta señalada noche navideña. Inés está desubicada, sabe que es una incomprendida y encima tiene que afrontar una situación laboral difícil y la ruptura con su última pareja. Nadie quiere herirla, pero lo hacen. Y ella traga. Calla, porque un silencio dice más que un torrente de palabras.
La actriz Leonora Balcarce da vida a Inés y lleva sobre los hombros la mayor parte del metraje, repleto de primeros planos y donde su rostro y sus gestos, a veces una simple mueca, dicen todo lo que piensa y siente hasta en lo más profundo de su alma.
Sabrina Campos rodó esta película con menos de 300.000 euros de presupuesto, en plena pandemia, siempre de noche y en una sola localización: la casa en la que transcurre la cena. Un reto mayúsculo del que sale más que airosa.
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