

Secciones
Servicios
Destacamos
La serenidad que irradian sus palabras generan un oasis. En estos tiempos tan polarizados, donde el diálogo sosegado y la escucha parecen vestigios de un pasado remoto, tener al otro lado del hilo telefónico al cineasta Fernando Trueba (Madrid, 1955) se convierte en una aventura tan placentera como volver a ver sus películas, que en gran medida forman parte de la historia del séptimo arte en este país.
Los próximos días 9 y 10 de abril acudirá a Gran Canaria para participar en la primera entrega de las Jornadas sobre el Oficio Cinematográfico, que se desarrollarán producidas por 18 Chulos Event, en el marco de la 20ª edición del festival internacional capitalino, que transcurrirá hasta el día 18.
Reconoce que su intervención se sustentará en una serie de ideas que tiene muy claras pero que se dejará llevar. Entre otras cosas, porque le cuesta hablar sobre algo que no considera, de una manera estricta, como un oficio. «No lo llamo oficio, porque para mí es una pasión y una manera de vivir, de ver el mundo y de relacionarme con los demás. Lógicamente, hay también una parte de aprendizaje y de conocer técnicas y lenguajes. Pero tengo claro que el cine va a estar ahí siempre. No va a desaparecer porque la gente quiere que les cuenten historias. Siempre han existido los que les cuentan las historias al resto, desde la época de Homero», defiende desde su casa en Madrid.
El oscarizado cineasta por 'Belle Époque' en 1993, reconoce que las formas de consumir los contenidos audiovisuales han cambiado, pero la esencia entre las nuevas generaciones se mantiene intacta.
«Hay de todo, como ha ocurrido siempre. Ahora ven cosas de uno o dos minutos y también los hay que son capaces de ver cosas de cuatro horas. Hay para todos los gustos. En mi generación, algunos leían 'Guerra y paz' y otros ni una sola página de un libro. El cine siempre tiene su sitio. Unos lo ven en una 'tablet', en el móvil o en el ordenador, mientras que otros seguirán yendo al cine. Ver una película en el cine es muy bonito, no existe nada que compita con la pantalla grande», subraya.
A la hora de afrontar un nuevo proyecto, el autor de 'El sueño del mono loco' (1989) comenta que la gran pantalla es el objetivo final. «Siempre hago las películas pensando en el cine. He crecido en el cine. Pienso en cine. Si lo haces así y se ve en otro medio, el producto final te lo agradecerá. Hay más rigor en la fabricación de la imagen. Incluso, las plataformas piensan en cine, quieren que se rueden las series como si fuera cine. Todo el mundo quiere montarse en un Rolls Royce», asegura.
Lo que sí que percibe en la nueva realidad audiovisual, determinada en gran medida por el auge y el poderío de las plataformas de producción y exhibición, es una repetición de fórmulas que Trueba focaliza en un apartado técnico muy concreto. «Cuando se dejan de ver las películas en la gran pantalla se pierden muchos matices. Pero, sobre todo, otra cosa que se ha perdido es el arte del director de fotografía. Con el mayor peso de las plataformas digitales se ha generado que todo se parezca mucho. Todas las películas y las series parece que las ha hecho el mismo, su fotografía es casi idéntica. Antes, en seguida, desde las primeras imágenes de la película ya reconocías el trabajo de grandes maestros como Néstor Almendros, Vittorio Storaro o Gordon Willis. Sucede como en la pintura, que reconoces rápidamente la paleta de colores en un Picasso o un Hockney», explica.
Que las novedades cinematográficas no tienen hoy en día, al margen de la pandemia de la Covid-19, el impacto social de los años noventa, por no retroceder más en el tiempo, es una evidencia que no se le escapa al mayor de los hermanos Trueba. Lo asume como una evolución natural, fruto de los avances tecnológicos, no como un trauma.
«La cinefilia, como la tuvimos mi generación y otras anteriores y aquello del cinéfilo que acudía al cine varias veces a la semana se ha perdido bastante. La gente vive en otro universo tecnológico. Billy Wilder, cuando fue homenajeado por el American Film Institute, ya estaba muy mayor pero con la cabeza muy bien ordenada cuando se debatía sobre si el cine podría con la televisión. Dijo en su discurso que sí, que todos tienen pantallas en la cocina, en el salón y tal, pero... ¿quién va a hacer las historias que se pasan en esas pantallas? Ellos, los directivos, tienen el dinero, pero el poder y la gloria es de los creadores. Puedes ser millonario, pero solo Stevenson es capaz de escribir 'La isla del tesoro'», pone como ejemplo de la importancia de los artistas.
Para fundamentarlo, tira de su propia experiencia. «De niño, tenía una ilusión maravillosa con el cine. Hoy, los niños y los jóvenes tienen muchas cosas a su disposición. Nosotros teníamos cuatro y el cine era lo más espectacular. En mi caso, yo tenía interés por la literatura, por la pintura y por el cine, que acabó ocupando cada vez un mayor espacio. El sueño se hizo realidad. Hay momentos claves, por supuesto, pero siempre destaco cuando vi 'El niño salvaje', de Truffaut. Ya tenía vocación, pero acabó convenciéndome de que quería dedicarme al cine. Leía las revistas de cine, iba a la filmoteca y esperaba los estrenos para ir nada más salir del colegio», rememora.
No pierde la esperanza ante las nuevas generaciones. Al contrario, tiene claro que la pasión por el cine y el resto de artes sigue viva. Como descubrió hace unos días en Barcelona, donde prepara su próximo largometraje, que será de animación y otra vez junto a Javier Mariscal, con el que ya trabajó en 'Chico y Rita' (2010), con el que volvió a estar nominado al Óscar. «Estuve con unos músicos de jazz de veintipocos años. Tocaban muy bien. Eran majísimos y tenían unos enormes conocimientos del jazz. Hablaban de los históricos con un amor y una pasión tremenda. Eso nunca se perderá. Siempre ha habido tontos y listos. Está por encima de las distintas generaciones. Al volver a casa, en Madrid, se lo conté a mi mujer, porque son cosas que te reconcilian con todo», confiesa.
Su pasión por el jazz y la improvisación que implica ese estilo musical cuentan con un reflejo cuando Trueba se sitúa detrás de la cámara. «Me guardo siempre un espacio para la improvisación. Aparece en el mismo momento que ruedo, en cómo abordo la imagen», dice quien en ocasiones echa de menos rodar en celuloide. «El digital tiene sus ventajas y sus desventajas. No todo es positivo ni todo es negativo. Unas veces echas de menos aquello y otras agradeces rodar en digital. Pero lo que tengo claro es que el cine es algo que está muy por encima del soporte. Es como si en un cuadro lo importante fuera si está en lienzo, tabla o pared. Lo importante es lo que pintas y lo que cuentas, no el soporte», añade.
Lo que no ha variado es lo complejo que resulta levantar cada nuevo largometraje. Para Fernando Trueba, encontrar la financiación necesaria siempre es un escollo importante y tiene claro que ni con las nuevas plataformas ni con los avances tecnológicos será más sencillo. «Dedicas más tiempo a mover un proyecto, para financiarlo, que a rodar. Al final, el rodaje son unas cuantas semanas. Siempre fue así. Si lo llevas al extremo, en un rodaje lo que menos haces es rodar. Lo que más tiempo ocupa es preparar la iluminación, la escenografía, el maquillaje y la peluquería de los actores... Ruedas solo cuando se dice acción y después corten. Es poco tiempo, pero ese momento es mágico», resalta.
Durante el confinamiento dedicó el tiempo «a leer mucho y a trabajar». «Por suerte pude seguir trabajando. Es una película que espero tener lista para 2022. De nuevo trabajo con Javier Mariscal. Es un proyecto que empecé en 2005. No era para animación. Al principio iba a ser un documental, pero al final hemos visto que la mejor manera de contarla era mediante la animación», adelanta.
- ¿Cómo valora la situación política actual en España?
- Me agota mucho lo político. Pero me molesta que se diga que todos los políticos son iguales, los hay que hacen cosas y trabajan. Hay algunos que se merecen que echen peste de ellos, pero otros trabajan. Leyes como las de la eutanasia, el divorcio, el matrimonio homosexual y otras muchas no se consiguen de la nada, sino por un trabajo de de años. La sanidad que tenemos, aunque muchos la hayan dañado, es una maravilla a pesar de todo. No ha salido sola, por generación espontánea. A veces te asquea, solo están haciendo ruido y diciendo estupideces, pero los hay que trabajan por conseguir una sociedad mejor. Hay que apostar por eso y apoyarlos. No así a los que venden ideas vacías, lo que quiero es que actúen sobre la realidad, que hagan mejoras para el día a día de la gente.
- ¿Le preocupa el auge de la extrema derecha?
- La extrema derecha en España siempre está, en España y en todos sitios. No creo que nunca se haya extinguido. Estuvo muchos años en el poder, impidiendo que viviéramos en libertad. A gente como Trump o Bolsonaro, por ejemplo, solos les interesa sus cuentas corrientes, ya que la gente les importa una mierda. Bolsonaro se cree que el Amazonas es suyo, cuando no es ni de Brasil, es de todo el mundo. Creo que acabará pagando por su excesos ante un tribunal.
- ¿Qué opina de las redes sociales, convertidas en enclaves para insultar, lapidar y adoctrinar, muchas veces desde el anonimato?
- Es algo que nos afecta a todos. El peligro es muy grande. Se trata del reverso tenebroso del cambio tecnológico. Es infernal y siniestro. Te encuentras con cosas maravillosas, pero otras muchas son asquerosas y peligrosas.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.