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«Reivindico la delicadeza»

«Reivindico la delicadeza»

Cada vez cobra más fuerza que el término medio se ha diluido en la sociedad contemporánea. Si se dice o se crea algo políticamente incorrecto los ataques que se recibirán serán demoledores. Y los que atizan son tan radicales o más que lo que, en teoría, se ha salido del redil. En medio de esta compleja realidad habitan artistas que «reivindican la delicadeza», como es el caso del dramaturgo canario Antonio Tabares (Santa Cruz de La Palma, 1973), como pone de manifiesto con su última criatura escénica, Proyecto Fausto, que se representa los próximos días 17 y 18 de enero, en el teatro Cuyás de la capital grancanaria.

Lunes, 13 de enero 2020, 07:00

«Consciente o inconscientemente, uno se autocensura. No por motivos ideológicos, sino porque, a veces, el dedo que señala cobra mayor importancia de lo que se quiere señalar», explica mientras se toma un café mañanero en el restaurante del recinto escénico de la calle Viera y Clavijo, donde Proyecto Fausto cobrará vida gracias a la compañía tinerfeña Delirium Teatro.

«Reivindico la delicadeza, contar las cosas con tacto. El Proyecto Fausto ha sido especialmente respetuoso con los familiares de los protagonistas de esta tragedia real. Esta historia, y todas, se puede contar de muchas maneras. Incluso, de una forma desagradable. Pero ese es un terreno en el que no me siento cómodo. Creo que las cosas pequeñas hay que cuidarlas, por eso me decanto por la sutileza y por cuidarlo todo mucho. Vivimos en un mundo tan agresivo que, incluso, sentirse ofendido puede ser una excusa para saltar. Creo que hasta en mis obras más ácidas o irónicas, como Canarias, no he sido especialmente duro ni brutal», subraya.

El autor de la celebrada La punta del iceberg asegura que el archipiélago canario es «un semillero de historias que pueden tener eco en cualquier lugar del mundo». Pero para que tengan enjundia, se necesita, apunta, «tener una cierta perspectiva y no estar dentro de la vorágine», porque si no es muy fácil caer en lo «panfletario, evidente y tendencioso».

«Como autor tienes que posicionarte junto a todos los personajes y todas sus tendencias. El personaje las tiene que defender sobre el escenario. Eso no implica que alguna vez escriba sobre la realidad política o que en alguna de mis obras me refiera a esa condición española que parece que llevamos en la sangre y que me niego a creer que sea real», lanza sin ambages.

Por sus obligaciones laborales –es periodista y trabaja en un gabinete de prensa– reconoce que últimamente ha dedicado «menos tiempo» del que le gustaría a escribir teatro. «Pero sigo tomando ideas y notas. Tengo varios proyectos, pero más a largo plazo. Proyecto Fausto se terminó a pie de escenario. Las actrices [alude a Irene Álvarez, Lioba Herrera, Carmen Hernández y Soraya González del Rosario] estaban ensayando y yo retocando cosas del texto. Eso también es interesante, porque en el escenario ves si algo falla o si falta alguna cosa. En este montaje he participado más de lo habitual en los ensayos y eso ha sido muy enriquecedor», señala el dramaturgo.

Tiene una idea avanzada, pero medio «en barbecho». «A veces, tengo la historia tan adentro que si no me siento a escribirla me da la impresión de que me voy a volver loco. Aún no he llegado a ese punto en esta ocasión», dice entre risas.

Antonio Tabares asegura que la escritura dramática contemporánea vive «un buen momento», tanto a nivel nacional como en Canarias. Pero advierte de que no hay que tirar las campanas al vuelo en las islas.

«El proyecto Canarias Escribe Teatro ha tenido mucho que ver en el buen momento que vivimos. Estos buenos tiempos vienen en parte a rebufo de lo que ha sucedido en la península. Hay casos de personas que se fueron a Madrid para estudiar interpretación y han acabado convertida en una gran autora, como sucede con Irma Correa. Allí también están José Padilla o los hermanos Bazo. Esa marea también ha llegado a Canarias y me preocupa que el globo se desinfle, que no se crea, como se dice ahora, tendencia. Confiemos en que no sea una generación pasajera y que después no se vuelva a los tiempos en los que solo había un autor y se le representaba poco y mal. Para evitarlo, creo que la formación es fundamental y que se apoye el estreno de textos canarios, por compañías canarias y con calidad. El momento es bueno, hay gente joven que escribe cosas muy interesantes, como Victoria Oramas o Miguel Ángel Martínez, entre otros», asegura.

A los autores les pide un trabajo de autocrítica. «No todo vale. No todos los dramaturgos tienen el mismo nivel, ni todas las obras de un mismo autor son maravillosas», aclara.

Considera que las compañías canarias perdieron el miedo hace tiempo. «Rara es la que no ha representado algún texto de un autor canario contemporáneo. Los resultados están ahí y eso es una excelente noticia, porque lo que hacemos es contar nuestras historias, desde un punto de vista insular pero con una vocación universal», puntualiza.

Entiende «perfectamente» que muchos textos, por muy buenos que sean, tarden mucho en cristalizar o nunca lo hagan sobre un escenario.

«A veces, me han pedido textos y se han hecho traducciones, pero al final el proyecto no se materializa sobre el escenario. Es difícil, porque apostar por un texto tiene su cara y su cruz. Te puede gustar mucho, pero implica apostar por otros elementos fundamentales, como el reparto, el número de intérpretes, el equipo técnico, el género... Me ha sucedido que me han llamado para decirme que un texto mío les ha encantado y que lo van a montar y nunca más he sabido de esas mismas personas», reconoce.

Lo contrario le sucedió con Una hora en la vida de Stefan Zweig. «Me llamó una compañía gallega a la que no conocía de nada. Les entusiasmaba el texto y sacaron adelante un montaje estupendo. Entiendo que no es lo habitual», comenta.

Reconoce que salvo casos aislados como Jordi Galceran «o puede que Juan Mayorga», en España es muy difícil vivir exclusivamente del oficio de dramaturgo. «El que mis ingresos no dependan del teatro me da una gran libertad para escribir lo que me apetece, para rechazar lo que no me interesa y para tomarme el tiempo que creo necesario», confiesa el autor del texto del Carro alegórico que se verá en las fiestas de la Bajada de la Virgen en La Palma el próximo verano, con música de Gonzalo Cabrera.

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