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Esta exhibición es la segunda edición de una iniciativa que permitió conocer el trabajo de 18 fotógrafos en una exhibición que tuvo lugar en 2016 y que también estuvo promovida por la galerista y el catedrático de Fotografía de la universidad surcoreana de Chung-Aang, Lim Soo Sik. «Es un buen aglutinador. Tiene una amplia red de colegas fotógrafos y artistas», señala la galerista Saro León, que resalta la modestia de su obra, de pequeño formato, elegida para realzar la de sus compañeros de sala.
El público que acuda a la galería de la calle Villavicencio se encontrará con un heterogéneo grupo de obras que, o bien por la técnica o por la iconografía, le llevarán a viajar con la mirada por las remotas coordenadas estéticas y temáticas del país asiático.
Así, Lim Soo Sik presenta su reinterpretación de los antiguos bodegones coreanos (pinturas de chaekgado) a través de ocho fotografías de viejos libros. Además, el artista aumenta la incertidumbre respecto a su contenido porque en todos ellos ha desaparecido el texto.
Por su lado, la artista Adel Lee propone tres instalaciones en las que plantea composiciones donde representa el tránsito entre la vida y la muerte; un viaje desde la oscuridad hacia la trascendencia que ella formula a través de cajas de luz.
tradición. Más oriental en las formas es Kwon Inkyung, que formula un collage pictórico realizado con tinta sobre papel tradicional hanji, hecho a mano con la corteza interior de dak, un árbol coreano conocido como la morera del papel. Sus composiciones representan ciudades y hábitats interiores, abordados desde perspectivas distintas y contrapuestas para crear unas singulares cartografías urbanas donde cabe lo íntimo y lo comunitario. Así, la caligrafía oriental se mezcla con rótulos publicitarios y los puentes atraviesan abigarradas urbes, rodeadas de riscos, playas y ríos, para conectar con espacios interiores.
El fotógrafo Kim Byounggu se aleja de las formas estilísticas coreanas para llevarnos, a través de tres imágenes, al corazón de un país herido: la frontera con Corea del Norte. Un espacio concebido como un símbolo de la desolación y del silencio; una zona desmilitarizada que separa ambas Coreas y que conforma una extraña unidad donde la tensión y la heterogeneidad desaparecen.
Por su lado, la artista Rhaomi, especializada en pintura, arte y cine Oriental, expone tres pinturas, una de ellas realizada sobre una esfera de piel y el resto sobre papel hanji, en las que mezcla símbolos asiáticos y occidentales, con iconos históricos y actuales. Naves espaciales, engendros fantásticos y animales mitológicos conviven con naturalidad en sus cuadros coloristas en los que habla de la maternidad o de la vida contemporánea.
Por último, la creadora Kang Jing Ju intercala elementos contemporáneos y tradicionales en tres fotografías impresas sobre papel hanji en las que plasma la simplicidad arcaica de utensilios de cocina como los morteros, un colador o un cesto; elementos muy antiguos cuyo deshuso los sitúa al borde de la extinción.
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