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Idaira del Castillo, en su estudio junto a una de sus creaciones. C7
Idaira del Castillo, el dibujo umbilical

Idaira del Castillo, el dibujo umbilical

'Ginseng Coreana en el Imperio Nuevo' se exhibe en la Galería Saro León de la capital grancanaria hasta el 9 de diciembre

CARLOS DÍAZ-BERTRANA

Tacoronte

Domingo, 6 de noviembre 2022, 01:00

Contundente fue su aparición en el arte canario con una obra «en proceso» que expone en el COAC de 2019. Todos los días pinta un mural de 3 por 6 metros, que borra al terminar la jornada... y al día siguiente otro. Sísifo disfrutando de su condena, escribe Santiago Palenzuela. «Ese mural fue una gozada, como meter las dos manos en la tarta de una emperatriz rusa y escapar sana y salva»... Aparecen ya algunas características de su poética: Un formidable dominio del dibujo, grandes formatos, colores brillantes; potente y escenográfica, explora tanto el fauvismo y el expresionismo como del pop art, el manga y el grafiti.

Precozmente encuentra su voz en la pintura; sin acabar Bellas Artes gana el Premio de Artes Plásticas Manolo Millares (2017) y con menos de 30 años ya expone individualmente en Madrid y en los principales centros de arte de Canarias (La Regenta, Cabrera Pinto, Juan Ismael...). José Arturo Martín recuerda cuando llegó al estudio de Reina 39 «con un rollo de cuadros de 200 x 300 cm. que pesaban un quintal. Esa chiquilla flaquita que me recordaba a la Madonna de 'Physical Atracction' me dejó boquiabierto cuando desenrolló los cuadros que traía al hombro desde el barrio de Lavapiés: tanto el soporte que utiliza la artista como el material que aplica en sus cuadros desafiaba, sin vergüenza, las leyes de la teoría del color. Su temática alrededor de la vida cotidiana estaba de moda en Canarias por la Escuela de La Laguna...pero no tenía nada que ver con sus compañeros de generación. Era extremadamente superior en técnica y en valentía».

Original sin reflujo, crea la 'marca' Idaira del Castillo desde el interior, al margen de las modas y tendencias, y sin embargo tremendamente actual, de eléctrica modernidad. Una poética que es tan intimista como universal; sus retratos son de una persona y de lo humano, de un rostro y de la artista. Es una fijona, su objetivo es 'pintar la vida'. «Siempre estoy percibiendo la realidad; la gente, los lugares, las sensaciones, los olores...Me interesa más hacer un retrato de alguien real que inventar un personaje. Se trata de verte a ti misma a través del otro y al espacio como recipiente, contenedor de objetos, recuerdos, desechos...».

«Siempre estoy percibiendo la realidad; la gente, los lugares, las sensaciones, los olores»

Muy lejos del cinismo y la metafísica conceptual de mucho arte de hoy, usa su vida cotidiana para crear, «con oficio y sensibilidad, una experiencia emocionalmente muy compleja, la experiencia estética» (Donald Kuspit). Su pintura tiene un fondo nietzcheano, es «escritura de un cuerpo, autobiografía de una carne, confesión que procede de su idiosincrasia carnal, anatómica, fisiológica». Su estudio está lleno de telas, botes de pigmentos, pintura plástica, latex, tinta, ceras, esmalte de uñas, rotuladores carioca, rollos de hilo, alfileres... «También tengo papeles amarillentos de hace años, cartones de latas de sardinas y mejillones para hacer dibujos, libretas de varias medidas... Alfombras viejas, fundas de cojines, un toldo sesentón que hizo mi abuelo. Puedo decir que son parte de mi familia, que conviven todos en casa y que es el material el que forma la obra en sí, como un cuerpo».

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A primera vista llama la atención la fuerte presencia que imponen sus obras, su riqueza cromática, el desparpajo, la luminosidad, los colores histriónicos y el soporte blando: telas y fieltro. A veces su lenguaje es narrativo y escenográfico, usa telones, crea ambientes y cuenta historias: de una niña dormida a la que se acercan animales en peligro de extinción, o de la vida cotidiana: pintándose las uñas, un 'selfie', alguna amiga, su perra Rita, su madre. Aunque más allá del relato, es el lenguaje de la pintura y sus ritmos lo que nos hace sentir y experimentar estas obras.

Los materiales, los cosidos y las magnitudes remiten a su infancia, cuando inventaba canciones, los árboles hablan y se apasiona con los 'Viajes de Gulliver' al país de los gigantes y a 'Liliput'. Entonces vive en un mundo entre costuras, la familia hacía trajes canarios. «Recuerdo ir de pequeñita con mi madre a ese universo de montañas de faldas, de rayas azules, blancas, rojas, negras, amarillas y verdes; las polainas, el olor a mimbre, los retales...». Y, ya de mayor, las telas sin bastidor, la técnica del collage, las texturas y una sensibilidad escenográfica perfilan su poética ecofeminista: la gran mayoría de sus retratos son de mujeres y casi todos los materiales que usa son reciclados: las telas, los cartones de latas de conservas, los plásticos... Además tiene una gran empatía con los animales, que también merodean una pintura con distintas texturas: como la piel de los animales y los collages. Su ecofeminismo se aleja de la identificación facilona con la 'domesticidad' y la 'feminidad' por trabajar con telas, coser... «No hago arte femenino, el arte no tiene género; la sensibilidad tiene infinitos géneros».

Es una obra muy física, no gira en torno de la historia del arte o de la cultura, es su vida: identidad, retales, memoria, inventiva, determinación... Las telas pequeñas se agrupan en las exposiciones, forman una comunidad de individuos, pero cada uno trae su propia personalidad. Las grandes, pintadas directamente sin imprimación previa, se desparraman por las paredes y suelo. «Me gusta trabajar con extremos, es divertido a veces ser gigante y otras diminuta». La obra, blanda y maleable es fácil de transportar. Se puede doblar, una exposición cabe en un par de maletas. Idaira usa las telas como color o textura y ha ido evolucionando hacia el dibujo, «hacia algo que parece más simple, pero es tan complejo y necesario como un silencio<, dice. Y cuando le comento su virtuosismo con el dibujo, al ver la sabiduría con que saca un pie del suelo para pintarle las uñas: «Muchas gracias. Creo que vine a este mundo para eso». Tiene puntería con el dibujo dice Javi Sicilia: «Comienza desde un punto vacío en el papel y termina en el otro, manteniendo las proporciones y la composición de la forma con absoluta maestría».

Con historia

Los materiales traen su propia historia. Idaira los pinta, los manipula, pisotea las telas, las refuerza para que aguanten, pone más o menos costuras: «Es algo que te pide la personalidad de la tela»... Y tras la multitud de formas, colores y texturas, destaca su unidad interna, que consolida un estilo profundamente original. Más que un medio para expresarse, la pintura muestra su forma de estar en el mundo, con sensibilidad, fundamento, compromiso, valentía, creatividad y energía obsesiva. Las imágenes con perspectiva plana y dibujo quebrado suelen venir de fotografías, que reinterpreta con una visión imaginativa y crítica: «El individuo, los monstruos cotidianos, la decadencia del sujeto, la personalidad desestructurada, la deformidad como rasgo de personalidad, la psicología de las relaciones, el animal interior, la asimilación de recuerdos». Su pintura, siempre intensa y expresionista no está fascinada por lo nuevo, pero si refleja la inmediatez, la impaciencia, el arrebato del mundo actual, y la paradoja de estar cada vez más conectados y más solos.

El color como reclamo, llamativo, brillante, futurista, de megalópolis asiática, emocional, «es muy importante para representar los estados de ánimo de cada personaje y descubrir los mundos que habitan». La luz es atlántica, africana, del sur, cálida. La ambientación, friki; la perspectiva y la escala distorsionadas. Idaira no se plantea referencias, su pintura es muy carpe díem, pero también palimpsesto del arte egipcio, de Matisse, Warhol, Basquiat, de los grafiti, los manga... Fernando Álamo, que comparte su interés por el collage y la escenografía, me ilustra: «Usa el lápiz de color como un pincel enorme, sus telas multicolores recuerdan los frescos de Giotto y Botticelli , su pintura es un álbum fotográfico»... Y sus cuadernos de dibujo el cordón umbilical que conecta su vida y su arte.

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