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Orlando Jiménez con la antorcha de 'Los Juegos Olímpicos' del carnaval capitalino. Juan Carlos Alonso

Orlando Jiménez reclama con su pregón un recinto ferial para el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria

El murguero aprovecha su experiencia de 49 años como carnavalero para recordar la evolución de la fiesta y apostar por su futuro

CANARIAS7

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 8 de febrero 2025, 22:23

Ataviado como hace 49 años, cuando pisó por vez primera un escenario del carnaval como miembro de Los Nietos Kika, el murguero Orlando Jiménez protagonizó un viaje al pasado, un recorrido por su experiencia que es un legado histórico, pero también un trampolín desde el que impulsarse de cara al futuro. «Allá por el año 1976 recorrimos las calles de Las Palmas de Gran Canaria con la alegría de la primera vez, como el deportista novato que se enfrente a su reto inicial», comenzó el pregón, «ahora, en el 2025, llevando la misma vestimenta, me siento como el olímpico veterano, que después de tanto esfuerzo y sacrificio, obtiene por fin la preciada medalla de oro».

«No ha sido un viaje fácil, no señor, cuando Manolo García, en diciembre del año 75, empezó a gestionar la creación del carnaval, no hubiera sido posible sin las agrupaciones de aquella época, como la peña Anzofé, que acabó siendo la famosa murga Los Hijos de Caín, la comparsa Los Caribe y, nosotros mismos, Los Nietos de Kika, que aunque no éramos originales de La Isleta, y veníamos de Arucas, hay que decir que las murgas no son de donde nacen, sino de donde se hacen», añadió Jiménez en su alocución, «La Isleta es un referente en el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria».

El murguero se mostró agradecido al carnaval por todas las experiencias que le ha brindado, y a toda su familia -su mujer, sus hijas y su nieto- por haberle apoyado siempre para que pudiera cumplir su sueño canavalero. Y aconsejó a las autoridades responsables de la fiesta a escuchar la voz de la experiencia en un momento en el que el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria se encuentra en una encrucijada, entre la continuidad de la fiesta y la necesidad de respetar el derecho al descanso de muchos vecinos. «Que no nos pase como con las olimpiadas, que desaparecieron tantos años hasta que alguien por fin luchó par recuperarlas», propuso, «hay que luchar ahora, en este momento».

Emulando al presidente Kennedy en su discurso de investidura de enero de 1961, pidió que no se preguntara qué puede hacer el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria por la fiesta, sino «qué podemos hacer nosotros por el carnaval». Orlando Jiménez aseguró que los grupos «no somos el ombligo del mundo, pero podemos aportar mucho y hacer que se nos escuche, nosotros somos el carnaval, así que somos también responsables de que todo salga bien».

Carnaval itinerante

El murguero recordó que el carnaval ha sido una conquista. «Los primeros años no fueron fáciles, pero sí muy divertidos», recordó. Sus pasos lo llevaron por el castillo de La Luz, el teatro Pérez Galdós, el López Socas, La Gallera, el Estadio Insular, el parque de Santa Catalina y el solar portuario junto a Belén María. Por eso, reclamó la elección de un emplazamiento definitivo. «Nos movemos más que la sede de las olimpiadas, que cada cuatro años está en un país diferente. ¿No les parece a ustedes que ya va siendo hora de que tengamos un recinto ferial como Dios manda?», expuso, «tenemos un carnaval de primera, que va a cumplir cincuenta años, y estamos improvisando, yo creo que es hora de ponerse las pilas y tener una ubicación definitiva».

Orlando Jiménez pidió a la ciudadanía «aportar y no dividir», respaldar la que considera como la fiesta más emblemática de la isla. «Así que, menos quejarse y más poner de su parte para que todos tengamos el carnaval que esta ciudad se merece», dijo.

El murguero desveló el nombrete con el que es conocido en los ambientes carnavaleros: Albano. El origen del moto que lleva con orgullo está unos carnavales de Maspalomas en los que lucía unas gafas de época mientras bailaba con una extranjera que tenía el pelo largo y era más alta que él. «Parecíamos Romina y Albano», bromeó Jiménez, «y así me quedé, Albano, ya para los restos».

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