![José Antonio García, vecino de Benijo, junto a su furgón que explotó engullido por las llamas.](https://s2.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2023/08/25/Imagen%20(183358002)-kbyE-U2107264572JMF-758x531@Canarias7.jpg)
«Dios puso su mano aquí para que esto no se quemara»
Las cicatrices del fuego ·
Centenares de vecinos de La Orotava regresaron a sus terrenos y, a pesar de la tragedia, vieron como sus casas seguían en pie en un entorno rodeado de cenizasSecciones
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Las cicatrices del fuego ·
Centenares de vecinos de La Orotava regresaron a sus terrenos y, a pesar de la tragedia, vieron como sus casas seguían en pie en un entorno rodeado de cenizasDespués de la tragedia, toca trabajar duro para recuperar la normalidad de una comunidad que vive del sector primario. Ganaderos, agricultores o simplemente, familias amantes de la naturaleza que alternan su día a día en la urbe de Tenerife con la paz y sosiego de los montes de La Orotava.
Ahora, tras el paso de las llamas, han podido regresar a sus hogares y la imagen que se encontraron ha sido dantesca. Colinas antaño verdes, ahora incineradas y sus tierras de cultivo totalmente arrasadas. Pero entre tanta tristeza y olor a quemado, todos pueden decir que los servicios de extinción lograron salvar sus viviendas, uno de los grandes éxitos en este incendio de Tenerife además de que no se han registrado pérdidas humanas.
El relato de varios vecinos afectados en las fincas del Camino de Mamio, en La Orotava, revela la angustia y la suerte que experimentaron durante el desastre. A pesar de los daños sufridos, destacan la importancia de los equipos de extinción y la solidaridad mostrada por la comunidad.
Uno de los propietarios, quien prefirió no revelar su nombre, relató su experiencia y el proceso de recuperación en el que se encuentra tras poder acceder a su finca. Agradeció el buen trato recibido por parte de las autoridades y servicios de emergencia y quiso destacar la importancia de los medios de extinción, aéreos y, sobre todo, terrestres.
Recordó cómo el miércoles observó varios helicópteros dirigiéndose hacia Santa Úrsula y en ese momento sintió que la situación era grave. No en vano, contaba con la experiencia previa vivida en otros incendios en la zona y, en ese escenario, tomó las debidas precauciones y preparó sus enseres para poder marcharse bien temprano, dejando las puertas abiertas de la finca para que los bomberos pudieran acceder a trabajar en caso de que fuera necesario. «Llegué a recoger mis cosas hasta cuatro veces y tengo que decir que menos mal que no hubo ese viento de agosto tan malo que suele llegar a esta zona. De ser así, las llamas habrían alcanzado el pueblo», vaticinó.
Afortunadamente, no tenía animales en su finca, pero hay algo que le alegró enormemente al regresar y fue poder comprobar que la vida silvestre no se había perdido por completo. «Vi conejos, picapinos y mirlos... Sin embargo, me queda por divisar varias aguilillas que frecuentaban la zona. Espero que se hayan salvado de las llamas», suspiró.
A pesar de la devastación en la finca, el vecino destacó la importancia de la «resiliencia y la restauración de la naturaleza. Estoy esperando ya que esto acabe para volver a plantar y celebrar de paso una fiesta familiar para celebrar que todos estamos bien y que la casa se salvó. Incluso, aprovecharé la ceniza del fuego como abono para los nuevos cultivos. Las llamas darán alimento a la nueva vida», reflexionó.
Para este amante de la naturaleza y vecinos como Carmelo Hernández y sus familiares Alicia, Hugo, Yolanda y Silvia, este incendio les ha valido para «valorar la importancia de la solidaridad comunitaria, la resiliencia de la naturaleza y la necesidad de tomar medidas para prevenir y saber enfrentarnos a estos desastres naturales».
Pocos kilómetros al sur, recorriendo una carretera sinuosa que linda con la corona forestal, las llamas se quedaron también a las puertas del barrio de La Florida, también perteneciente al municipio de La Orotava.
Aquí, Francisco González –un trabajador que cuida de una de las fincas más importantes– se agarra al «factor suerte» que experimentó para escapar del fuego. «El incendio venía de allá arriba», comentó González mientras señalaba hacia las alturas de la colina ahora carbonizada. «Cuando me dijeron que teníamos que desalojar, no tuve tiempo de nada. Solo pude soltar a las gallinas en el corral, coger un motor de luz y gasolina y salir rápidamente», recuerda.
La rápida propagación de las llamas tomó por sorpresa a los vecinos de la zona. «No sabíamos nada porque las llamas estaban muy arriba, y de repente llegaron aquí abajo el viernes, aunque nos desalojaron el jueves... ¡Y menos mal!», exclamó González visiblemente emocionado.
Tras evacuar su finca, González se dirigió a su casa en la calle de La Cañada, desde donde observaba minuto a minuto «con temor» el avance del fuego. «Pensé que habíamos perdido la casa, sinceramente es así», confesó. «Pero Dios puso la mano en todo esto para que no se quemara. Ardió todo el perímetro, pero no tocó la vivienda».
El agradecimiento de González hacia los equipos de extinción fue evidente. «Si no fuese por ellos, se habría arrasado con todo esto», afirmó. «Es un monte muy fuerte, incluso hace un par de años cortaron ramas y leña de la ladera, pero aun así las llamas arrasaron».
La alegría de encontrar su espacio de trabajo intacto fue inmensa para este agricultor. «Cuando llegué el miércoles y vi que la casa estaba en pie, sentí una alegría enorme», narró. «Y la dueña también se alegró porque pensaba que lo había perdido todo». González lleva trabajando en estas tierras desde hacía ocho años y se confiesa un «enamorado de la montaña y la naturaleza». Ahora, al ver el estado de devastación en que quedó todo confesó sentir una profunda tristeza. «Llevo desde siempre caminando por el monte con el perro, y ahora está todo calcinado. Tardará años en recuperarse».
Afortunadamente, no perdieron nada de la cosecha, ya que había sido recolectada recientemente e, incluso, sus gallinas lograron protegerse del humo al refugiarse en el corral cubierto. «Las dejé sueltas, pero se metieron en el corral y cuando llegué, seguían ahí. Fue una alegría enorme», contó.
Las secuelas del fuego en TenerifeVer 18 fotos
De todos los vecinos que consiguieron huir de las llamas, el único de esa zona norte de la isla que sufrió importantes daños materiales en su propiedad fue José Antonio García. Este vecino de Benijo perdió su finca –de la que vive– y dos vehículos que explotaron tras ser engullidos por las llamas.
Antonio García relató resignado que fueron desalojados al amanecer del sábado, cuando el peligro del humo se volvió inminente. «Es que ya costaba hasta respirar», recordó. Sin embargo, desde la una de la madrugada ya podía observar «el fuego acercándose ladera abajo» de forma peligrosa hasta su barrio. A diferencia de incendios anteriores, en esta ocasión no tuvieron tiempo de prever el desalojo, «ya que las llamas llegaron rápidamente y comenzaron a prenderlo todo. Llegó mucho material incandescente volando y comenzó a prenderlo todo», detalló.
El desalojo «fue caótico para mi mujer y para mí» y apenas tuvieron «tiempo de rescatar todos nuestros bienes. No nos dio tiempo a nada y por eso dejamos dos furgones atrás ya que solo pudimos llevarnos los que usamos a diario», comentó García. Aunque no había mucha vegetación cerca de su casa, «la virulencia del fuego fue tal que incluso derritió los cristales del furgón. Las explosiones que se escucharon de los coches hicieron que la gente pensara que se habían quemado sus casas, no solo la mía y los vecinos también creían que lo perdieron todo. Pero no fue así, es increíble ver cómo está todo calcinado menos las viviendas».
A pesar de las pérdidas materiales, García se sintió «agradecido» de que su casa lograra escapar de las llamas y reconoció el «arduo trabajo de los bomberos» que estuvieron presentes durante el incendio, enfrentándose a «condiciones extremas de calor y un ambiente irrespirable».
«Es duro», como así manifestaron Jorge Luis Prieto y su hijo Gabriel, también afectados por las llamas, «ver cómo nuestro entorno está totalmente calcinado», pero encontraron «consuelo» en el hecho de que «nadie resultó herido» y sus casas «siguen en pie, todo ello, gracias a la gente que luchó por ellas. Gracias a todos», exclamó.
«Aquí lo pararon justo delante de mi casa y todo fue gracias a aquellos que trabajaron toda la noche. A mi hija, incluso las llamas llegaron hasta la misma pared de la vivienda», recuerda. «Cuando nos dijeron que el fuego había llegado hasta aquí, nos asustamos. Pensábamos que la casa no escapaba y más cuando escuchamos que habían explotado los coches del vecino».
Ahora, mira hacia la cumbre y ve que «todo el paisaje es nuevo. Levantas la vista al monte y no se parece en nada a lo que había antes. Estaba bastante abandonado, la verdad, pero bueno... solo podemos dar las gracias a Dios y estar eternamente agradecidos a los operarios que estuvieron trabajando aquí. Con las llamaradas que había y las temperaturas que no se aguantaban, se jugaron la vida por nuestras casas. Su trabajo no es pago y hay que agradecérselo», reflexionaron.
Ahora, la familia Prieto y los demás afectados de La Orotava deberán esperar a que el terreno se enfríe y mientras comenzarán a asimilar todo lo sucedido.
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