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Menores migrantes en Puerto Bello. Arcadio Suárez
Pidieron a los trabajadores «facturas de gasolina» para los «desajustes»

Pidieron a los trabajadores «facturas de gasolina» para los «desajustes»

El educador confirmó la tesis de Anticorrupción: los jefes pedían a los trabajadores tickets personales para justificar gastos de la fundación

Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 12 de junio 2023, 09:23

Este empleado de Puerto Berro confirmó lo que refiere el fiscal Anticorrupción en su querella: «Es verdad que usaban facturas que no eran del centro. En dos ocasiones solicitaron al personal que les pasáramos tickets de gasolina de nuestros coches privados a la empresa. Daba igual cuánto fuera». También –añade– les pidieron «que les lleváramos facturas de las compras que hacíamos en nuestras casas. Les daba igual y fue el director Fernando quien nos las pidió porque, decía, había unos 'desajustes' en la contabilidad y quería solucionarlos con tickets de combustible. A los que no éramos de confianza nos lo sugería, pero a sus amigos les daba esa orden».

Sobre la comida que daban a los menores inmigrantes, contó que la fundación Siglo XXI montó «un local al lado del casino del parque Santa Catalina donde preparaban la comida y tenían una furgoneta que no era isotérmica para trasladar los alimentos a los centros». Según su versión, «era raro el día en el que la comida no llegara en mal estado. Solo les ponían cuscús, arroz, pasta... lo más barato. Les dije que tenían que contratar a un nutricionista y se rieron de mí en mi cara». Expuso que los adolescentes desayunaban, por ejemplo, tres galletas y Cola Cao «o los mejores días también les daban una rebanada de pan con mantequilla».

En el almuerzo comían una ensalada con solo lechuga y cuscús o pasta y de postre, un yogur. Para la merienda les ofrecían galletas y zumo y de noche repetían lo del almuerzo. «Tiraban de lo más barato y rápido. Los días malos no nos daban desayuno y teníamos que comprar algo, pero íbamos a la caja y a lo mejor había 30 euros para más de 200 menores. Con eso, comprábamos». Este técnico especialista en menores relató que «hubo un fin de semana que me vi solo con 20 euros, sin comida ni medicación para todos».

El Patio de la Armería, que en julio acogió el homenaje de Estado a las víctimas, fue el lugar elegido para el acto castrense

Una chica entre 210 chicos

Se emocionó al recordar un día en el que «apareció una chica» en Puerto Bello. «Yo dije que era una locura en un centro con más de 210 chicos sin control. La pusieron en la tercera planta custodiada por alguien que se quedaba en la puerta, pero era inviable porque los chicos saltaban por los balcones y por la noche era todo un descontrol».

En esa habitación, sostuvo, «pasó de todo, las limpiadoras sacaban sábanas manchadas de sangre y nunca hicieron nada por ella. Un día trasladaron a la chica y se le perdió el rastro».

También tuvo palabras de recuerdo para «un chico que llegó sano, era deportista y le tuve que comprar vitaminas pagándolo de mi bolsillo porque perdió una cantidad de peso drástica. Estaba desnutrido». En la habitación de este menor «siempre ocurrían demasiadas cosas raras, intervenciones del equipo de noche no justificadas y demasiado violentas».

No dudó a la hora de confirmar que los educadores le dieron una paliza y el herido, al día siguiente, se «reunió con los educadores diciendo que quería denunciar. Todo parecía que iba a salir hasta que llegaron las personas de confianza del director y le dieron nuevamente otra paliza». El chico acabó «reventado y reaccionó. Cogió hilo y aguja y se cosió la boca, literalmente. No lo llevaron a Urgencias, para nada. Los mismos que le pegaron lo curaron como pudieron y ahí se quedó. Al tiempo, desde que cumplió los 18 años, ahorró y regresó a Marruecos».

Esos fueron los hechos que acabaron siendo investigados por la Fiscalía y que están siendo instruidos en un juzgado de San Bartolomé de Tirajana.

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