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El color violeta ha quedado asociado a la reivindicación de una igualdad plena entre hombres y mujeres. EFE
8 de marzo
OPINIÓN

8 de marzo

Desde que comenzó la pandemia ha habido múltiples manifestaciones de distintas índoles (algunas incluso sin un fin especifico y sin estar debidamente convocadas). Entonces, ¿por qué tanto revuelo en esta?

Mª VANESSA RAMÍREZ RODRÍGUEZ

Lunes, 8 de marzo 2021, 00:00

Esta semana, como cada año, volvemos a celebrar el día 8 de marzo, Día de la Mujer. No será mi objetivo en este artículo ilustrar a nadie de algo que es conocido por la inmensa mayoría, pero creo que antes de entrar en la conmemoración del Día de la Mujer, debo exponer de forma muy breve, una serie de premisas a modo de antecedentes, máxime cuando estamos viviendo tiempos en los que escuchar voces torticeras se está normalizando.

Por un lado, me gustaría iniciar mi artículo remitiéndome a la fecha del día 8 de marzo del año 1875, New York. Ese día, cientos de mujeres, trabajadores de una fábrica de textiles, salieron a las calles para reivindicar los bajos salarios que percibían. En esa manifestación unas 120 mujeres resultaron muertas habida cuenta de la brutalidad policial que allí se ejerció. Es en este momento de la historia en el que se creó el primer sindicato femenino. Podríamos profundizar mucho más en este día y recorrer la historia por otros hechos cruentos e históricos, como ocurridos en el año 1911 en una fábrica de camisas Trinagle Shirtwaist en New York.

Asimismo, considero pertinente, por su importancia en la historia de la lucha de igualdad entre hombre y mujeres, mencionar a la rusa Alexandra Kollontai (nominada para el Premio Nobel de la Paz, tras la Segunda Guerra Mundial), que consiguió hacer del matrimonio una institución civil e igualitaria entre cónyuges, facilitando el acceso al divorcio a ambas partes. También es de destacar entre sus logros hacer gratuita la asistencia maternal en los hospitales. Alexandra Kollontai estaba cambiando la sociedad en la que tuvo que vivir y en la que la mujer estaba subordinada al varón. Cuenta la leyenda que Lenin dejó de apoyarla por la defensa que ésta hacía de la libertad sexual femenina. Kollontai deseaba fervientemente que la mujer se alejara de esa tradicional vida de hogar a la que estaba acostumbrada y que pudiera alcanzar su libertad sexual, para que no quedara sometida ni limitada a tener hijos como su principal hito de vida.

En realidad, no fue hasta el año 1909 cuando se celebró por primera vez el Día de la Mujer

En realidad, no fue hasta el año 1909 cuando se celebró por primera vez el Día de la Mujer. La celebración tuvo lugar por vez primera en los Estados Unidos, estableciéndose al año siguiente el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En España comenzó a conmemorarse en el año 1936, y no fue hasta el año 1975, cuando la ONU oficializó la fecha.

Por otro lado, me gustaría transcribir literalmente el significado que el 'Diccionario de la Lengua Castellana' da a una palabra tan controvertida en su uso como es 'feminismo'. Una palabra, que ha originado en nuestros tiempos, una controversia en su interpretación, a priori injustificada.

Feminismo. (del lat. Femina, mujer, hembra e -ismo).

1. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados a los hombres.

2. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.»

Por tanto, la anterior definición no tiene relación alguna ni es antónima de la palabra 'machismo', que es definido en el Diccionario de la Lengua Española de la siguiente forma:

«Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón».

Una vez definidos los antecedentes y los conceptos, podemos ser capaces de evitar caer en la tentación de ciertas narrativas falsas sobre la lucha de hombres y mujeres por la igualdad, que tratan de introducirse en el individuo como historias entretenidas que van a ser susceptibles de ser compartidas a su vez por más personas a fin de influirnos interesadamente (yo lo llamo la teoría del contagio). Debemos prestar mucha atención a los nombres que, sobre todo en cierta parte de la clase política, asignan a sus narrativas.

Los cambios menores e introducidos en las narraciones o conceptos pueden llegar a ser muy importantes, especialmente si el nuevo nombre o concepto afecta a un derecho del ciudadano, sobre todo si afecta a su interés, a su identidad o incluso, al patriotismo. Desgraciadamente, vivimos en una época en la que la verdad no es suficiente para detener la propagación de narrativas falsas. Estas falsas narrativas o conceptos erróneos que se transmitirán entre los distintos ciudadanos (difusión fortalecida por las redes sociales) adquirirán fuerza con el apego del ciudadano, tal y como he expuesto con anterioridad, a su interés, identidad o patriotismo. Esto es algo que está ocurriendo con la defensa de los derechos de los hombres y mujeres, en su igualdad, como en otros derechos fundamentales, recogidos en nuestra Constitución Española y que, interesadamente algunos intentan alterar, inutilizar y viciar.

En los tiempos que vivimos, la política se ha convertido en una especie de arte declamatorio

Un paseo por la historia reciente, fundamentalmente a la referida al siglo XX, nos podría acercar a la idea que intento transmitirles. Los discursos y narraciones, la mayoría con argumentos de estructuras endebles, repletos de lagunas, ambigüedades o falsedades, parecen haberse instalado en nuestra sociedad. Con toda nuestra fuerza, nos tenemos que negar a ello. No obstante, esto daría para miles de artículos más, no siendo el objetivo del que nos ocupa hoy, que es simplemente recordar y nunca olvidar por qué cada año celebramos el día 8 de marzo.

Los que me conocen, saben perfectamente que soy una fiel defensora de los derechos de hombres y mujeres y del acceso de ambos a los mismos, sin diferencia alguna. Probablemente sea calificada de feminista. Exacto, lo soy conforme al concepto que se desprende de nuestro Diccionario de Lengua Española y no por otro uso dado de forma interesada a una palabra que en principio no es polisémica. Además, lo digo sin ambages. Quizás, podríamos entrar a discutir, si el término puede llevar a confusión o no, pero eso es a mi entender, arrebatar, sin argumentación ni fundamentación alguna, a la sociedad de su inteligencia, que posee sin discusión alguna, a pesar de los múltiples intentos de algunos furibundos en tratar inmoralmente a la sociedad como una analfabeta. Esto sin renegar de que es verdad que la educación en nuestro país ha estado, a menudo, bajo el constante punto de mira de intereses religiosos e ideológicos (que en el fondo dejan ver innumerables elitismos y perjuicios sociales), haciendo mías, con toda humildad, las palabras del gran Emilio Lledó en su obra 'Fidelidad a Grecia'.

Volviendo a nuestro tema, desgraciadamente, la historia ha hecho que las mujeres partamos con una considerable desventaja, lo que hace que sea necesario recordar anualmente que la lucha no ha acabado -¡Ojalá no se tuviera que celebrar nunca más!- exclamo en mi interior. Ello significaría que habríamos logrado que todos fuésemos iguales. Por supuesto, me vais a permitir que utilice una locución propia de mi profesión 'audiatur altera pars' que significa que se escuche a la otra parte, es decir, no podremos llegar a la igualdad plena sin nuestros compañeros de viaje. Los hombres y mujeres deben ir de la mano por esta lucha. No somos enemigos, somos compañeros. Ambos hemos sufrido a lo largo de toda la historia, pero nuestra voz hace muy poco que se escucha. Los altavoces masculinos nos hacen falta para reivindicar la igualdad, por el bien de toda la sociedad, por el bien de nuestro futuro como sociedad.

Este 8 de marzo nos encontraremos ante una celebración particular a causa de la pandemia que nos asola. Personalmente, no voy a acudir a ninguna manifestación, no porque no quiera, sino porque considero que es tiempo de ser responsables de forma individual y colectiva para proteger a la sociedad. No obstante, no juzgaré a quienes acudan, si la manifestación estuviese debidamente convocada. Desde que comenzó la pandemia ha habido múltiples manifestaciones de distintas índoles (algunas incluso sin un fin especifico y sin estar debidamente convocadas). Entonces, ¿por qué tanto revuelo en esta? Seguramente, la respuesta daría para un interesante y extenso debate, pero el lector no me perdonaría la extensión ni la bifurcación del tema que hoy toca.

En conclusión me gustaría transcribir dos fragmentos de conocidos textos:

«Los seres vivos son objetos extraños. Los hombres, en cualquier época, han debido saberlo más o menos confusamente. El desarrollo de las ciencias de la naturaleza a partir del siglo XVII, su expansión a partir del siglo XIX, lejos de borrar esta impresión de extrañeza, la volvían más aguda». (Jaques Monod, El Azar y la necesidad).

«No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1976, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre». (Clara Campoamor 'Discurso ante las Cortes' el día 1 de octubre de 1931).

No debemos olvidar que, en los tiempos que vivimos, la política se ha convertido en una especie de arte declamatorio. No lo permitamos.

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